¡Viva Cataluña española!. José Fernando Mota Muñoz. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: José Fernando Mota Muñoz
Издательство: Bookwire
Серия: Historia
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9788491345909
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y obreras para que sea un hecho el respeto y concordia entre el capital y el trabajo. Captar a la clase media, digna de nuestro cariño, por ser el factor más importante de la sociedad. Laborar con las autoridades, por el mantenimiento del orden, el respeto a la propiedad y a la libertad de trabajo.13

      Otro reaparecido es Acción Nacional, que no llevaba ni un año en la Unión Patriótica. Se trata de un grupúsculo formado en torno a Rafael Suñén Beneded, un aragonés afincado en Barcelona desde joven. Suñén había sido miembro de los Jóvenes Bárbaros de Lerroux, para pasar a partir de 1923 a colaborar con el Gobierno Civil como censor de prensa y quizás algo más. Suñén había tratado de reconstituir en julio de 1925, con elementos españolistas desencantados con el upetismo, la Juventud Nacionalista Española. El grupo irá mutando de nombre, siempre actuando con autonomía de la Unión Patriótica. Durante un tiempo funcionarán como Juventud Nacionalista Española (Tercio Unión Patriótica), luego como Juventudes Patrióticas y más tarde como Juventudes Recreativas Patrióticas. Con el tiempo algunas agrupaciones reingresarán en la Unión Patriótica y los grupos restantes se convertirán, en noviembre de 1926, en Acción Nacional. Suñén es escogido jefe de la nueva entidad, que tiene como lema «¡Viva España! ¡Viva la unión racial, étnica y geográfica!». Visita al dictador, que le muestra su disgusto por su actuación al margen de la Unión Patriótica. En 1928 publica su Ideario nacional. Sus partidarios no solo se dedican a cuestiones teóricas; en mayo de 1928 boicotean el estreno de la obra dramática La Dolorosa, de Ventura Gassol, por su mensaje catalanista. Finalmente, en octubre de 1929, Suñén dará su brazo a torcer e ingresará, junto con toda su organización, en la Unión Patriótica.

      Otros recién llegados, separados también de la Unión Patriótica, presentarán pronto sus cartas españolistas en Barcelona. Un españolismo rudo y pendenciero, el del PNE y sus Legionarios de España, que se estaban organizando al margen de la UMN, a pesar de compartir con ellos su admiración por Miguel Primo de Rivera, su adhesión a la corona y su ultraespañolismo. En Barcelona, el PNE tiene su origen en un grupo de militantes españolistas, bronco y peleón, que había nacido durante la Dictadura y que se mantuvo en el tiempo, un grupo y unos militantes que darán mucho que hablar en este libro, los ibéricos, los miembros de la Peña Ibérica.

      Domingo 23 de noviembre de 1924. Tarde de fútbol. Sexta jornada del Campeonato de Cataluña. Derbi en el estadio de Les Corts. Se enfrentan el FC Barcelona y el RCD Español. Máxima rivalidad y máxima tensión. La reventa está haciendo su agosto en noviembre. El campo se llena. La prensa habla de 30.000 espectadores. A las 14:50 h comienza el partido. El Barça sale en tromba. El público aprieta desde la grada. El ambiente está caliente y se caldea más cuando cae lesionado sobre el césped Paulino Alcántara, una de las estrellas culés. El juego se torna violento y esa violencia se traslada a las gradas, donde andan mezclados aficionados de los dos equipos. Una entrada del españolista Caicedo al azulgrana Samitier es respondida por este con una patada. El árbitro expulsa a Samitier. Revuelo en el campo. El público lanza monedas contra el árbitro –el partido pasará a la historia como el derbi de la calderilla– y contra los jugadores blanquiazules. El colegiado decide suspender el partido.

      En las gradas hay puñetazos y garrotazos. Han de intervenir las fuerzas del orden para calmar la situación y vaciar el estadio. El encuentro se repetirá a puerta cerrada el 15 de enero de 1925. Fuera del estadio se reproducirán los enfrentamientos entre aficiones. Guardias civiles a caballo han de disolver el tumulto. El partido finalmente lo ganaría el Español por 0-1.

      José María Poblador procede de una familia aragonesa. Su padre, José María Poblador Vicente, originario de Codol (Zaragoza), se había licenciado en Derecho y era perito, profesor mercantil y maestro. Había pasado por diferentes ciudades opositando y ocupando diferentes puestos de funcionario y recaló como tenedor de libros en la Sala de Ultramar del Tribunal de Cuentas, para pasar después a la oficina de Obras Públicas de la provincia de Huesca, en donde conocería a su mujer, que procedía de una familia aristocrática de Boltaña, los Álvarez de Altabás. Parece que participó como oficial en la guerra de Cuba. Hacia 1900 emigró a Barcelona, donde fundó y dirigió la Academia Escuela Politécnica, especializada en la formación de alumnos para comercio, aduanas o Correos. En la Ciudad Condal se integra en asociaciones de aragoneses, siendo secretario del Centro Protector Aragonés. Se aficiona al fútbol y se hace socio del RCD Español. También se interesa por la política y se suma a la Juventud Tradicionalista, de la que se daría de baja en 1904 por considerarla tibia en su españolismo. Ese mismo año es detenido, junto con otros carlistas disidentes, por promover disturbios durante la representación de la zarzuela Patria nueva, que entendían que atacaba al rey Carlos. Parece que posteriormente se trasladó a Sos del Rey Católico, donde trabajará de asentador de granos. En 1912 lo encontramos en Zaragoza como director de la Gaceta Secretarial, publicación dirigida a los secretarios de ayuntamiento.

      En la capital maña, entre 1910 y 1915, estudia bachillerato su hijo José María Poblador Álvarez, que había nacido en Huesca en 1899. En 1915 la familia se traslada de nuevo a Barcelona. El padre ejerce otra vez de director de una academia mercantil. José María hijo sigue sus estudios de secundaria en el Colegio San Miguel y parece que, una vez acabados estos, se matricula en la Universidad de Barcelona.

      Poblador es testigo del auge del catalanismo en la universidad y las calles de Barcelona. Siguiendo a su padre, se ha convertido en un españolista cercano al tradicionalismo, aunque sin militar en sus filas. Se volverá anticatalanista visceral, de los que afirmaban que el catalanismo había tratado «de crear y hacer ver un hecho diferencial, que jamás existió», postura que nunca abandonará. Pronto participa en peleas y riñas callejeras y en 1918 es detenido por primera vez en una bronca en los claustros de la universidad con unos catalanistas que pretendían quemar una bandera española. El