El contexto
Una vez establecida la finalidad de la intervención, para construir un mensaje auténticamente eficaz es necesario efectuar un análisis del contexto, es decir, preguntarse cuál es la ocasión en que debe hablarse.
«Cada lugar requiere una forma particular de hablar y un estilo apropiado» (Quintiliano).
Contexto es también el lugar físico en que la intervención se realiza, pero, por encima de todo, corresponde a la situación o circunstancia en la que nos encontramos en el momento de hablar.
La definición del contexto tiene gran importancia para decidir el estilo que se aplicará al discurso. El comportamiento, el «signo» comunicativo, adquiere un significado diferente dependiendo del contexto en el que se sitúa. Por este motivo, para una correcta interpretación, debe ser analizado teniendo en cuenta el contexto.
Además, dado que dicha circunstancia ha reunido al público, también esta influirá en sus expectativas.
La definición del objetivo comunicativo y el análisis de la audiencia y del contexto son de vital importancia para estructurar un discurso que sea realmente eficaz.
Comunicación: juego de influencias recíprocas
¿Cuál es, si existe, la diferencia entre informar y comunicar? Y, más específicamente, ¿qué significa comunicar?
Como siempre, partir de la raíz de la palabra ayuda a comprender mejor el significado y el uso. Informar, del latín informare, quiere decir «dar forma», mientras que comunicar tiene su origen en el término latino communis, «común», y significa «poner en común, compartir, entrar en relación con alguien»: el interlocutor, el destinatario del mensaje.
INFORMAR…
Informar, por tanto, da forma a algo, y este algo está constituido por la realidad. Como acto de «dar forma», confiere una estructura a lo real, lo ordena, lo clasifica y, gracias a este trabajo de reordenación, lo simplifica, lo hace más accesible, ayuda a moverse fácilmente en el mundo de la complejidad.
Donde existe circulación de información, los procesos de toma de decisión y operativos son más ágiles y simples. Consideraciones estas que afectan a todos los ámbitos de la realidad, tanto si se trata de la vida en el seno de una empresa como de nuestra actividad como ciudadanos o del ámbito privado.
Si bien, al igual que para comunicar, informar requiere dos o más sujetos, en este caso resulta más evidente la relación entre el sujeto y aquello que le rodea, entre el sujeto y la realidad. La transferencia de datos e informaciones entre emisor y receptor tiene la finalidad de hacer más simple la acción del receptor en su mundo, en un mundo «iluminado» por la información.
… Y COMUNICAR
El significado de comunicar se encierra, en cambio, en el término común – o, como sugiere el diccionario, «perteneciente a una comunidad de personas»—, palabra que nos conduce inmediatamente a aquello que fundamenta la comunicación: la relación entre individuos. En la comunicación no pesa tanto la relación con la realidad como la que existe entre emisor y receptor con respecto a ella.
También la comunicación pivota en torno a un objeto que, como en la información, es el mundo, pero no para darle forma, sino sentido.
«Básicamente, los individuos que comunican ponen en común una determinada visión del mundo; a través de la comunicación el mundo adquiere significado, tantos significados como comunicaciones sean posibles» (G. Arena).
Dado que la comunicación se ocupa de significados y no de datos, como sucede en cambio en la información, resulta evidente que la posibilidad de incidir sobre dimensiones no racionales, de activar la emotividad, de irrumpir en el reino de lo subjetivo está implícita en el proceso comunicativo.
Si quisiéramos representar gráficamente ambos conceptos, podríamos asociar la palabra informar a una línea recta unidireccional, como aparece a continuación:
y la palabra comunicar, además de a la línea de ida, también a una de retorno:
o bien a un círculo (el loop comunicativo):
Resumiendo, podemos definir el proceso de informar como un recorrido de una vía, mientras que comunicar siempre implica dos vías, una de ida y otra de vuelta.
Proceso de doble dirección que, en la relación directa emisor-receptor (si se trata de una relación entre dos o del intercambio comunicativo entre el orador y los presentes en la sala), siempre puede valorarse mediante la escucha y la observación directa.
Son precisamente estos dos actos, la escucha y la observación, los que permiten comprobar si la comunicación funciona o no, si se ha adoptado un acercamiento comunicativo adecuado o si es necesario «corregir el tiro».
LA INTERACCIÓN CIRCULAR
«Los sistemas interpersonales pueden ser considerados sistemas de realimentación, porque el comportamiento de cada persona influye y es influenciado por el comportamiento de cada una de las demás».
Con estas palabras Paul Watzlawick, investigador del Mental Research Institute de Palo Alto en California, nos sitúa en el meollo de lo que significa comunicar: un juego de influencias recíprocas.
El orador influencia a su público y es influenciado por este. El modo en que nos presentamos y en que mostramos nuestros argumentos provoca, produce una respuesta en el público. De manera similar, el comportamiento manifestado por el público frente a nosotros y nuestras palabras suscitará una reacción por nuestra parte.
La comunicación es una creación que se realiza entre dos: nosotros y el público. Pero ¿cómo podemos saber si funciona o no? De manera empírica. Mediante el ensayo y error. A través de la observación de nuestra audiencia y de su manera atenta, continua y concentrada de escuchar.
¿Cuál es la respuesta del público, verbal o no verbal, a nuestras palabras? ¿Nos está siguiendo o está bostezando? ¿Se mantiene atento, se siente atraído por nuestras palabras o bien parece distraído, ausente, en las nubes?
Sólo esta atención constante nos ayuda a valorar el resultado de nuestra intervención y nos permitirá, si es necesario, «cambiar de rumbo».
No consideraremos a ese grupo de oradores que se aferran a su presentación en Power-point y parecen olvidarse de que están allí para hablar a las personas. He visto a muchos a lo largo de los años y considero que no hay nada más aburrido que una intervención de este tipo. David Bernstein escribe:
«La comunicación es: quién dice, qué, a quién, a través de qué canal y con qué efectos. Es una actividad compleja, dinámica y continua, donde se producen muchos viajes de ida y vuelta. […] la comunicación es dinámica, cambia el conocimiento de los participantes e influye en las relaciones entre ellos».
Este proceso dinámico y complejo prevé algunos presupuestos, a partir de los cuales es posible llevar a cabo elecciones comunicativas eficaces.
Veámoslos.
No se puede no comunicar
«Si se acepta que el comportamiento en su conjunto en una situación de interacción tiene valor de mensaje, es decir, es comunicación, se deduce que, aunque nos esforcemos, no podemos no comunicar».
Frente a esta afirmación de Watzlawick, dan ganas de jugar un poco con el conocido cogito ergo sum cartesiano