Curso rápido para hablar en público. La voz, el lenguaje corporal, el control de las emociones, la organización de los contenidos…. Daniela Bregantin. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Daniela Bregantin
Издательство: Parkstone International Publishing
Серия:
Жанр произведения: Самосовершенствование
Год издания: 2016
isbn: 978-1-68325-019-7
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Sí.

      Creonte. ¿Sabías la suerte que le esperaría a quien osase rendirle honores fúnebres, quien quiera que fuese?

      Antígona. Sí, lo sabía.

      Creonte. ¿Acaso creías que ser hija de Edipo, la hija predilecta de Edipo, te bastaría para situarte por encima de la ley?

      Antígona. No. Nunca lo he creído.

      Creonte. La ley se ha hecho en primer lugar para ti, Antígona, la ley se ha hecho en primer lugar para las hijas del rey.

      (Versión de Anouilh)

      Antígona muere, pero en realidad vence porque su discurso nos ha convencido a todos. El secreto reside en la perfecta adecuación al registro lingüístico, así como a las pausas métricas. Esa es la coherencia del discurso.

      Página de apuntes

PÁGINA DE APUNTES

      ♦ La experiencia, la práctica de hablar en público, es la manera de adquirir soltura y mejorar la propia capacidad.

      ♦ Ethos, pathos, logos: las tres claves del orador según Aristóteles.

      Ethos: congruencia entre la palabra y la acción. El orador resulta creíble al público si existe correspondencia entre lo que comunica su lenguaje verbal y lo que dice su lenguaje no verbal.

      Pathos: el lenguaje de las emociones. Si el discurso no se dirige al corazón del público, además de a su mente, hay menos posibilidades de llegar a ser incisivo.

      Logos: el poder de la argumentación. Para ser convincente el orador ha de demostrar las tesis sostenidas en el discurso.

      Lección II

      Comunicar: pensamiento en acción

      Los polos de la comunicación

      «Es necesario, en primer lugar, considerar quién es el orador, quiénes son los jueces y quiénes los oyentes (así como es lícito usar un lenguaje diferente dependiendo de a quién se tiene delante y de quién debe juzgar, las mismas consideraciones sirven a propósito del modo de pronunciar el discurso: en lo que respecta a la voz, los gestos, el modo de caminar, no conviene comportarse del mismo modo frente al emperador, el senado, el pueblo, los magistrados, en un proceso privado o público, en una petición al juez o durante una causa…); en segundo lugar, es necesario considerar el argumento del proceso y el resultado que se quiere obtener».

      Tal como se deduce de las palabras de Quintiliano, la comunicación se compone de diferentes factores que se relacionan recíprocamente. Para comunicarse es necesario que exista:

      • Un emisor, aquel que inicia la comunicación.

      • Un destinatario, aquel que la recibe.

      • Un mensaje, que es el vínculo entre ambos sujetos.

      «El discurso consta de tres elementos: aquel que habla, aquello de que se habla, aquel a quien se habla. El objetivo del discurso se dirige a este, es decir, al oyente» (Aristóteles, Retórica, I, 3).

      Para que el proceso esté garantizado, es indispensable que exista un código, compartido por emisor y destinatario, que permita la comprensión del mensaje.

      La comunicación es siempre una acción orientada a un objetivo: alcanzar a un interlocutor con un mensaje a través de un canal en un determinado contexto (como el mismo Quintiliano subraya). El proceso se puede considerar concluido cuando se produce una respuesta por parte del destinatario, llamada feedback.

      En otras palabras, la comunicación responde – según el modelo de Lasswell-Braddock— a las preguntas:

      ¿QUIÉN COMUNICA? – emisor

      ¿QUÉ SE COMUNICA? – mensaje

      ¿A QUIÉN? – destinatario

      ¿POR QUÉ MEDIO? – canal

      ¿EN QUÉ CIRCUNSTANCIAS? – contexto

      ¿CON QUÉ FINALIDAD? – objetivo

      ¿CON QUÉ EFECTOS? – resultado

      EL EMISOR, ES DECIR, EL ORADOR

      ¿Quién es el orador? Es aquel que debe realizar una travesía del modo más eficaz posible y sin perder a ningún miembro de la tripulación.

      La comunicación es, en efecto, el establecimiento de una relación, cuyos logros se miden de acuerdo con el interés mostrado por el público.

      «El ojo del público es el primer elemento útil. Si uno percibe este examen minucioso como una auténtica y continua petición de que nada sea gratuito, de que nada pueda nacer de la flaqueza, sino, por el contrario, de que todo surja de la continua vigilancia, comprende que el público no tiene una función pasiva. No necesita manifestarse para participar. Lo hace constantemente con su presencia. Dicha presencia debe sentirse como un auténtico desafío, como un imán frente al cual no nos podemos “dejar ir”» (P. Brook).

      Controlar el efecto

      Se debe prestar atención no tanto a aquello que se quiere decir como al efecto que causa, porque «el “significado” de un mensaje está determinado por las reacciones que provoca, más que por la intención del emisor mientras lo transmite» (S. Lankton).

      Si digo fisco y entiendes fiasco, la responsabilidad es mía. Es necesario dejar de fijarse en la intención para observar el efecto.

      Al interlocutor, por otra parte, le interesa aquello que percibe; por tanto, el orador tiene una responsabilidad en el éxito de la comunicación que el público no tiene.

      Los interrogantes del orador

      ¿Cuál es el objetivo de mi comunicación? Es fundamental definir con claridad el punto de llegada de nuestro discurso. ¿Queremos informar, divertir o convencer?

      La identificación del objetivo y el conocimiento del público permiten al orador definir el contenido y el estilo del discurso. ¿Qué creemos que tenemos que decir a nuestro interlocutor que sea importante o necesario para aumentar sus conocimientos y competencias o conseguir un comportamiento nuevo?

      La primera consideración útil para el orador es que todos, cuando encontramos a un desconocido, tendemos a «clasificarlo». Cuando el público nos ve por primera vez, intenta etiquetarnos, darnos un imprinting.

      Así pues, la forma en que nos presentemos resultará decisiva: las personas interpretan las palabras que decimos a través de la impresión que damos. La duración estándar de un mensaje publicitario es de 24 segundos. Es el tiempo que necesita nuestro interlocutor para decidir si le gustamos o no.

      Seguridad en uno mismo

      ¿Cómo esperamos que sea el orador? ¿Cómo debe mostrarse?

      El orador debería expresar seguridad en sí mismo, es decir, adoptar «la actitud que, en cualquier situación, defina claramente su propia posición, darla a conocer, defenderla sin agresividad, admitiendo posiciones diferentes por parte de los demás» (E. Schuler).

      Un comportamiento, en suma, que refuerza la propia imagen y los contenidos del discurso comunica profesionalidad y convicción, pero, al mismo tiempo, muestra apertura respecto a los interlocutores, empatía y respeto hacia las ideas y posiciones divergentes.

      EL RECEPTOR, EL PÚBLICO

      «Fue una gran representación. ¡Desgraciadamente, el público no era el adecuado!» (B. McRae).

      Para que una intervención pública sea eficaz debe centrarse en el público. Parece una obviedad, pero veamos qué explica al respecto Jack Welch, presidente durante veinte años de la compañía General Electric, en su biografía Jack Welch: descubra la sabiduría del líder más admirado.

      «Había