d) Finalmente, como corolario al esencialismo estratégico, debemos prestar atención a la deconstrucción del privilegio (social, cultural y epistémico, como consecuencia del logocentrismo y del etnocentrismo), un proceso necesario para poder abrirse a la identidad del otro e interactuar de modo paritario y democrático. Esta tarea la define Spivak como unlearn one’s privilege as one’s loss, es decir, la necesidad de des-aprender para liberarse de los prejuicios; por ende, así se cuestiona la violencia epistémica implícita en el poder tecnológico.53
3.6 Desde la violencia a la justicia epistémica
Para completar el razonamiento, diría que el digital divide es el producto de carencias educativas y que se soluciona por medio de la distribución del saber, esto es, por la educación. La crítica poscolonial define el logro de niveles equitativos en lo que se refiere al saber, como justicia cognitiva o epistémica.
Entre los obstáculos para una justa distribución del conocimiento deberíamos considerar, sobre todo, la educación como negocio y la ilusion de la superioridad de la cultura científica sobre la humanística; en ambos casos se difunde una visión cuantitativa de la cultura, que permite valorar solo lo que se puede medir en publicaciones, informes y estadísticas. Como dice van der Velden:
El hecho de definir el conocimiento en términos de unidades medibles, como libros, productos tecnológicos, derechos de autor, número de graduados, etc., implica que los que no tienen una educación formal no tienen conocimientos válidos; ignora lo que no puede ser patentado, como el saber que no es comercial o que es el producto de una comunidad; en suma, ignora todo saber que la gente expresa en formas que no son medibles según los indicadores formales.54
Volvemos a la cuestión que planteamos inicialmente, es decir, si los avances científicos y tecnológicos deben considerarse más importantes que el progreso humano en general. Y, además, ¿la cultura académica de importación es siempre mejor y debe necesariamente imponerse a los saberes y a las tradiciones indígenas? Por responder superficialmente a estas interrogantes, a menudo las instituciones educativas de los países en vías de desarrollo, como el Perú, producen obreros tecnológicos, en lugar de formar seres humanos y ciudadanos conscientes, responsables y, sobre todo, creativos y proactivos. Van der Velden señala, muy a propósito, que la categoría que establece la conexión entre la creatividad y la identidad social y cultural es la autopoiesis:
Desde un punto de vista autopoiético, proponen no mirar a lo que es el conocimiento en sí, sino a cómo este es socialmente producido y posicionado. En la teoría autopoiética, “conocer es una acción concreta, esto es, que opera efectivamente en la existencia de los seres vivos”, o, en otras palabras, “todo saber es hacer y todo hacer es un saber”. Según la propuesta de Maturana y Varela, el saber se define como una valoración proyectada por algún observador. No hay saber sin un ser que conoce.55
4. El papel de la estética, del arte y de sus instituciones
Toda esta atencion a la poiesis tiene un aspecto filosófico que me parece oportuno resaltar: el nihilismo posmoderno es una oportunidad y una apertura que no renuncia a la verdad, a las jerarquías de valores y al telos, aunque toda búsqueda de verdad y de identidad, para evitar tentaciones autoritarias, tenga que hacerse, como hemos visto, en sentido estratégico y poiético.
En cuanto herramientas poiéticas para la construcción de sistemas de pensamiento, de esencias e identidades, la estética y el arte pueden defender la libertad del telos. Aquí es donde el problema estético se muestra en toda su evidencia, porque el arte, por el contrario, hace del nihilismo una estructura funcional —como ha dicho Gadamer— a la conciencia estética y al arte por el arte y a su sistema institucional.56 La contradicción entre el nihilismo libertario de fachada del sistema del arte y el dogma estético que subsiste en la realidad, ha sido muy bien ilustrada por Mariátegui:
El hombre no puede marchar sin una fe, porque no tener una fe es no tener una meta. Marchar sin una fe es patiner sur place. El artista que más exasperadamente escéptico y nihilista se confiesa es, generalmente, el que tiene más desesperada necesidad de un mito.57
Es mérito de Mariátegui haber subrayado la importancia que desempeñan factores como la creatividad, la cultura y las tradiciones, los mitos y las utopías, en la conformación de la personalidad y en la autoestima de un hombre y de una sociedad. Y ahora sabemos que el componente crítico del digital divide está exactamente en la relación de dichos elementos con el saber tecnológico. El control de la tecnología se da de modo democrático sólo eliminando los obstáculos culturales, educativos y estéticos que limitan la posibilidad de recibir y crear tecnología.
Ambos aspectos tienen que examinarse y considerarse como una totalidad; una de las hipótesis de este trabajo es que la comprensión (no solo estética) de los medios digitales no puede cumplirse de manera exitosa sin abordar integralmente su complejidad. Para abordar semejante complejidad habría que, en primer lugar, actualizar algunas cuestiones estéticas todavía abiertas; en segundo lugar, estudiar los problemas de la difuminación entre lo natural y lo artificial; y, por último, examinar los términos de la relación entre arte, comunicación y educación.
4.1 Cuestiones abiertas
Entre las cuestiones abiertas está el problema, planteado por Benjamin, de la pérdida del aura, donde habría que explicar cómo ha generado el star system y la industria cultural. Este proceso se ha manifestado, primero, con la fotografía y el cine;58 luego, con el video; finalmente, con lo digital, que por su alcance global y su actuación en tiempo real, presenta aspectos todavía desconocidos.
Después habría que investigar el proceso de desmaterialización que se produce por digitalizar y la consecuente pérdida de la “cosa” concreta,59 lo que transforma todos los objetos en imágenes y permite su manipulación simbólica y estética, precisamente como si todos ellos fueran obras de arte. La dificultad parece presentarse a partir del hecho de que dicha estética es siempre la estética del genio y de su arbitrariedad epistémica y ética.60
La tercera cuestión consiste en que, con lo digital, la estetización de la realidad, típica de la sociedad del espectáculo, se extiende al dominio epistemológico, porque con las simulaciones es posible jugar, permutar y combinar conceptos, procesos y fenómenos naturales y artificiales (la unión entre informática y genética, vista en el inciso anterior, es ejemplar).
Por último, hay que repensar el sistema institucional del arte, pues los enlaces entre el arte por el arte, los simulacros y los intereses económicos de las instituciones culturales generan el mercantilismo y la banalización del arte y la cultura. Según Douglas Crimp, “Hay otras instituciones de confinamiento maduras para el análisis según el punto de vista de Foucault —el museo— y otra disciplina —la historia del arte”.61 Entendemos el museo como el lugar paradigmático donde se establece la violencia epistémica en nombre de la conciencia estética y del esencialismo etnocéntrico, logocéntrico e ideológico. Se produce violencia epistémica porque el sistema de la industria cultural aísla los problemas concretos, los abstrae en un museo y los convierte en un modelo estético universal. El museo, por ende, es todo lugar donde el subalterno no puede hablar. Ahora bien, en el proceso de museificación de la cultura participan el software, las redes de comunicación e internet,62 porque la simulación, mediante modelos lógico-matemáticos, abstrae los procesos naturales y artificiales de su contexto real y los vuelve virtuales, forzándolos dentro del espacio de la información, exactamente como una obra de arte se transforma en pieza de museo. Así que internet puede considerarse como una gigantesca wunderkammer y como el lugar privilegiado donde se manifiesta la violencia epistémica, aunque se pretenda vender el ciberespacio como una mina de material intelectual gratuito y democrático