210 Martín Lara, “Lazos e instituciones sociales de la colonia alemana en el lago Llanquihue”, en Andrés Brange et. al., Ars Memoriae. Reflexiones históricas en siete actos, Santiago, Editorial Kiminwe, 2004.
211 Andrea Minte, Colonización alemana a orillas del lago Llanquihue (1850-1900), Santiago, Ediciones Liga chileno-alemana, 2002, pp. 52-53.
212 Paul Treutler, Andanzas de un alemán en Atacama (1852-1858), Tamarugal Libros Ediciones, Copiapó, 1989.
213 Pedro J. Barrientos, Historia de Chiloé (1931), Editorial Andújar, Santiago, 1997, p. 233.
214 Un complemento en Agustín Torrealba Z., La propiedad rural en la zona austral de Chile, Imprenta Universitaria, Santiago, 1917.
215 Phillippe Grenier, Chiloé et les chilotes. Marginalité et dépendance en Patagonie Chilienne, Edisud, Aix en Provence, 1984, p. 382.
216 Alfredo Weber, Chiloé: su estado actual, su colonización, su porvenir, Imprenta Mejía, Santiago, 1903, p. 74.
217 Charles Darwin, Darwin en Chile (1832-1835). Viaje de un naturalista alrededor del mundo, Edición y prólogo por David Yudilevich L. y Eduardo Castro Le-Fort, Editorial Universitaria, Santiago, 2005, p. 158.
218 Weber, op. cit., pp. 76-77.
219 Ibídem., p. 74. Sobre distribución de tierras, véase Ricardo Donoso y Fanor Velasco, La propiedad austral, ICIRA, Santiago, 1972. También Héctor Le-Beuffe, De la constitución de la propiedad raíz en el territorio austral, Santiago, 1915, y José Luis Ureta Rojas, La constitución de la propiedad austral, Memoria Facultad de Ciencias Políticas, Universidad de Chile, 1927.
220 La papa y sus variedades en Álvaro Montaldo y Carmen Sanz, “Las especies de papas silvestres y cultivadas en Chile”, en Agricultura Técnica, No 2, Santiago, 1962, pp. 66-152. También Orlando Cárdenas, La papa en Chiloé, Memoria Escuela de Agronomía, Universidad de Chile, 1919. Otros aspectos en A. Castronovo, “Papas chilotas”, en Revista de Investigaciones Agrícolas, No 3, Buenos Aires, 1949, pp. 209-246.
221 Silas Baldwin Smith, Diario de viaje desde Brandywine Mill, Delaware (U.S.A.) a Talcahuano (Chile) vía Estrecho de Magallanes, 1844. Diario de notas, Lirquén, 1844-1846, p. 137.
222 Marcos León León, “La vida económica en un mundo insular: una caracterización de Chiloé en el siglo XIX”, en Cultura de y desde Chiloé, No 18, Castro, 2004, p. 72, y diversas fuentes.
223 Darwin, op. cit., p. 154. Véase también A. Beck, Condiciones agrícola de la Isla Grande de Chiloé, Minagra, Santiago, 1958; CORFO, Condiciones agrícolas generales de la Isla Grande de Chiloé, Departamento de Agricultura de la CORFO, Santiago, 1957; y Ministerio de Agricultura, “Condiciones agrícolas de la Isla Grande de Chiloé”, Revista Geográfica de Chile. Terra Australis, No 18, Santiago, 1960, pp. 121-132.
224 León, op. cit., llama la atención a que la cifra de exportación sea casi equivalente a la producción.
225 Darwin, op. cit., p. 154.
226 Rodolfo Urbina Burgos, “El modo de comerciar de los chilotes a fines del siglo XVIII”, en Guillermo Bravo Acevedo (ed.), Economía y comercio en América Hispana, Serie Nuevo Mundo: Cinco Siglos, No 5, Santiago, 1990, pp. 97-132.
227 Darwin, op. cit., p. 155.
228 Trabajos colectivos similares existían en el norte de España, según los describió Julio Caro Baroja para Asturias y el País Vasco en Los pueblos de España. Ensayo de etnología, Editorial Barna, Barcelona, 1946, p. 317.
