Deseos encontrados. Oscary Arroyo. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Oscary Arroyo
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Книги для детей: прочее
Год издания: 0
isbn: 9788418013201
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mi mente y me volvía loco.

      Lo odiaba. La odiaba. Me odiaba a mí mismo por no poder parar de pensar en ella.

      En un inusual acto de nerviosismo moví el pie, tironeé un cable y, como consecuencia, apagué el ordenador. Gruñí. Eso costó la pérdida de un archivo sin guardar, uno que además de largo era para dentro de dos horas. Nunca mi rendimiento en la embotelladora había sido tan bajo. Necesitaba regresar a mí mismo. No tendría ningún otro mejor comienzo que el negocio que se discutiría en breve. Daba la casualidad de que era con su padre.

      Destensé la mandíbula al ver el archivo ya impreso bajo carpetas en el escritorio.

      ¿Cómo siquiera olvidé que lo había impreso?

      —Yo... yo... —tartamudeó.

      Arrugué la frente. ¿Por qué tartamudeaba? ¿Estaba enferma? ¿Era eso? ¿Venía a notificarme sobre una ETS? Todo mi mundo dio vueltas. Eso sería la gota que colmaría el vaso, que me diera sífilis o gonorrea, y tuviera que pedirle a Amanda un chequeo. Me cubrí el rostro con las manos antes de mirarla de nuevo.

      Si alguien lucía más miserable que yo, esa debía ser Rachel.

      —¿Llamo a la ambulancia ahora o después?

      Tragó mientras negaba.

      —Estoy bien.

      —¿Agua?

      —No, gracias.

      Al percatarme de que estaba comenzando a quemarme la cabeza en busca de la razón de su presencia, nada que ver con una ETS, porque no podía creer que así de mala fuera mi suerte, me pateé mentalmente por haberla dejado entrar en primer lugar. ¿A quién quería engañar? Conmigo no funcionaría. Si quería hacer ojitos, que fuera con su padre. No podía darme el lujo de hacer caso omiso al hecho de que por su culpa no había dormido en semanas y había engañado a Amanda.

      —¿Qué quieres? —repetí de forma más amable.

      Necesitaba conservar el tono. Aunque fuese una mala mujer, no podía olvidar que tenía negocios importantes con su padre, unos que no me arriesgaría a perder. Además, en vista de que no hablaba, empezaba a asumir que su presencia era para sacarme algo. Probablemente dinero, que le daría si ello significase su partida de mi oficina y de mi vida, pero en vez de abrir la boca y soltar sus exigencias, permanecía callada, lo que me desesperaba. Al rato de mantenerme en suspenso extendió su delicada mano con un sobre sin emitir palabra. Lo tomé con sudor corriendo por mi frente.

      Recé para que no fuera una ETS.

      A medida que iba leyendo lo que sí resultó ser un examen de sangre, mis hombros se fueron relajando al comprobar que todo iba bien con ella. Su nivel de azúcar en la sangre era normal, sus glóbulos blancos eran algo abundantes y estaba embarazada. La miré con una ceja alzada, sin entender.

      ¿Qué me importaba a mí si estaba...?

      Me tensé.

      Rachel bajó la mirada, optando por no decir nada y quedarse de pie como una estatua. Al fin me levanté de la silla, pero no duré ni un par de segundos de pie sin tenerme que apoyar en la mesa. Era imposible que estuviese esperando un hijo y mucho menos mío. Podía ver desde mi posición cómo sus labios se curvaban hacia abajo, pero no sabía si reía o se lamentaba.

      Fuera como fuera, ahora todo estaba claro.

      Aquella noche se aprovechó de un Nathan borracho para amarrarse a mí. Pero ¿por qué yo de entre tantos hombres en esa fiesta? ¿Por ser el más estúpido? ¿Lo primero que encontró? Era preciosa. Muchos caerían en su trampa por el simple hecho de tratar con semejante rostro de ángel. Yo no era tan tonto. Ni siquiera sabía si era mío. Había ocurrido meses atrás y dudaba que solo mi nombre estuviese en la lista de posibles padres o que siquiera estuviese en estado.

      Podía ser cierto, sin embargo.

      Ante esa línea tan delgada entre lo posible y lo imposible, mi odio hacia Rachel incrementó. No solo se conformaría con destruir mi vida, también quería manejar las cenizas que quedaran de ella a costa de un inocente bebé.

