Formas de vida. Jacques Fontanille. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Jacques Fontanille
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789972454608
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tipos propuestos se definen como maneras de asumir un recorrido en un espacio público, real o virtual, en general, cualquiera que sea la temática, acceden al estatuto de formas de vida. Entonces encontramos los elementos constitutivos del principio axiológico de base: perseverar en su curso, perseverar en la repetición de sí mismo o en su intención estratégica, perseverar en el mantenimiento de su objetivo o perseverar admitiendo cambiar al menos provisionalmente. Y así es como se distinguen el agrimensor, el sonámbulo, el profesional y el despreocupado, según las modalidades rítmicas y pasionales de su perseverancia tensa y voluntaria o fluctuante y veleidosa.

      La categoría axiológica de base, sobre la cual se apoyan las «formas que permiten a la vida» continuar, será la de una continuación problemática, sobre la cual sabemos, después de las propuestas ya antiguas de Claude Zilberberg (1991), que se opone principalmente a la continuación y a la detención:

      • La «continuación de la retención» es una contención y una resistencia opuesta al principio de persistencia; en suma, una contraperseverancia.

      • La «detención de la continuación» es una interrupción, una relajación de la persistencia que transforma un obstáculo provisional en límite final de lo que está en curso.

      • La «continuación de la continuación» es la persistencia-perseverancia en cuanto tal.

      • La «detención de la detención» es otra forma de la relajación, que transforma un obstáculo en simple peripecia, arrastrada por la fuerza de la perseverancia.

      Se puede, pues, mantener o relajar, sea la perseverancia, sea la contraperseverancia. El solo enunciado de algunas de esas figuras muestra que únicamente el principio de perseverancia no basta, porque sus condiciones modales y pasionales presuponen igualmente una contraperseverancia. Hasta ahora, a fin de mantenernos en los límites de una descripción del perseverar en su curso, no hemos contemplado los obstáculos, las bifurcaciones y las diversas amenazas que pueden influir sobre el curso de vida más que en su contingencia y en su surgimiento puntual y aleatorio. Pero es evidente que no es posible quedar ahí, y que, aunque solo fuera por consideración de la otra dimensión del perseverar: la de la identidad de sí-mismo, la amenaza sobre el curso de vida tiene que ser examinada globalmente, como una resistencia potencial y continua a la perseverancia. Y recíprocamente.

      La existencia postulada de esa contraperseverancia confiere todo su sentido a las iniciativas y a las decisiones del actante existente: él acepta o él rechaza, él conserva o él relaja, por turno o continuamente, la regla de la continuación o la de la detención. La contraperseverancia diseña otro horizonte para el curso de vida, otros cursos posibles, alternativas y opciones distintas. El actante existente puede, entonces, darse al mismo tiempo capacidad para reactivar o para transformar la forma de vida en curso, para admitir o rechazar las ocasiones de cambiar de curso, para inventar por sí mismo el contenido de los posibles y de las alternativas. En breve, para innovar.

      La existencia de una contraperseverancia así comprendida nos salva en cierta medida del conformismo: en todo momento, perseverar en su curso puede conducir a inventar o a comprometer el porvenir, y a proyectar nuevas formas de vida sobre la forma en curso.

      Capítulo II

      Maneras de vivir y de sentir: definir y describir las formas de vida

       COHERENCIA Y CONGRUENCIA DE LAS FORMAS DE VIDA

      Evocar el «sentido de la vida» consiste en volver de nuevo a la cuestión original: ¿cómo pasar de un puro afecto, proporcionado por el sentimiento (positivo o negativo) de vivir, a un proceso que tenga sentido? Para Wittgenstein (2002), ese era el «problema de la vida»:

      La solución del problema que tú ves en la vida es una manera de vivir que haga desaparecer el problema. […] Que la vida sea problemática quiere decir que tu vida no está de acuerdo con la forma de vivir. Es necesario que tú cambies tu vida, y si se pone de acuerdo con tal forma, el problema desaparecerá. (pp. 251-252)