229 Alfredo Weber, Chiloé, p. 72. Fray Pedro González de Agüeros se lamentaba a fines del siglo XVIII de que los “pobres isleños” no tuvieran arados ni ganados para tirarlos, al describir el uso del arado de luma. Cfr. Pedro González de Agüeros, Descripción historial de la provincia y archipiélago de Chiloé, Imprenta de don Benito Cano, Madrid, 1791, pp. 90-91. Muy similar era el trabajo con la laya en España que, según Caro Baroja, provenía de un mejoramiento del palo que se hundía en la tierra, muy propio de las culturas arcaicas. Cfr. Caro Baroja, op. cit., pp. 278-279.
230 Rodolfo Urbina Burgos, “Tres aspectos del trabajo agrario y un alcance sobre las relaciones sociales en Chiloé del siglo XVIII”, en Marcela Orellana M. y Juan Guillermo Muñoz C. (eds.), El agro colonial, Universidad de Santiago de Chile, Departamento de Historia, Instituto de Investigaciones del Patrimonio Territorial de Chile, Santiago, 1992, pp. 55-80. Véase también José Soto, Héctor Chávez y María Teresa Aedo, Instrumentos y faenas tradicionales en la agricultura chilota, Universidad Austral de Chile, Ancud, 1979.
231 Rodolfo Urbina Burgos, “El modo de comerciar”, pp. 107-108.
232 Fernando Ramírez Morales, “Ecohistoria y destrucción en Chiloé continental: el valle de Vududahue 1700-1996”, en Actas VII Jornada Nacional de Historia Regional de Chile, Universidad de Chile, Facultad de Filosofía y Humanidades, Departamento de Ciencias Históricas, Santiago, 1996, pp. 225-256. También Rodolfo Urbina Burgos, “Las tablas de alerce y los tableros chilotes”, revista Creces, No 12, Santiago, 1986.
233 Marcos León León, “La vida económica”, p. 72.
234 Phillippe Grenier, Chiloé, pp. 335. El autor recoge la documentación del Ministerio del Interior (1849-1852) y Estado del Comercio de la República de Chile (1876).
235 Las primeras partidas de lana fueron enviadas a Londres por José Nogueira y Henry L. Reynard en 1882 y 1883, pero la exportación a una escala más importante comenzó en 1885, cuando se enviaron a Inglaterra cinco mil 175 quintales del producto (238 toneladas).
236 Mateo Martinić, “La participación de capitales británicos en el desarrollo económico del Territorio de Magallanes (1880-1920)”, en Historia, 35, 2002, p. 306.
237 Información proporcionada por el Colonial Wool Circular, publicación de la afamada casa de corretajes laneros John Hoare & Co. de Londres.
CAPÍTULO II
UNA ACTIVIDAD SIN INNOVACIONES: LA MINERÍA
FERNANDO SILVA VARGAS
LA PERSISTENCIA DE PRÁCTICAS ANACRÓNICAS
Como se ha examinado en otra parte238, hacia 1826 la producción de plata había experimentado un brusco crecimiento debido al descubrimiento del riquísimo yacimiento de Arqueros, en Coquimbo. La producción de oro, en cambio, había disminuido durante la década de 1820. Por su parte, la minería del cobre, como consecuencia de la reducción de los fletes marítimos y del interés de los mercados extranjeros, exhibió un sostenido desarrollo.
Tal vez el fenómeno más interesante que se percibe en la vida económica de la nueva república y que influyó en la actividad comercial y en la minería, fue la llegada de numerosos mercaderes, en especial ingleses, que, vinculados a casas británicas de Buenos Aires, Lima o de la metrópoli, tenían una práctica del comercio y un conocimiento de sus aspectos técnicos de los que carecían los locales. Había en el país tal ignorancia sobre créditos, intereses simples y compuestos, amortización, capitalización, bancos y vales de tesorería, que en 1822 El Mercurio de Chile se impuso la tarea de explicar a sus lectores esos conceptos239. Tempranamente se establecieron muchos comerciantes norteamericanos, también dotados de herramientas mercantiles ignoradas en el país. Para los años iniciales de la república, hasta 1840, se ha determinado la presencia de 622 extranjeros en Chile dedicados al comercio de minerales y metales, varios de los cuales se convirtieron en habilitadores y en dueños de minas240.