Identidad espiritual | Diferenciación espiritual | |
Identidad física | Totemismo | Naturalismo |
Diferenciación física | Animismo | Analogismo |
• Animismo. El sistema en el que los no-humanos tienen los mismos atributos de interioridad que los humanos, pero se distinguen por sus caracteres físicos, es el animismo. Las propiedades atribuidas a los no-humanos hacen de ellos los términos de relaciones sociales, principalmente con los humanos.
• Totemismo. El sistema que identifica a los humanos y a los nohumanos a la vez en el plano físico y en el plano de la interioridad, y que diferencia grupos mixtos entre sí (clanes humanos + especies no-humanas), es típico del totemismo, puesto que el tótem es la figura que focaliza una «creencia de identificación durable» de un clan humano con una especie animal. Gracias a la mediación del tótem, un clan se identifica por el espíritu y por el cuerpo con la representación de una de las especies nohumanas. Los no-humanos se convierten así en los signos de las divisiones sociales humanas.
• Analogismo. Es un sistema social en el que no hay más que diferencias entre las propiedades físicas y morales de los humanos y/o los no-humanos. La creencia de identificación se basa en correspondencias analógicas entre singularidades, y ese sistema se denomina analogismo. El analogismo es la única solución para hacer inteligible un mundo caracterizado por la doble diferenciación de las interioridades y de los cuerpos.
• Naturalismo. El sistema social que propone la identidad física natural entre humanos y no-humanos, y que los diferencia por la interioridad, es el naturalismo, porque una naturaleza universal y homogénea es el referente de ambos. Únicamente la sociedad naturalista decide que la «naturaleza» no es más que la parte universal del mundo inteligible, y que este último no puede ser completamente comprendido si no se lo confronta con la otra parte, plural y diversa, la de las «culturas».
Los «modos de identificación» de Descola definen cuatro grandes regímenes de creencia de identificación que organizan las sociedades de los seres vivientes. Cuatro grandes tipos del «vivir con», claramente propuestos antes de proceder a hacer la distinción entre naturaleza y cultura. Solo uno de ellos, el naturalismo, tiene necesidad de la cultura para fundar el dominio de identificación específica de los humanos. Esos modos de identificación reúnen, por consiguiente, «macrofamilias» de formas de vida (como se puede hablar de «macrofamilias» de lenguas), definidas por el régimen de creencia de identificación al cual las sociedades se adhieren.
Modos de existencia y formas de existencia sociales11
Como prolongación de las propuestas de Descola, Bruno Latour se esfuerza por definir una antropología multinaturalista y multiculturalista. Dado que rehúsa proponer previamente la distinción entre naturaleza y cultura, elige tratar de la existencia.
Existir es persistir, es continuar siendo, y no solamente «ser», y también es tener razones para continuar, que son modos de persistencia. En las sociedades «naturalistas», las culturas son discontinuas porque son diversas, y es posible proyectar sobre ellas la continuidad de las «formas de vida», puesto que pueden tomar por referente la permanencia y la universalidad de la naturaleza. Sin embargo, desde el momento en que la naturaleza no se distingue de la cultura, desde que puede ser considerada tan plural y discontinua como la cultura, el fondo de estabilidad universal se esfuma y es necesario encontrar otro referente para la existencia social, para el «vivir con». Para Bruno Latour, ese otro referente son los modos de existencia y los regímenes de enunciación. La existencia y sus modos no distinguen entre naturaleza y cultura; se declina en maneras de existir y de persistir en la existencia colectiva.
El referente se define, pues, a partir de una pregunta existencial: ¿a qué debemos atenernos si no es a nuestra vida? ¿A qué debemos atenernos si no es a nuestras vidas individuales, para asegurar la continuidad de la existencia? En otros términos, cada sociedad podría preguntarse: ¿de qué cosa podríamos decir que si la perdemos, moriremos como civilización? El referente de los modos de existencia de Bruno Latour comporta una docena de esas formas de persistencia en la existencia colectiva12.
Y, como los modos de existencia determinan y declinan razones de existir y maneras de persistir, dicen e instauran el sentido de la existencia colectiva. Por eso Latour puede hablar por extensión de regímenes de enunciación. La pregunta planteada: «¿qué nos mantiene colectivamente en la existencia?» y la respuesta aportada por esos regímenes de enunciación tienen un perfume spinozista. La perseverancia en el ser, en Spinoza (2007), es el conatus, que es compartido por todas las cosas que existen, ya sea el hombre, la naturaleza o Dios. El referente spinozista no es más que una propiedad de todos los cursos de existencia, el conatus (el «esfuerzo») mismo, que es inmanente a la existencia misma: no conoce determinación exterior a la «cosa en ella misma». Existir es persistir, y si se trata de la persistencia en la experiencia de los seres vivientes, especialmente humanos, persistir es perseverar. La experiencia de la persistencia es la perseverancia. Los modos de existencia que constituyen las formas de vida humanas son, entonces, maneras de perseverar.
Con respecto a Descola, quien define las «macrofamilias» de formas de vida a escala planetaria, Latour describe, a través de sus modos de existencia, las «familias» de formas de vida propias de las sociedades occidentales. Pero, al igual que la semiosfera de Lotman, los modos de existencia de Latour no son «semióticas» y no comportan semiosis propias: son condiciones para que las semiosis sean posibles; condiciones generales para la semiosfera y para los modos de identificación antropológicos, y condiciones particulares (Latour habla de «condiciones de felicidad») para los modos de existencia. Con estas condiciones, tanto formas de vida como semiosis pueden tener lugar.
Nuestro proyecto se inscribe en este marco general, sin ambición de exhaustividad en este estadio de la investigación, pues nos esforzamos solamente por comprender cómo cada forma de vida puede ser constituida como una «semiótica-objeto», así como, para prolongar el acercamiento con la lingüística general, los lingüistas se esfuerzan en caracterizar las lenguas antes de interesarse en las familias y en las macrofamilias de lenguas.
Ese marco implica, sin embargo, dos dimensiones que deberán ser tomadas en cuenta en la construcción de las formas de vida, a fin de asegurar su contribución a esas clasificaciones más generales y englobantes: por un lado, los modos de identificación social, que caracterizan eso que nosotros hemos propuesto como hipótesis, a saber, la existencia de regímenes de creencia propios de las formas de vida, de creencias de identificación; y por otro lado, el principio de los modos de existencia sociales considerados como maneras de persistir socialmente.
La noción de modos de existencia propuesta por Latour queda ahora situada en relación con la de formas de vida, y desde la perspectiva de su construcción semiótica, proponemos denominarlas en adelante formas de existencia sociales, en referencia a su rol de condiciones particulares para la constitución de formas de vida, y también para distinguirlas claramente de los modos de existencia semióticos (virtual, potencial, actual, real) que describen las fases epistemológicas que conducen del sistema inmanente a la manifestación.
EL PUNTO DE VISTA SINTAGMÁTICO
Vivir es sobrevivir: el esquema de la perseverancia
En las macroexperiencias del «vivir con» y en las experiencias que