c) La fundación de un grupo misionero propio supuso la ruptura con su familia, lo cual marcó su vida de profeta itinerante (p. 44), y puso en peligro el honor de aquella cuando la abandonó. La vida de vagabundo de Jesús, lejos del hogar, sin oficio fijo, realizando exorcismos y curaciones extrañas, y anunciando sin autoridad alguna un mensaje desconcertante era una vergüenza para toda su familia (p. 47). Pero en realidad Jesús pretendía fundar un nuevo concepto de familia, «una familia nueva en donde se renuncia a toda autoridad patriarcal» (p. 290).
d) El núcleo de la predicación de Jesús es ciertamente la proclamación de la venida del reino de Dios. Pagola sostiene correctamente que el «reino de Dios es el núcleo central de la predicación Jesús» (p. 88) y que «Nunca explica en qué consiste» (p. 89). Luego, tras los pasos de Norman Perrin, aclara que «el reino de Dios es «una metáfora, o un símbolo» (ibid.). Pero, el reino de Dios, tal como Jesús lo presentaba, tenía que ser «algo muy sencillo, al alcance de las gentes (de Galilea)» (pp. 99-100).
Para Pagola, este Reino solo es futuro en su compleción y desarrollo final (pp. 109-111). El pensamiento del autor se ocupa sobre todo en resaltar cómo Jesús mezcla de modo novedoso dos concepciones extrañamente compatibles: un reino de Dios futuro y su presencia real ya en el momento de su propio ministerio. El reino de Dios es una realidad presente, sostiene Pagola, porque ya en su gestación misma: «El reino de Dios solo puede ser anunciado desde el contacto directo y estrecho con las gentes más necesitadas de respiro y liberación» (p. 87). A propósito de Lc 16,16, «La ley y los profetas llegan hasta Juan…», defiende que «En este dicho Jesús afirma que después de Juan ha llegado ya la realidad nueva del reino de Dios» (p. 96, n. 28). «Lo primero para Jesús es la vida de la gente, no la religión»… «Jesús no cura para probar su mensaje o reafirmar su autoridad. Cura movido por la compasión, para que los enfermos, abatidos y desquiciados, experimenten que Dios quiere para todos una vida más sana. Así entiende su actividad curadora: ‘Si yo expulso los demonios con el dedo de Dios, entonces es que ha llegado a vosotros el reino de Dios’»: Lc 11,20/Mt 12,28 (p. 100).
La prueba de que el reino de Dios es a la vez presente y futuro son ciertas parábolas jesuánicas: «El reino de Dios está ya aquí, pero solo como una semilla (parábola del sembrador, Mc 4,3-9, y de la semilla que crece sola Mc 4,26-29; de la mostaza, Mc 4,30-32), que se está sembrando en el mundo; un día se podrá recoger la cosecha final» (p. 110). El pasaje «El reino de Dios se ha acercado» (Mc 1,15) debe entenderse como ya presente a la luz de Lc 17,21, «El reino de Dios está entre vosotros». La traducción del griego entos hymin es «entre vosotros», mejor que «dentro de vosotros», pues para Jesús, ese Reino no es una realidad íntima y espiritual, sino una transformación que abarca la totalidad de la vida y de las personas (p. 95, n. 25). «Es desfigurar el pensamiento de Jesús reducir el reino de Dios a algo privado y espiritual…; es una fuerza liberadora al alcance de todos los que la acojan con fe» (p. 95). Captar la fuerza salvadora de Dios significa que el Reino está ya presente: «Este mundo no es algo perverso, sometido sin remedio al poder del mal hasta que llegue la intervención final de Dios, como decían los escritos apocalípticos. Junto a la fuerza destructora y terrible del mal podemos captar ahora mismo la fuerza salvadora de Dios, que está ya conduciendo la vida a su liberación definitiva» (ibid.). «Dios no viene a defender sus derechos (sobre Israel y la tierra), ni a tomar cuentas de quienes no cumplen sus mandatos. No llega para imponer su dominio religioso… Jesús no pide a los campesinos que cumplan mejor su obligación de pagar los diezmos y primicias… El reino de Dios es otra cosa. El reino de Dios consiste en liberar a todos de aquello que les impide vivir de manera digna y dichosa» (p. 98). «Lo que preocupa a Dios es liberar a las gentes de cuanto las deshumaniza y las hace sufrir» (p. 96). (Porque ha llegado el reino de Dios) «Jesús no habla ya de la ira de Dios, como el Bautista, sino de su compasión» (p. 98).
