El periodismo, en esta perspectiva, es un campo, un universo con autonomía, cuyo capital simbólico e identidad profesional lo revisten de una ética y una función social que no se corresponde con la conducta de la propia práctica profesional cuando las fuerzas en disputa tienden a inclinarse del costado de los intereses comerciales.
Para McQuail (2013, p. 197), por el contrario, el periodismo como campo se refiere más a un término que permite deslindarlo de otras formas o géneros de la comunicación —como la publicidad, el mercadeo, las relaciones públicas, la propaganda o la diplomacia pública—, de otros tipos de trabajo informativo y de otras esferas institucionales, como la política, la económica o la de los negocios.
La demarcación se hace para diferenciar y establecer fronteras. A pesar de que las fronteras del periodismo son bastante imprecisas, o simplemente muy porosas, existe suficiente reconocimiento del periodismo como un ente distinto para justificar dicha demarcación. De este modo, los periodistas están fundamentalmente comprometidos y ocupados en la difusión abierta de información acerca de las situaciones y eventos de relevancia pública. (McQuail, 2013, p. 197)8
McQuail se refiere entonces al periodismo como institución, lo que significa que sus actividades tienen un propósito, están bien establecidas y se rigen por procedimientos sistemáticos, siguiendo ciertas reglas y estándares. Como institución, el periodismo tiene características relevantes, en especial con respecto a su afirmación de independencia y a la singularidad de la tarea que desempeña en el interés público, aunque como actividad pueda llegar a ser subordinada al interés económico de los medios informativos en el sistema de mercado, o a presiones políticas en sistemas periodísticos de partidos, o al direccionamiento de contextos más democráticos o más estatistas (McQuail, 2013, p. 198).
Identidad, valores y principios del periodismo
Probablemente la más importante razón para la existencia del periodismo es el servicio profesional con el propósito de dar cuenta de la realidad con un alto grado de responsabilidad (Donsbach, 2012, p. 38). Uno de los asuntos esenciales sobre los que se basa la existencia del periodismo, como se vio en los apartados anteriores, es asumir que solo una comunicación libre y plural posibilita una mejor sociedad. La segunda razón es el reclamo de estar actuando en nombre de la voluntad general. Y la tercera, desempeñar un papel crucial en la búsqueda de la verdad, entendida como un proceso colectivo y progresivo. Sin embargo, estas ideas tienen sus orígenes en un contexto en el cual la libertad de expresión y la libertad de prensa aún estaban ausentes; por lo tanto, muchos periodistas se veían a sí mismos, y se siguen viendo hoy, como luchadores de la libertad (Donsbach, 2012, p. 39). Aun así, como productor de conocimiento, el periodismo deriva en una autoridad por su presunta habilidad de proveer una representación veraz del mundo social (Broersma, 2013, p. 31).
El comienzo del siglo XXI, no hay duda, es una época de grandes desafíos para el periodismo, que contrasta con el éxito de los medios informativos en el siglo XX. La salud financiera de la industria periodística ya no es la misma, los lectores de los periódicos han disminuido, las audiencias de los medios se han fragmentado, las fuentes para acceder a las noticias se han multiplicado y la credibilidad y la autonomía se han visto erosionadas, afectando todo ello los propios cimientos de la actividad periodística (Peters y Broersma, 2013, p. 2).
Aun así, la historia del periodismo ha labrado rasgos en los que pareciera haber un punto de vista dominante en relación con los valores y principios que lo caracterizan. Aquí confluyen aportes que llegan de la práctica y de la manera como los periodistas conciben o piensan su trabajo, de los académicos que los han estudiado o sistematizado, los que han sido acordados en códigos de ética o en documentos de autorregulación, los que se derivan de los procesos de enseñanza universitaria o los que brinda el propio sector productivo de los medios de comunicación.
Dicha historia del periodismo, en especial la que se construye en contextos democráticos, ha permitido avanzar en una conceptualización que algunos denominan “ideología profesional” (Deuze, 2005, p. 442), que podría equipararse con el nomos del periodismo, o con lo que Kovach y Rosenstiel (2003) nombran como los elementos del periodismo. Lo más destacado de esos elementos son la independencia periodística de cualquier interés particular, la oportunidad en la cobertura de las noticias y el sentido de interés público al que se hizo referencia antes (Hanitzsch, 2011, p. 479).
Teniendo en cuenta el enfoque de Bourdieu, el nomos más vigoroso del periodismo se hace fuerte en el polo intelectual del campo. La reflexión que hace Bourdieu es cómo se pueden defender las condiciones necesarias para la producción de una cierta clase específica y especializada de trabajo sin tener que abdicar a toda preocupación democrática (Bourdieu, 2005, p. 46). Los periodistas han construido el sentido de su propia autonomía contra la visión comercial del periodismo en la medida en que en la práctica diaria dicha autonomía es el premio que buscan los reporteros y los editores honestos. Lo que menos quiere un periodista es verse agobiado por presiones de funcionarios oficiales, por un lado, o por presiones económicas de los propietarios de los medios, de los anunciantes o de la competencia del mercado, por el otro (Schudson, 2005, p. 218).
En el contexto del periodismo como profesión, entonces, la ideología profesional puede ser vista como un sistema de creencias de un grupo particular, incluyendo el proceso general de producción de significados e ideas, pero no limitado a ello. Esta clase de pensamiento acerca de los periodistas y del periodismo es una tradición internacional en la investigación sobre el campo (Deuze, 2005, p. 245). Deuze entiende la ideología dominante como el conjunto de valores, estrategias y códigos formales que caracterizan al periodismo profesional y que son compartidos por la mayoría de sus miembros.
En este sentido, cuatro asuntos principales marcan las discusiones sobre la identidad periodística: la responsabilidad, la autonomía, la independencia y la objetividad, enmarcados todos ellos en la importancia asignada a la libertad de expresión. Se entiende entonces que la autonomía y la independencia, o la necesidad de resistir diferentes formas de presión (internas y externas), se consideran cruciales para el ejercicio de la profesión (Carpentier, 2005, p. 204).
McQuail anota que existe evidencia clara sobre el amplio reconocimiento que hay entre los periodistas de un mismo conjunto de valores, aun cuando su real universalidad y realización práctica estén limitadas. Se trata de los valores que, de acuerdo con McQuail, han guiado al periodismo en sus momentos más altruistas, al menos como aspiración:
i. Apego a la verdad y a la razón.
ii. Apego a la justicia con respecto a la ley, a la justicia social con respecto a la distribución del bienestar en la sociedad y justicia en las relaciones interpersonales.
iii. Preocupación por los más pobres y necesitados, por las víctimas de la sociedad en general y por las víctimas de infortunios.
iv. Apoyo y visibilización de la solidaridad, vínculo con toda la comunidad, representación de la audiencia.
v. Valentía al revelar lo que no está bien hecho y al hacer frente a las presiones que buscan que se silencie o suprima información.
vi. Habilidad en el arte de comunicar.
vii. Apego a la independencia y a la autonomía en el actuar como institución, como organización y como profesionales (McQuail, 2013, p. 212).9
Por su parte, Deuze (2005, p. 447) identifica cinco grandes ejes en los que podrían categorizarse esos valores ideales del periodismo, a partir de un análisis de los estudios recientes sobre el tema:
i. Prestan un servicio público como sabuesos y vigilantes en su actividad de recoger, producir y difundir información. La relación del periodista con la sociedad se cimienta en este valor y permite analizar cómo el contenido