i. En el entorno digital internet se vuelve un recurso en las prácticas de los periodistas profesionales y, a su vez, ofrece a los no profesionales la posibilidad de distribuir sus contenidos informativos. Este nuevo paisaje confronta a los medios tradicionales con los proyectos informativos en línea no profesionales, desestabilizando al periodismo tradicional (Bogaerts y Carpentier, 2013, p. 65).
ii. La posición de la prensa tradicional como principal responsable de la selección de los contenidos informativos y de lo que es admitido para el dominio público está siendo desafiada por recursos en línea alternativos no institucionales, de igual forma que la interactividad y la fragmentación han alterado las lógicas de las tradicionales prácticas periodísticas (Mc-Quail, 2013, p. 214).
iii. La noción tradicional de inmediatez que manejó por décadas el periodismo cambia radicalmente en el entorno on line. Desaparece la rutina de la hora de cierre, transformando los ciclos de producción noticiosa, afectándose la calidad periodística y la credibilidad al desaparecer o desdibujarse figuras y prácticas como la del editor que corrige sintaxis, revisa estructura de las historias, verifica hechos y datos (Bogaerts y Carpentier, 2013, p. 67).
iv. Se incrementa la subjetividad en el tono de las noticias (Bogaerts y Carpentier, 2013, p. 67).
v. Cambian las estructuras nacionales de las organizaciones periodísticas basadas en el territorio y surgen auténticas narrativas transnacionales. Esto tiene implicaciones a mayor escala en las relaciones entre periodismo y democracia (Volkmer y Firdaus, 2013, p. 102).
vi. Personalización, globalización, localización y pauperización surgen como términos para definir al periodismo moderno en contraste con el pasado (Chapman y Nuttall, 2011, p. 313).
vii. Los desarrollos multimedia y el multiculturalismo desafían la percepción sobre los roles del periodismo como un todo (Deuze, 2005, p. 454).
viii. La diversidad de fuentes, contenidos, lenguajes y audiencias, así como la creciente y activa participación social en la expresión pública tienen un desarrollo paralelo en la actividad de las fuerzas legales y del poder estatal que están poniendo mayor atención a los medios en línea, demostrando que no son inmunes a los controles y a la vigilancia, como en algún momento se supuso (McQuail, 2013, p. 215).
Frente a estas transformaciones el debate en torno a la actividad profesional y no profesional del periodismo está muy vivo en el comienzo del siglo XXI. El contrato social del periodismo y las expectativas normativas que conlleva, a los que se hizo referencia antes, podrían perder su sentido si se disuelve la idea esencial de para qué está el periodismo (Hanitzsch, 2013, p. 205). El mismo Hanitzsch sugiere que el periodismo es un servicio social demasiado importante para dejarlo en manos de amateurs, de tal forma que sería conveniente darle crédito a la institución del periodismo manteniendo la distinción analítica entre periodismo profesional, institucional, por un lado, y prácticas participativas amateurs, por el otro (Hanitzsch, 2013, p. 208).
Libertad y control de los medios y de los periodistas
De las dimensiones políticas, normativas y socioculturales desde las que es posible observar las relaciones entre los medios informativos y la sociedad, se derivan asuntos como la libertad y el control al que están sujetos los medios y los periodistas, algo que ha sido objeto de lo que podría clasificarse en tres vertientes posibles de estudio y análisis:
i. La observación de los controles que se establecen desde el Estado, lo que incluye los marcos legales de nación o de la comunidad internacional.
ii. La investigación sobre las presiones al ejercicio del periodismo y a la actividad de los medios informativos.
iii. El seguimiento, documentación y visibilización de las agresiones a los periodistas y a los medios.
Estudiar la violencia contra los periodistas en el siglo XXI obliga a contemplar esas tres vertientes en la idea de avanzar en la configuración de aquello que comprende para la investigación académica una temática de estudio como esta. El punto de partida, aunque parezca obvio, es que la práctica del periodismo está atrapada en una red de obligaciones y presiones de diverso grado de intensidad y especificidad, que limitan la autonomía esperada del periodismo poniéndola siempre bajo presión. De las propias expectativas que tiene la sociedad de los roles que desempeña el periodismo se derivan los primeros y posibles conflictos.
McQuail (2010, p. 61) plantea cuatro tipos de control social sobre los medios de comunicación y hace notar que este tipo de controles operan de acuerdo con el mayor o menor potencial políticamente subversivo de los medios y su mayor o menor impacto moral, cultural o emocional. A partir de estas circunstancias es que existe una mayor probabilidad de aplicación del control o un mayor incentivo económico para la regulación:
i. Sobre los contenidos por motivos políticos.
ii. Sobre los contenidos por motivos culturales y/o morales.
iii. Sobre las infraestructuras por motivos técnicos.
iv. Sobre las infraestructuras por motivos económicos.
Si se observan los controles desde el ámbito gubernamental, Asante (1997, pp. 42-45) establece nueve categorías, a partir de los resultados que arrojan diversas investigaciones sobre el tema, así:
i. Censura. Entendida como el mecanismo más directo y persuasivo para reprimir a los medios de comunicación.
ii. Hostigamiento físico. Este tipo de control se manifiesta en cierre de medios, confiscación de materiales y equipos, detenciones arbitrarias o encarcelamiento caprichoso por parte de las autoridades. Se dirige a medios informativos o periodistas que transgreden las políticas gubernamentales, que hacen críticas a las autoridades o coberturas parciales de determinados asuntos
iii. Persecución legal. Editores y periodistas que publican comentarios o reportajes críticos son sujetos de persecución mediante leyes de libelo y sedición, por ejemplo.
iv. Concesión de licencias a medios y certificaciones a periodistas. Mediante las certificaciones o tarjetas profesionales se establecen controles sobre los periodistas y mediante las licencias se puede asegurar que las posiciones de los medios sean cercanas a las políticas de quien está en el poder.
v. Nombramientos y ceses de editores. Se da principalmente en medios oficiales o de propiedad del Estado.
vi. Recompensas por buen comportamiento.
vii. Reducción de la pauta publicitaria oficial.
viii. Asignaciones de papel periódico.
ix. Autocensura. Bajo esta práctica, los periodistas seleccionan o editan sus materiales teniendo como criterio los posibles detractores a lo que se va a publicar.
La perspectiva de Asante cobra especial relevancia en la medida en que unas de las grandes expectativas normativas sobre el rol de los medios son las que se derivan de los Estados y los gobiernos. Si bien se afirma que en la teoría democrática el Estado no tiene un poder absoluto sobre la prensa libre, evidentemente existe una fuente potencial de recompensas o castigos de carácter económico, regulatorio o de estatus, entre otros.
No cabe duda de que las presiones al trabajo periodístico tienen una estrecha relación con la libertad de expresión y con los resultados que puede arrojar una medición del estado de este derecho en diversos contextos y países. Hanitzsch y Mellado (2011, p. 407), a partir de un análisis comparativo de la percepción que tienen los periodistas en 18 países sobre las presiones que reciben en el ejercicio