Historia de la República de Chile. Juan Eduardo Vargas Cariola. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Juan Eduardo Vargas Cariola
Издательство: Bookwire
Серия: Historia de la República de Chile
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789561424562
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colonizador Hermann Eberhard, Rodolfo Stubenrauch, Augusto y Hermann Kark, John Tweedie y John Ferrier.

      En el otro gran distrito geográfico del oriente de Magallanes, la isla grande de Tierra del Fuego, desde un principio se adoptó una modalidad de ocupación diferente mediante concesiones en arrendamiento a pocas personas: a César, Hermann y Augusto Wehrhahn, en 1883, y principalmente a José Nogueira, en 1889 y 1890 y Mauricio Braun, en tanto testaferro del último, en 1889, con lo que se completó un total de un millón 482 mil hectáreas que se extendía por el norte desde el borde nororiental del estrecho de Magallanes hasta el grado 54 de latitud austral, y desde la frontera internacional por el oriente hasta el estrecho por el occidente. Sobre esta base fundiaria se desarrolló en sucesivas fases (1885, 1890 y 1894) la colonización de carácter empresarial con el surgimiento de seis grandes establecimientos: las estancias “Gente Grande” (1885), “Punta Anegada” inicialmente, después “Springhill” (1890), “Bahía Felipe” (1891), “Caleta Josefina” (1894), “San Sebastián” (1895) y “Río Mac Clelland”, después “Cameron” (1904). Las entidades protagonistas fueron la Sociedad Wehrhahn Hnos. (después, y sucesivamente, Wehrhahn y Cía. y Wehrhahn, Hobbs y Cía., por la incorporación de Rodolfo Stubenrauch, Ernesto Hobbs y Louis Baillon); The Tierra del Fuego Sheep Farming Company, The Philip Bay Sheep Farming Company y la Sociedad Explotadora de Tierra del Fuego, que en 1906 adquirió los derechos de las dos compañías precedentes, previamente fusionadas en la Sociedad “La Riqueza de Magallanes”.

      Todavía restaban terrenos geográficamente marginales, en especial hacia el oeste de la vertiente oriental, que fueron paulatinamente entregados en concesiones medianas y grandes, con lo que para 1905 se enteró un ecúmene pastoril que cubría unos cuatro millones de hectáreas. Los 485 ovinos registrados en 1877 habían subido a tres mil en 1879 y a 40 mil en 1885, para continuar creciendo hasta alcanzar en el referido año 1905 más de un millón 800 mil cabezas. El proceso de crecimiento había sido ciertamente espectacular, pero fue moderándose hasta alcanzar un progresivo equilibrio con la capacidad receptiva de los campos. La actividad criadora, según se sabe, se había iniciado y desarrollado con éxito siguiendo el patrón anglo-escocés adaptado a las islas Malvinas, algo hasta entonces desconocido en el país. Ello suponía el uso de una tecnología simple pero eficaz en el manejo del ganado y en el aprovechamiento de pasturas y aguadas. A esto se agregó un personal de origen británico entendido y con experiencia en lo tocante a dirección y administración de los establecimientos de producción y, durante largo tiempo, en los trabajos de nivel inferior como el de ovejero o pastor como mano de obra calificada.

      Pero, asimismo, la explotación ovina había significado la participación directa de colonos de aquel origen (principalmente ingleses, escoceses y malvineros) entre los empresarios pioneros, de forma determinante para el buen resultado de la explotación pastoril. En efecto, puede afirmarse con propiedad que para 1901-1902 y sobre una superficie de algo más de tres millones de hectáreas, la participación británica, considerada en superficie de campos ocupados, cantidad de ganado introducido y en el monto de las inversiones realizadas, equivalía entonces a tres cuartas partes del esfuerzo colonizador fundacional, algo que, por cierto, era de gran relevancia en el contexto nacional236.

      La importancia que había adquirido la ganadería ovina como actividad económica, por otra parte, se había advertido desde 1895, época en que la lana exportada desde Magallanes había alcanzado a tres millones 205 mil 663 libras (un millón 442 mil 500 kilos), lo que había significado que este territorio desplazara a las Malvinas como región exportadora, algo que 20 años antes hubiera parecido una utopía237. Para 1906 esa importancia, apreciada en el contexto regional, significaba que en el total de las exportaciones —que habían aumentado por razón del crecimiento económico del territorio—, los productos de la ganadería representaban el 92,2 por ciento del comercio exterior, porcentaje en el que la lana formaba las tres cuartas partes.

