Con el ideario librecambista y con Courcelle Seneuil ocurrió un fenómeno curioso. Es indudable que su enseñanza, labor difusora y su prestigio contribuyeron a la amplia y profunda penetración de la economía clásica en el país. Pero también es cierto que el economista francés fue bastante pragmático y moderado en materia doctrinaria. Él era, sin duda, un representante destacado del liberalismo, no obstante lo cual en sus propuestas legislativas tomaba en consideración las particularidades del caso chileno y evitaba las proposiciones extremas. Un ejemplo típico es la ley de bancos de 1860, que trató de moderar en sus disposiciones, y que en varios aspectos se alejó de lo que había propuesto en sus libros como ideal para la situación europea819. El proyecto original, defendido por Courcelle, fue criticado en su momento por numerosos parlamentarios que consideraban excesivas las regulaciones que establecía820. No faltó algún discípulo del economista francés, como Zorobabel Rodríguez, que le criticó su tendencia a dar preferencia a la práctica antes que a la teoría821.
Entre 1860 y 1880 las ideas liberales gozaron de gran prestigio y la mayoría de quienes se dedicaban a estudiar los temas económicos se identificaban plenamente con ellas. La Revista Económica, fundada en 1886, refleja la importancia asignada a aquellas materias y el peso que tenía el librecambismo entre sus redactores, entre los que destacaron Miguel Cruchaga Montt, Zorobabel Rodríguez, Marcial González y Marcial Martínez, entre otros. En ese éxito del librecambismo no solo influyeron la enseñanza universitaria y la circulación de las obras de los más reputados autores de dicha corriente, sino también la situación económica favorable que vivió el país la mayor parte de esos años. La prosperidad era en gran medida consecuencia del auge del comercio exterior, lo que permitía asociar el desarrollo con las políticas liberales que estimularían esas actividades822. Por otra parte, el buen comportamiento del sector externo mejoraba los ingresos fiscales, que, a pesar de las políticas liberales, continuaban dependiendo en gran medida de aquel823. De ahí que se buscara estimular ese comercio, a veces independientemente de las consideraciones doctrinarias824.
No obstante el éxito del liberalismo, nunca dejaron de aparecer opiniones críticas o defensoras de políticas proteccionistas. Cuando se debatía la ley de bancos, hubo quienes postularon el establecimiento de un banco estatal, a cargo del monopolio de la emisión de billetes825. Las crisis económicas favorecían la aparición de las propuestas antiliberales. Así, Pedro Félix Vicuña sostuvo que la propagación de las teorías económicas liberales era responsable de la crisis de 1857 en Chile. Y a raíz de la crisis provocada por la guerra con España, volvió a proponerse en el Congreso, sin mayor éxito, la idea de establecer un banco nacional, es decir, del Estado. Durante la crisis de 1873 y la depresión consiguiente, otra vez surgieron voces que llamaban a crear un banco del Estado, el que habría permitido, según sus promotores, superar la difícil situación que atravesaba el país826.
A partir del decenio de 1870 las propuestas proteccionistas se concentraron en torno a la idea del desarrollo industrial. Surgieron diferentes opiniones, que en algunos casos se expresaron en el semanario La Industria chilena y a veces también en la propia Revista Económica, que destacaron la mala situación en que encontraba esa actividad debido a la imposibilidad de competir con las importaciones extranjeras. Se hizo una crítica al liberalismo, pero no hubo necesariamente un sustento doctrinario sólido tras ella. Por lo general, los juicios se centraban en las ventajas que tendría para el país el desarrollo de la industria manufacturera y en la modificación de los aranceles827. Las críticas más significativas al librecambio aparecieron después de 1880, en que cobró fuerza la idea de una industria nacional como factor de desarrollo y modernidad. Pero los planteamientos proteccionistas que se esgrimieron por esos años no implicaron, en lo fundamental, una objeción al modelo económico liberal. En ese sentido, es sintomática la creación de la Sociedad de Fomento Fabril, que en sus orígenes no se expresó como un organismo defensor de los intereses corporativos de los industriales, sino como una institución, con mayoría de consejeros no industriales, que, a través de la industrialización, aspiraba al progreso social y la modernidad, siguiendo criterios parecidos a los de las antiguas sociedades económicas de España. Se pretendía que la industria gozara de los mismos beneficios que habían disfrutado los otros sectores de la economía, en cuanto a disponer de materias primas a bajo costo y gozar de protección ante la competencia externa828.
En todo caso, las críticas al librecambio y la adhesión al proteccionismo representaban a sectores minoritarios de la elite de la época. Hasta el término del periodo que analizamos, el liberalismo continuó siendo, sin duda, la ideología económica predominante en los círculos académicos y políticos.
* Con la colaboración de Joaquín Fernández Abara.
786 Sergio Villalobos, El comercio y la crisis colonial. Un mito de la Independencia, Ediciones de la Universidad de Chile, Santiago, 1968, p. 98 y ss.
787 Ibídem., p. 160.
788 Anselmo de la Cruz, “Balanza de comercio que conviene al reino de Chile”, Memoria leída en el Consulado en enero de 1809, en Miguel Cruchaga, Estudio sobre la organización económica y la hacienda pública de Chile, III, Editorial Reus, S.A., Madrid, 19292, pp. 400-416.
789 Al respecto, ver “Representación del señor síndico don Manuel de Salas sobre fomentar algunos artículos útiles al comercio de este reino” de julio de 1796, en Miguel Cruchaga, op. cit., I, Santiago, 18781, pp. 293-297.
790 Robert M. Will, “Economía clásica en Chile antes de 1856”, RChHG, 131, 1963, pp. 178-179. Los chilenos con inquietudes por los temas económicos leían a Pedro Rodríguez Campomanes, Bernardo Ward y José del Campillo y Cossío.
791 Jaime Eyzaguirre, “El alcance político del decreto de libertad de comercio de 1811”, en BAChH, 75, 1966, p. 158.
792 Will, op. cit., p. 179.
793 Ibídem., p. 180, nota 9.
794 Diego José Benavente, Opúsculo sobre la Hacienda Pública de Chile. Cuadernos primero y segundo. Santiago, 1841 y 1842. Reedición por Biblioteca Fundamentos de la Construcción de Chile, Cámara Chilena de la Construcción, Pontificia Universidad Católica de Chile y Biblioteca Nacional, No 32. Santiago, 2010, pp. 10, 13, 27, 72 y 74.
795 Will, op. cit., pp. 185-189. También, Sergio Villalobos y Rafael Sagredo, El proteccionismo económico en Chile. Siglo XIX, Instituto Blas Cañas, Santiago 1987, pp. 23-26. En los planes del Liceo de Chile, José Joaquín de Mora pensaba establecer un curso de Economía Política que se ceñiría a un texto que iba a redactar siguiendo la obra de James Mill, Elementos de Economía Política, y en el que destacaría “las opiniones más seguras de Smith, Say, Sismondi y Jovellanos”.