Después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 el conflicto entre la seguridad nacional y las libertades de expresión y de prensa resurge como tema central en los estudios del periodismo, especialmente por la evaluación que merecen el conjunto de legislaciones que afectan profundamente su ejercicio (Youm, 2010, p. 291) y las propias prácticas de aplicación e interpretación de estas legislaciones. Este tema y los relacionados con la libertad y el control en el mundo digital empiezan a labrar un nuevo camino en los estudios académicos sobre los temas asociados a este ámbito.
Las restricciones y el control a los medios en contextos y situaciones de violencia y conflictos armados generan otro tipo de estudios. Por un lado, aquellos que observan las características de la cobertura periodística que se hace o debe hacerse de los conflictos armados, y el por otro, los que derivan en conceptualizaciones sobre el papel del periodismo como facilitador en la resolución de conflictos y el grado de implicación que debería o no tener en ello.
En lo que parece haber un cierto consenso es en que tanto los medios como el trabajo periodístico tienen un rol significativo en situaciones de violencia. Un caso de referencia profusamente estudiado sobre la contribución que pueden hacer los medios a la intensificación de la violencia es el de Radio Mille Collines en Ruanda. Objeto de interés son las manipulaciones a los medios por los agentes en conflicto y las relaciones entre fuerzas militares y periodistas; y estudios recientes se orientan a demostrar la necesidad de un periodismo de proximidad en contextos locales de violencia, que algunos han denominado “periodismo de paz” (Hanitzsch, 2011), con lo que se profundiza el debate de si el periodismo debe ser parte de los procesos de resolución del conflicto o sostener al máximo su independencia (Wolfsfeld, 2003; Gilboa, 1998, citados por Tumber, 2006). A ese debate contribuye un hecho como la significativa presencia de cooperación internacional orientada a apoyar el desarrollo de medios de comunicación en zonas de conflicto o en periodos de transición. El impacto de la formación de periodistas en estos contextos demuestra las grandes dificultades que supone entrenarlos y luego hacer sostenible una labor periodística de calidad en este tipo de sociedades (Becker, McConnell y Punathambeker, 2002; Kumar, 2006; Napoli, 2006; citados por Brooten, 2006, p. 360).
Un buen ejemplo de ello es el trabajo de Shik Kim y Hama-Saeed (2008), quienes demuestran cómo después de la caída del régimen de Sadam Husein, en abril de 2003, los medios de comunicación iraquíes fueron testigos de un notable crecimiento en número y diversidad y que, desde la mirada de Occidente, la invasión fue señalada como una forma de liberación en términos de libertad de prensa. Sin embargo, los autores evidencian que los medios de comunicación iraquíes post-Husein operan bajo diferentes restricciones gubernamentales, presiones de los partidos políticos y de los grupos religiosos, y los periodistas están bajo constantes amenazas de asesinato y secuestro.
La situación de vulnerabilidad de los periodistas y su contraparte en términos de sistemas de protección y autoprotección ha sido sujeto de revisión histórica por Lisosky y Henrichsen (2009), quienes han demostrado que no existe ningún método integral para proteger a los periodistas que sea universalmente aceptado frente a un problema global que, según las autoras, genera cada vez mayor atención internacional. En el caso de la cobertura internacional de conflictos, aparte de los asuntos de seguridad y protección, hay frecuentes restricciones a los periodistas internacionales por parte de los gobiernos que desean controlar el flujo de la información que sale de sus países. En estas situaciones, las plataformas web 2.0 en la actualidad demuestran ser de gran utilidad para enlazar salas de redacción locales cuando a los periodistas se les niega el ingreso a los países (Volkmer y Firdaus, 2013, p. 105).
A lo anterior se suma una larga tradición académica en el estudio de las relaciones entre el periodismo y la guerra, y el cubrimiento y las prácticas periodísticas en estos escenarios; otro tanto en las relaciones entre terrorismo y medios de comunicación, en lo que no se profundiza en este trabajo. La literatura en este campo, documenta Tumber (2006), arroja debates que incluyen definiciones de guerra, terrorismo y resolución de conflictos, esfera pública, economía política; o asuntos como el manejo de la información, el rol de los medios, las competencias periodísticas, la objetividad o la relación del periodista con las fuerzas militares y las partes en confrontación.
