En efecto, como ha señalado Moraga Valle, Mariátegui anticipó varios temas de la crítica poscolonial; por ejemplo, la importancia del lector y de la relación entre quien escribe y el sujeto y el lugar donde se lee,22 así como varios aspectos de la violencia epistémica, del logocentrismo y de la reconstrucción.23 Hacemos hincapié en Mariátegui para reiterar que la identidad cultural, la interpretación y, sobre todo, la creatividad deberían considerarse como tópicos de los más urgentes.
1.3 Goethe, Fausto, la tecnología y la tradición
Todo este cuestionamiento podría parecer artificioso cuando la cultura occidental está globalizando el planeta entero. Pero el dominio occidental se da, precisamente, en el marco de la crisis del espíritu faustiano trazado por el filósofo alemán, cuyo pensamiento, entonces, es importante volver a interpretar, como ha dicho en una entrevista reciente el filósofo italiano Stefano Zecchi. Esta nueva lectura de Spengler muestra que la crisis tiene que enfrentarse recuperando la fuerza del símbolo, la visión literaria de la historia y, de manera implícita, el fundamento estético y filosófico de la tecnología:
Hay otras cuestiones actuales que la obra de Spengler ayuda a interpretar: la explosión de los conflictos interétnicos y religiosos, la confrontación de Occidente con otras civilizaciones, la crisis de la idea del Estado nacional. [...] Y frente a estas señales de decadencia, ¿cómo se debe entender el tema de la metamorfosis? En esta idea, dice Zecchi, hay una referencia explícita a una cultura olvidada: la visión goethiana, organicista, de la cultura. Goethe, como decía Nietzsche, ha sido removido. Su visión de la relación entre las diferentes formas de conocimiento, que encuentran en la expresión estética su cumbre, se ha debilitado. El principio metamórfico ha sido eliminado de la cultura europea, que ha entregado el mando a la economía. Así, se ha roto y luego invertido el enlace entre cultura, política y economía.24
También Serge Latouche, uno de los más severos críticos de la globalización tecnológica, opina que el sueño occidental ha producido, en los países en desarrollo, una crisis cultural generalizada (lo que puede leerse, en el sentido propiamente spengleriano de civilización, como la manifestación del estadio final de la vida de una cultura). Según Latouche, para armar una posible resistencia resultaría esencial el aporte de las culturas indígenas, de las tribus que defienden su independencia y, por ende, su creatividad:
No es un caso, además, que África muestre esta extraordinaria capacidad de disidencia dentro del proceso de uniformización planetaria [...]. En nuestras sociedades, por el contrario, el individuo está completamente aislado en un sistema que manipula su imaginario que viene de la publicidad y la propaganda: su comportamiento revela un conformismo absoluto, una obediencia pasiva a todas las modas.25
No olvidemos, de todos modos, que ha sido Spengler (antes de Mariátegui o Latouche) el que ha mostrado dónde se constituye el enlace entre la globalización, la estética y la educación: en la tradición. Un concepto clave, que trataremos de capitalizar en toda su importancia:
El primer problema es convertirse en una identidad […] crear una tradición, liderar en ella a los demás, para que el trabajo individual pueda ser continuado con la fuerza espiritual de todos […]. Si no se desarrolla esta creación de la tradición, entonces en lugar de un contexto normativo homogéneo tendremos una agregación de cabezas indefensas frente a lo desconocido.26
Educación y creatividad son los pilares de la tradición; el énfasis sobre lo creativo, sin embargo, implica que la defensa de la tradición no puede consistir en el rechazo de lo tecnológico, de lo nuevo y de lo global, sino en un diálogo honesto que desemboca, probablemente, en la cultura del mestizaje y del híbrido.27 Por eso, los fenómenos de la piratería, si bien podrían asemejarse a una forma de resistencia y de guerrilla tecnológica, son en realidad signos de la ignorancia y de la incapacidad de generar una producción autónoma. Si tiene razón Latouche, entonces la insuficiencia educativa y cultural hace que la exposición al conformismo consumista sea cada vez más fuerte.28 Lo que se pierde, finalmente, es el sentido de la lucha contra el consumismo globalizado y la solidaridad: “La visión emancipadora de la técnica es, a pesar de todo, extremadamente superficial, pero, por esta misma razón, muy difundida. Nunca se logrará convencer a un ama de casa de que los artefactos no la liberan, sino que la condicionan”.29
2. Informática, ciencia y arte: la cuestión ética
Antes de continuar, me parece necesario señalar que los mecanismos neocoloniales de la globalización cultural no son solamente mediáticos, sino también científicos. Por ejemplo, la catalogación del genoma humano y la ingeniería genética constituyen otras formas, particularmente alarmantes, bajo las cuales considerar la relación entre poder, tecnología y arte, donde el factor novedoso es la profunda semejanza entre las ciencias de la información y la biología molecular, lo que convierte la cibernética en el lenguaje común entre células y computadoras.
De acuerdo con Jeremy Rifkin, los últimos avances en este campo muestran la posibilidad de colonizar a los seres humanos y sus horizontes expresivos y creativos.30 Es cierto que los intereses comerciales de las biotecnologías deben ser tales como para justificar el soborno y la violencia; pero el efecto más peligroso, considerando la creciente explotación del know how genético en campos como la agricultura o la farmacéutica, es que estaremos doblemente contaminados por códigos ajenos, tanto genéticos como informáticos, porque es el lenguaje de la informática el que prepara el terreno para la entrada de la bioingeniería. El lenguaje digital —el software — se volverá un metalenguaje común y unificado, porque la complejidad de la tarea que se va proyectando para el control del patrimonio genético del mundo tiene que ser procesada de modo distribuido y globalizado.
El problema, como dice Rifkin, es que hablamos de un contexto tan complejo que puede llegar a rediseñar la forma de pensar la naturaleza y a nosotros mismos, y que todo esto sucede casi inadvertidamente, por el mecanismo típico de las novedades tecnológicas: a) una vez que una tecnología ha sido aceptada e incorporada en la sociedad, es casi imposible cuestionarla; muy justamente, Rifkin advierte que la nueva cosmología de la bioingeniería debe ser discutida ahora, para no cerrarse las posibilidades de crítica en el futuro; b) se piensa en la tecnología como un efecto natural del quehacer humano y no como una desviación o excepción, lo cual implica la necesidad de redefinir el borde entre lo natural y lo artificial; c) el mercado tiene la tendencia a exportar una visión del mundo que pretende imponerse como una explicación metafísica de la realidad; se puede así asimilar lo que es incompatible y se elimina sin cuestionar lo que no está al paso con dichos procesos;31 d) luego que una tecnología ha logrado ubicarse como parte del entorno, nadie tiene el coraje de resistirse a este supuesto orden natural: esta es la colonización de las conciencias.
Todas estas metafísicas cibernéticas no consideran el organismo viviente como un ser individual, sino como un proceso en fase de elaboración, esto es, como un producto tecnológico. La evolución, de acuerdo, por ejemplo, con Norbert Wiener o Ilya Prigogine, es un viaje hacia la complejidad y hacia la capacidad de elaborar crecientes cantidades de información; pero semejante concepto de cambio, de transformación y de emergencia conlleva un peligro, es decir: hacer que el individuo (y con esto se entiende tanto una persona como un grupo social) no sea esencial, ya que lo que importaría sería el sistema. Y no es así; según el premio Nobel Murray Gell-Mann, un organismo es algo que está en búsqueda de un esquema; es algo creativo, no una máquina para sobrevivir.32
La estética es parte del debate, porque el mercado de la bioingeniería se da perfectamente cuenta de que es difícil