      El problema de la vida, y la cuestión planteada –¿cuál es el sentido de la vida?–, encuentran una respuesta en la «manera de vivir » que anule la cuestión y el problema. La explicación que de eso se sigue –adecuación o inadecuación a una forma de vida reconocible– confirma esa respuesta «sintagmática». La cuestión del sentido de la vida biológica (en la biosfera) no tiene sentido, puesto que no podemos elegir estar en la vida. En cambio, la cuestión tiene sentido en la semiosfera y la respuesta es de naturaleza sintagmática: el hecho mismo de plantear la cuestión instala una reflexividad (una actividad consciente de sí misma, diría Vernadsky), testigo de un malestar que revela una inadecuación experimentada entre la vida tal como es vivida y algo que sería una forma de vida identificable.

      Pasar del «problema de la vida » a una «manera de vivir », y luego a una «forma de vida», consiste en poner en proceso un puro afecto, «malestar» del que va a surgir una problemática semio-filosófica completa. ¿Malestar en la vida? El remedio está en el proceso: en buscar la «buena forma» para atenuar el malestar. No se trata, pues, de encontrar el o un sentido de la vida, sino de ser capaces de darle sentido, y tal es el rol de esa puesta en proceso. Convertir el sentimiento de existir en un proceso de existencia y en modos de persistencia, desplegar la existencia en el tiempo y en el espacio, someterla a reglas y a exigencias de articulación sintagmática: tal es la condición mínima para que la vida pueda recibir «sentido». El principio es de orden filosófico, el método para comprender los efectos será de naturaleza semiótica.

       El sentido de un curso de vida reside en un esquema sintagmático

      Greimas y Courtés escribían en Semiótica. Diccionario razonado de la teoría del lenguaje (1982), a propósito del esquema narrativo canónico:

      El esquema narrativo es como un marco formal en el que viene a inscribirse el «sentido de la vida» con sus tres instancias esenciales: la calificación del sujeto, que lo introduce en la vida; su «realización» por lo que «hace»; y la sanción –a la vez retribución y reconocimiento– que es lo único que garantiza el sentido de sus actos y lo instaura como sujeto según el ser1.

      El «sentido de la vida» se inscribe en una «forma» (la secuencia de tres tipos de pruebas). El razonamiento comienza con estructuras de enunciados narrativos, examinados a partir de corpus folclóricos y, pasando por una serie de extrapolaciones sucesivas (a todos los textos, a todos los géneros narrativos, y luego a toda serie de acciones significantes), alcanza un nivel de generalidad suficiente hasta llegar a las «formas de vida». Así pues, se trata de una forma sintagmática de la vida colocada bajo las exigencias de la narratividad, y eso en los primeros tiempos de la semiótica estructural y generativa.

      Hay otras formas sintagmáticas imaginables, pero volveremos sobre esto a su tiempo y momento. Por ahora importa la naturaleza del razonamiento que conduce del enunciado lingüístico y textual a la forma de vida: por generalizaciones sucesivas, por extensión progresiva de las posibilidades de análisis y del campo de pertinencia, lo que no era más que formas de textos particulares se convierte, por niveles escalonados, en forma de la experiencia en general. En esta ocasión, una experiencia elemental y genérica: la de la vida misma.

      Teniendo en cuenta el esquema narrativo canónico, inmediatamente advertimos que la «forma» narrativa que da sentido opera selecciones muy fuertes sobre la «sustancia» (vital). Por el lado de la sustancia, en efecto, la primera etapa de la vida es el nacimiento, y la última es la muerte; por el lado de la forma (el esquema narrativo canónico), la primera etapa es la calificación, y la última, la sanción. Nacer a la vida en cuanto sustancia no es más que un límite inicial, y es preciso proyectar sobre él una forma sintagmática particular para que se convierta en significativa.