Ahora bien, en cuanto al seguimiento, documentación y visibilización de las agresiones a los periodistas y a los medios, los trabajos se derivan, principalmente, de organizaciones de defensa de la libertad de expresión y se ubican en una línea de investigación denominada “análisis empírico de la libertad de expresión” que se aborda más adelante en el apartado sobre el periodismo y las libertades de expresión, prensa e información. Sin embargo, lo que resulta claro en el panorama actual de los estudios del periodismo es que las miradas a los controles e influencias asociados con violencia contra los periodistas son un campo abierto a la investigación. La ausencia de trabajos es notable a nivel internacional y solo en 2015 empezó a notarse un despertar del interés de los académicos movidos por el impulso de Unesco a una agenda de investigación académica en seguridad de periodistas orientada a aportar conocimiento del fenómeno en el marco del “Plan de acción de las Naciones Unidas sobre la seguridad de los periodistas y la cuestión de la impunidad”, aprobado en 2012.
Aun así, hay que señalar que la violencia contra los periodistas aparece como tema de estudio principal o secundario, la mayoría de las veces, en investigaciones que articulan el ejercicio del periodismo con la libertad de expresión como derecho universal. Se encuentran trabajos que evalúan indicadores de libertad de expresión (Becker, Vlad y Nusser, 2007; Charron, 2009; Peksen, 2010; Carter, 2003) o percepciones de la libertad de expresión por parte de los periodistas (Himelboim y Limor, 2008); y otros que observan y categorizan las presiones y amenazas a los periodistas en determinados contextos —por ejemplo, Hanitzsch y Mellado (2011), en América Latina; Shik Kim y Hama-Saeed (2008) en Irak; Becker (2004), en Rusia; Brooten (2006) en Myanmar; Kenny y Gross (2008) en Asia Central; Stewart (1986) y Wasserman (2010) en Sudáfrica y Namibia— o que analizan grados de riesgo y sistemas de protección (Perkins, 2001). Por su parte, la impunidad en los crímenes de periodistas ha sido observada por Jorgensen (2009); los crímenes de periodistas como epidemia de salud pública, por Riddick, Thomson, Wilson y Purdie (2008) y las manifestaciones contemporáneas de censura y autocensura por Lee y Chan (2009) en Hong Kong; Nadadur (2007) en Pakistán; Simons y Stovsky (2006) en Rusia y Tong (2009) en China.
Himelboim y Limor (2008) investigan las percepciones sobre la libertad de prensa que tienen quienes la practican, es decir, los periodistas y los medios de comunicación, a partir de un análisis de las referencias a la libertad de prensa en los códigos de ética en todo el mundo. De acuerdo con las características de las distintas organizaciones mediáticas y de la situación político-económica de los países considerados, demuestran que los periodistas expresan su preocupación acerca de su libertad no necesariamente relacionándola con el nivel de libertad de prensa imperante en sus respectivos países.
La realidad que se observa en la última década del siglo XX y la primera del siglo XXI relacionada con las presiones que ejercen al oficio periodístico la criminalidad organizada, los actores armados y las fuerzas de diverso tipo asociadas a actividades de corrupción en ámbitos locales, algo que resulta de singular importancia en esta investigación, empieza apenas ahora a ser un tema de interés académico, debido a la situación de países como México, Rusia, Colombia, Honduras y Azerbaiyán.
Las estadísticas y tipologías de asesinatos de periodistas en la primera década del siglo XXI han sido estudiadas fundamentalmente por organizaciones defensoras de la libertad de expresión, y analizadas por Riddick et ál. (2008), con un enfoque que llama la atención por deslindarse de las investigaciones específicas del campo del periodismo y de los medios de comunicación. Estos autores buscan describir lo que ellos denominan una epidemia internacional de homicidios de trabajadores de los medios, e investigar los factores y niveles de riesgo de acuerdo con los países en los que trabajan los periodistas a partir de los datos sobre los homicidios ocurridos entre 2002 y 2006 recogidos en cinco bases de datos internacionales (Comité de Protección de Periodistas, Reporteros Sin Fronteras, Unesco, International News Safety Institute e International Press Institute), y correlacionar dichos datos con índices