      —¿Qué se supone que debo hacer al respecto? —murmuré a escasos centímetros de su rostro; el miedo de perder a Amanda y la ira hacia ella por ser la causa se apoderaron de mí—. ¿Quieres que me haga pasar por el papá? ¿A cambio de qué, Rachel? Si ya todo lo que puedes ofrecer, me lo diste gratis. Lo siento, pero no quedé impresionado.

      A pesar de que las lágrimas descendían por sus mejillas, le fue fiel a su voto de silencio. Eso me dio tiempo para buscar una solución dentro de mi mente. Para llevarla a cabo, me acerqué a la caja fuerte y saqué cinco fajos de mil libras. Esa sería la forma más fácil de acabar con lo que pondría en riesgo su imagen y la mía. Sería fácil hacerle ver a Rachel que lo mejor era deshacernos de él, solo tendría que convencerla de que un niño no me ataría a ella. Estaba seguro de que no tomaría la responsabilidad de criarlo por su cuenta teniendo encima el peso de la opinión de la sociedad y la desaprobación de su familia. No era ese tipo de mujer.

      Sin bebé no habría problemas ni responsabilidades no deseadas. Punto.

      Fuera de mí le entregué un sobre con el dinero. Ella lo cogió con manos temblorosas y sin entender. Planteé mis pies en el suelo con más firmeza de la usual. No podía dejarme engañar sin importar lo buena actriz que fuera.

      —¿Esto es suficiente para que elimines el problema?

      Cuando entendió el propósito de mi donación, me dirigió una mirada de horror. No la contradije, yo era un monstruo, pero la idea de perderlo todo por una aventura de una noche me convirtió en esto. Era el amor de mi vida y mi futuro lo que estaba en riesgo. Rachel era bonita, joven y saludable. Podría quedar embarazada de nuevo en un futuro del hombre que quisiera. Ninguno de los dos iba a perder aquí.

      —Bien, si así lo quieres... —De repente sonrió de una manera tan carente de emoción que me estremecí—. Así será. —Algo dentro de mí se revolvió. ¿De verdad sería capaz de eliminarlo como un insecto? ¿Yo sería capaz de vivir con mis manos involucradas?—. Me voy, Nathan. No me volverás a ver en tu vida. Te aseguro que no formarás parte de este problema. —Señaló su estómago—. No te conozco, no me conoces, pero pensé que al menos podría contar contigo para esto. Eres despreciable. —La emoción en sus palabras me hizo retroceder. Era algo oscuro y lleno de resentimiento que no me dejaría dormir por las noches—. Te di a elegir, Nathan, y lo hiciste, pero algún día terminarás arrepintiéndote y no te puedo prometer que me digne a escucharte. Soy de las que pagan con la misma moneda, imbécil.

      Me congelé.

      ¿Arrepentirme? ¿Le diría a Amanda?

      Me acerqué para convencerla, con más dinero, de desaparecer. No tenía que eliminar el problema, solo mantenerse lejos. Los quería a ella y a su bastardo fuera de mi oficina, de mi empresa y de mi vida. Todavía nada me afirmaba que fuera mío. Rachel retrocedió hacia la puerta ante mi cercanía y ahí me di cuenta de que para mí no había perdón ni vuelta atrás.

      Lo había jodido. No había manera de arreglarlo.

      —¿Al menos son de verdad? —Maldita sea, no, esas no eran las putas libras en la trituradora y esos tampoco eran los...—. Ups. —Los documentos para la reunión con su padre, sin copias y sin guardar en el ordenador, se unieron a la masacre. Contuve las ganas de gritar y arrancarme el cabello como un desquiciado al ver su sonrisa de disculpa. La bestia que habitaba bajo la máscara de ángel estaba sacando las garras—. No te preocupes. Mi papá no se molestará contigo. Oficialmente he terminado con esto de recurrir a un hombre por ayuda. No los necesito —dictó más para sí misma que para mí—. Yo puedo sola.

      Con porte diferente al que tenía cuando entró, se dio la vuelta y así como vino, destrozando mi mundo, se retiró. Después de salir del estado de shock en el que me había metido, me arrodillé y comencé a recoger lo que antes habían sido billetes, estadísticas y contratos. Al caer en la cuenta de lo que estaba haciendo, no había manera de que pudiera recuperarlos,