Lo siguiente se refiere a la estética:
a) Actualidad y utilidad del arte. Como posible contribución a la identidad cultural, tendremos que relacionar la creatividad, la forma y sus procesos generativos, con la construcción de significados y valores; por lo tanto, con la verdad y el saber. Se lanza desde aquí un reto epistemológico: investigar la relación entre arte, ciencia y tecnología; esto es, entrar realmente en la posmodernidad.
b) El sentido de la forma. La pregunta es acerca del valor epistemológico de la forma y de su dimensión social. La forma supera el sentimiento y la sensacion individual, y alcanza su dimensión social, porque los valores formales y la belleza son el producto de procesos sistémicos, multiautor e interdisciplinarios.
c) La estética emergente. La globalización cultural y tecnológica, la interactividad y la multimedialidad, evidencian una nueva jeraquía en los valores estéticos. La prioridad del proceso, la dinámica entre la naturaleza colectiva e individual del arte y sus relaciones con las herramientas tecnológicas, son tópicos que, a pesar del sinnúmero de eventos, ferias y exposiciones que ya se dedican a lo digital, todavía se han abordado solo superficialmente.
Capítulo 2
Lo sublime: el punto de vista tecnológico
Hay un cierto espíritu de las pequeñeces (esprit des bagatelles) que muestra una especie de sensibilidad delicada, pero dirigida precisamente a lo contrario de lo sublime. Es el gustar de algo por ser muy artificioso y difícil, versos que pueden leerse hacia abajo y hacia arriba, enigmas, relojes diminutos, cadenas sueltas, etc. [...]. 1
En alemán, Kunst (arte) deriva de Konnen (poder); quien no puede […] tiene intenciones. 2
Como se ha visto en el capítulo anterior, lo estético pertenece tan estructuralmente a la cultura posmoderna, que llega a involucrarse con la temática de la neocolonización, obligando a estudiar, desde nuevos puntos de vista, dominios ya explotados, como la sociedad del espectáculo o del simulacro. En este renovado interés para la estética deben incluirse —aquí está la novedad— teorías y prácticas derivadas de las ciencias que investigan el caos y los sistemas dinámicos, los procesos generativos, los fractales o las aplicaciones artísticas de la genética y de la vida artificial.
Todos estos nuevos temas giran, en cierto modo, en torno al concepto de sublime, que así retoma actualidad. Lo sublime, por ejemplo, se cuestiona con lo bello en los procesos emergentes y generativos, que son temas de mucho interés en las ciencias de la computación o en el arte digital.
Sin embargo, la dinámica entre lo sublime y lo bello debería ser repensada, sobre todo para rescatar la función de este último, a pesar de que ya no será lo que tradicionalmente era. Una prueba notable de esto es la insistencia de las formas obsoletas, decorativas y comerciales de lo bello (el tecnokitsch), que, como veremos, comprometen tanto el potencial innovador y las funciones culturales y sociales de las nuevas tecnologías, como las propuestas educativas y artísticas que intentan aprovecharse de sus beneficios. Se tratará de demostrar, pues, que la falta de criterios críticos es parte constitutiva de la neocolonización cultural, que, como dijo Mariátegui, es proporcional a la debilidad creativa de una sociedad.3
Hay que decir que la dinámica sublime-bello refleja las contradicciones de la sensibilidad posmoderna, que oscila, filosóficamente, entre la metafísica y el nihilismo y, éticamente, entre la libertad total de los valores y el miedo a la responsabilidad que dicha libertad requiere. El compromiso, consciente o no, en el consumismo tecnológico es, entonces, una tentación o un riesgo siempre presente; es en este sentido que trataré de discutir la teoría del “sublime tecnológico” y las tendencias deconstructivas que esconde, para volver a un sentido más responsable de la creatividad y como forma de reaccionar positivamente a los retos de la posmodernidad y de la globalización.
1. Notas preliminares sobre lo sublime
Para fijar nuestros ejes de reflexión (que a lo largo apuntan a una estética del software), comenzaremos desde Kant, cuyas palabras delimitan muy claramente los campos de lo sublime y de lo bello: “Altas encinas y sombrías soledades en el bosque sagrado son sublimes; platabandas de flores, setos bajos y árboles recortados en figuras son bellos”.4 Ahora, si bien es cierto que el discurso sobre lo sublime y su relación con lo bello nace y se desarrolla principalmente gracias a Kant, los responsables de sus contradicciones modernas son, en realidad, sus sucesores, y veremos lo que esto significa analizando la teoría de lo bello musical de Hanslick. De todos modos, Kant ha marcado de modo peculiar la interpretación de lo sublime de la estética contemporánea, sobre todo, como ha dicho Gadamer, con respecto a la problemática entre el arte, la belleza y la verdad que caracteriza el arte del genio.5 Para Kant, lo sublime no pertenece al arte, porque este es un dominio hecho a la medida del hombre; pero lo importante, desde el punto de vista de la tecnología, es que es precisamente para ir más allá de esa medida que el arte comienza a interesarse por lo sublime. Entre las posibilidades de la tecnología digital y del ciberespacio, lo que fascina a muchos artistas y teóricos es lo indeterminado e inconmensurable, aunque, en la mayoría de los casos, sin que se llegue a entender cuán profundamente el problema de la verdad, irresuelto en la perspectiva kantiana del genio, pueda afectar también a lo tecnológico.
1.1 Sublime matemático y dinámico, computadoras y ética
Desde este punto de vista, son indicativos los aspectos matemático y dinámico del sublime kantiano. El sublime matemático es cuantitativo, y se refiere al número; el sublime dinámico es cualitativo, y se refiere a la fuerza y la capacidad de modificar la realidad. Lo sublime, en ambos casos, es de todas maneras ilimitado y, como dice Kant, “absolute, non comparative magnum”. La fuerza de lo sublime dinámico produce temor porque no hay facultad humana capaz de resistirla. Derrida dice, muy acertadamente, que por esto lo sublime transmite o produce una sensación negativa: es más un abismo que un cielo; es deconstructivo y destructivo.6
Ambas caras de lo sublime se reflejan en los procesos computacionales: en la computadora existen, al mismo tiempo, el aspecto matemático y el dinámico. Se almacena una cantidad gigantesca de informaciones, la cual necesita una adecuada potencia de elaboración (igualmente colosal). Las tecnologías de la información atraen y espantan, precisamente, porque manejan procesos inconmensurables para los seres humanos. Por ejemplo, los aplicativos para la gestión de los sistemas informativos, como los data warehouse, deben apoyarse en algoritmos de inteligencia artificial o genéticos para complementar, o hasta suplantar, nuestros cerebros, incapacitados para manejar semejantes magnitudes.
Estéticamente, lo sublime produce el placer negativo del miedo, pero, al mismo tiempo, es gracias a lo sublime, como ha enseñado Schiller, que la ética puede relacionarse con el dominio del arte; esto porque la presencia de lo sublime produce la conciencia del límite, la necesidad del parergon (del marco), el sentido del peligro del abismo y de lo que sobrepasa nuestros poderes. Y la conciencia reacciona y se sustrae al abismo, generando el auténtico sentimiento ético y moral. Para Schiller, en otras palabras, lo ético se instaura porque el espíritu se hace consciente de su pequeñez y de sus límites; la dignidad moral es, entonces, la capacidad de elevarse, con el espíritu, más arriba de las imperfecciones.7
Se entiende aquí, me parece, porque en la contemporaneidad la crisis de lo bello es simétrica al auge de lo sublime. Ambos procesos, sin embargo, nacen