      Calificaba más todavía la importancia de la ganadería ovina la interrelación que la misma tenía con otros campos de la actividad económica magallánica tales como la industria, el comercio, la banca y los seguros, la navegación y los servicios. En verdad, hacia el término de la primera década del siglo XX y los comienzos de la segunda, época cenital del desarrollo histórico de Magallanes, este territorio dependía enteramente de la explotación pastoril ovejera. En ella basaba su notorio progreso generalizado, la prosperidad de sus negocios y el adelanto edilicio que se manifestaba en su ciudad capital, Punta Arenas, así como su rica vida social y cultural. Todo esto contribuía a afirmar la fama de que gozaba dentro y fuera del país, circunstancia que le había hecho y hacía ser un foco de atracción para la inmigración de europeos y de chilenos de otras provincias nacionales, en particular de Chiloé, del mismo modo que era un factor de influencia hegemónica en su vasto entorno patagónico de ultra frontera. Por fin, cabe destacar que, con tal actividad matriz, Magallanes se había insertado como región periférica de monoproducción primaria en el contexto internacional de la división del trabajo. Esta situación, que daba cuenta de una dependencia que por largo tiempo a nadie preocupó, generó coyunturas difíciles a contar del término de la Primera Guerra Mundial y durante los años que siguieron a la gran crisis de 1929.

      Un suceso que contribuyó a la consolidación de la crianza ovejera como actividad económica fue el de los remates de tierras fiscales que ocurrieron entre 1903 y 1906 por disposición del gobierno del presidente Germán Riesco, circunstancia que permitió la constitución de la propiedad rural en la sección continental de Magallanes (distritos de Brunswick, zona centro-oriental y Última Esperanza), e hizo posible, a continuación, la formación de grandes unidades productivas latifundiarias, de manera tal que para 1920 el 98 por ciento de los campos de pastoreo se hallaba en manos de 16 propietarios. El mayor era la Sociedad Explotadora de Tierra del Fuego, tenedora a su vez de las tres cuartas partes del arrendamiento sobre el patrimonio fundiario fiscal en la isla grande de Tierra del Fuego. Ello representaba un fenómeno de concentración del uso de la tierra pastoril desconocido en Chile, cuya vigencia se prolongó hasta pasada la mitad del siglo XX.

      1 Rolando Mellafe y René Salinas, Sociedad y población rural en la formación de Chile actual. La Ligua 1700-1850, Ediciones de la Universidad de Chile, Santiago, 1987, p.110.

      2 Rodolfo Urbina. “Los repartimientos de chacras en las poblaciones del Norte Chico de Chile durante el siglo XVIII”, en Cuadernos de Historia, 6, Departamento de Ciencias Históricas, Universidad de Chile, 1986, p. 23.

      3 José Bengoa, Historia rural de Chile central, I, LOM ediciones, Santiago, 2015, pp. 149-154.

      4 Jean Borde y Mario Góngora, Evolución de la propiedad rural en el valle de Puangue, Instituto de Sociología, Editorial Universitaria, Santiago, 1956, I.

      5 Archivo Notarial de Ovalle, vols. 26-39; Ignacio Domeyko, Mis viajes, I, Ediciones de la Universidad de Chile, Santiago, 1978, p. 462.

      6 Gerardo Martínez Rodríguez, Catastro de 1833. Lista de las 123 propiedades rurales más importantes de Chile, p. 6, inédito.

      7 Domeyko, op. cit., I. pp. 388-389.

      8 Adolfo Ibáñez Santa María, “División de la propiedad agraria de Panquehue”, en Historia, 17, 1982, p. 9.

      9 Ibídem., p. 19 y ss.

      10 Mellafe y Salinas, op. cit., p. 106.

      11 Martínez Rodríguez, op. cit., p. 4.

      12 Horacio Aránguiz y Cristián Rodríguez, “Tradicionalismo y cambio agrícola en Aconcagua: Elementos para su comprensión”, en Historia, 29, 1995-1996, p. 9. Para un estudio específico sobre el tema, ver Rafael Barahona, Ximena Aranda (et. al.), Valle de Putaendo. Estudio de estructura agraria, Instituto de Geografía, Universidad de Chile, Santiago, 1961.

      13 Martínez Rodríguez, op. cit., pp. 2 y 3.

      14 Borde y Góngora, op. cit., pp. 89-114.

      15 Rafael Baraona, Ximena Aranda, Roberto Santana, Valle de Putaendo. Estudio de estructura agraria, Editorial Universitaria S.A., Santiago, 1961, p. 213.