«Entrar en el reino de Dios es construir la vida no como quiere Tiberio, las familias herodianas o los ricos terratenientes de Galilea, sino como quiere Dios. Por eso entrar en el Reino es salir del imperio que tratan de imponer los jefes de las naciones y los poderosos del dinero»… No se apela a una intervención milagrosa de Dios, sino a un cambio de comportamiento que pueda llevar a todos a una vida más digna y segura (p. 107). El modo de conjugar presente y futuro del Reino es defender que «El reino de Dios ha llegado ya y su fuerza está actuando, pero lo que se puede comprobar en Galilea es insignificante. Lo que espera el pueblo de Israel y el mismo Jesús para el final de los tiempos es mucho más. El reino de Dios está abriéndose camino, pero su fuerza salvadora solo se experimenta de manera parcial y fragmentaria, no en su totalidad y plenitud final. Jesús invita a entrar ahora mismo en el reino de Dios, pero al mismo tiempo enseña a sus discípulos a vivir gritando: ‘Venga a nosotros tu Reino’».
«Jesús habla con toda naturalidad como algo que está presente y al mismo tiempo como algo que está por llegar. No siente contradicción alguna. El reino de Dios no es una intervención concreta, sino una acción continuada del Padre, que pide una acogida responsable, pero que no se detendrá, a pesar de todas las resistencias, hasta alcanzar su plena realización. Está germinando ya un mundo nuevo, pero solo en el futuro alcanzará su plena realización» (p. 109).
Pagola se pregunta «de dónde brota en Jesús esta manera de entender el reino de Dios», y afirma que lo que Jesús pensaba del reino de Dios presente no es una idea judía: «No es esto ciertamente lo que se enseñaba los sábados en la sinagoga, ni lo que se respiraba en la liturgia del Templo» (p. 99). Entre otras razones el reino de Dios es un concepto universalista: «Dios no reserva su amor solo para los judíos ni bendice solo a los que viven obedeciendo la Ley. También tiene compasión de los gentiles y pecadores. Esta actuación de Dios que tanto escandalizaba a los fanáticos, a Jesús le conmueve… Dios no quiere ver sufrir a nadie… Este es el Dios que está llegando» (ibid.). «Lo importante para él es que todos reconozcan a Dios y entren en la dinámica de su reinado. No es un asunto puramente religioso, sino un compromiso de profundas consecuencias de orden político y social» (p. 105). En síntesis: el reino de Dios presente y ya venido, según Pagola, es muy poco judío y el tono de su exposición se parece mucho al de los teólogos de la liberación.
Durante esta vida itinerante, señala tópicamente Pagola que Jesús se mostró novedosísimo al actuar como verdadero «amigo de las mujeres», un modo de proceder que rompía los usuales esquemas sociales, pues su respeto, compasión y simpatía eran totalmente desconocidos en su tiempo. Con ello, y otras acciones, Jesús pretendía fundar un concepto de familia nuevo, una familia sin la figura opresora del padre/patriarca (pp. 217; 226-227; 290-292).
e) Respecto a la función taumatúrgica de Jesús, Pagola sostiene (p. 62, n. 22) que no se puede probar la historicidad de cada uno de los milagros. Son relatos a menudo estereotipados que describen no tanto un suceso concreto cuanto el tipo de curaciones que hacía Jesús.
f) Sobre el juicio (final) que ha de proceder a la compleción del reino de Dios, afirma Pagola que (p. 174), frente al pesimismo catastrófico que impera en los sectores apocalípticos que lo ven todo infestado por el mal, Jesús anuncia algo sin precedentes… Dios está aquí y ello supone la victoria final de su misericordia»… y se supone que esa salvación es universal, para todos los humanos y no solo para los judíos (p. 100). Lo único que garantiza una sentencia divina positiva en ese trance terrible (Mt 25,31-46) es haber tomado el sendero deseado por Dios: «El camino que conduce a Dios no pasa necesariamente por la religión, el culto o la confesión de fe…, sino por la compasión hacia los hermanos pequeños» (pp. 193; 321). Matiza, sin embargo, nuestro autor que «Esta escena del juicio final no fue formulada así por Jesús, y que es solo comprensible en un tiempo posterior, cuando las comunidades cristianas creían en Jesús» (nota 31 de esa misma página).
g) ¿Qué pensaba Jesús de la Ley? No es fácil saberlo, sostiene nuestro autor, pues al parecer nunca se pronunció explícitamente a favor o en contra… El famoso pasaje de Mt 5,17-19 es una creación cristina (p. 249, n. 33; ¡de nuevo en