Con el golpe de Estado de Primo de Rivera y la prohibición de la CNT llegó su momento. Los Sindicatos Libres se convertirán en la opción sindical mayoritaria en Cataluña e incluso darán el salto al resto de España, creando en 1924 la Confederación Nacional de Sindicatos Libres de España. Durante la Dictadura solo la UGT los superará en número de militantes a nivel nacional. Su apoyo al Directorio les llevó a romper con el carlismo oficial. Su apoyo a la política anticatalanista les fue decantando hacia el españolismo. Su acercamiento al sistema corporativo, diseñado por el ministro Eduardo Aunós Pérez, y su participación en los comités paritarios, que los del Libre monopolizaron en Cataluña, los convirtieron en defensores de un corporativismo estatista.
Se aproximaron así a los planteamientos de la derecha radical. Su retórica obrerista, el uso de la violencia, su nacionalismo, la mezcla de ideas conservadoras y revolucionarias, además de la simpatía que algunos de sus miembros habían mostrado por el fascismo italiano, habían llevado a la izquierda a calificarlos como fascistas. La dirección de los Sindicatos Libres lo negó. Las cosas cambiaron a partir de 1927. Hubo entonces contacto con sindicatos fascistas italianos y en 1930 algunos libreños no tuvieron inconveniente en proclamarse fascistas. Había más de provocación que de realidad, pues los del Sindicato Libre no pasaban de ser otra derecha radical fascistizada.
A partir de 1930, con la reaparición de la CNT, su estrella declinó; los obreros volvieron a las filas de la central anarcosindicalista. La proclamación de la República les dio la puntilla. Como hemos visto, el 15 de abril ya se había producido un tiroteo entre miembros de los Sindicatos Libres y de la CNT, con muertos y heridos. En los días siguientes serían asesinados hasta diecisiete libreños en Barcelona. El odio generado pasa factura.
Durante nuestro relato encontraremos a muchos de los dirigentes de los Sindicatos Libres embarcados en diferentes proyectos ultras, a periodistas ligados a este mundo encabezando proyectos editoriales de la extrema derecha y toparemos con muchos de sus pistoleros en las conspiraciones y los complots organizados para derribar la República.
LA DISGREGACIÓN DE LA UNIÓN PATRIÓTICA
De esos grupos no integrados en la Unión Patriótica, de los que ya hemos hablado, y de la miríada de grupos y grupúsculos que nacieron de su eclosión en 1930, que ahora conoceremos, se nutrirá de ideas y, en buena parte, de militantes la ultraderecha barcelonesa durante la República.
En Barcelona, la Unión Patriótica, bajo la dirección provincial de Andrés Gassó y Vidal, exdirigente del Centro Monárquico Conservador y exsecretario general de la Cámara Oficial de la Propiedad Urbana, se había organizado por distritos, e incluso en los más poblados se había dividido en subcomités, además de abrir centros culturales y formar secciones femeninas, juveniles y obreras, todo con el objetivo de acercar el partido a todos los barrios y sectores sociales. A pesar de esta moderna estructura y el gran esfuerzo propagandístico realizado, en el que colaborarán algunos personajes que conoceremos a fondo, la Unión Patriótica de la provincia de Barcelona decía tener 60.000 militantes, lo que no llegaba al 4 % de la población, cuando había provincias, como Huelva o Cáceres, que superaban el 20 %. En momentos puntuales, como durante la visita de Primo de Rivera a Barcelona en enero de 1926, el partido consiguió movilizar hasta 20.000 upetistas y llenar el Teatro Olympia para escuchar al dictador, con 7.000 asistentes. Pero a la altura de abril de 1929 la Unión Patriótica de Barcelona hacía aguas. En una carta de Andrés Gassó al dictador, el dirigente provincial le comentaba a Primo de Rivera que un 90 % de los militantes upetistas «se mostraban “indiferentes” o “desencantados” con el régimen», un 5 % iban a los círculos de la Unión Patriótica a leer la prensa o jugar a cartas y solo otro 5 % deseaban «actuar de buena fe, pero debido a la falta de asistencia de sus jefes, su entusiasmo no puede materializarse [...] Bien pudiera decirse que No hacer es el lema de la Unión Patriótica de Barcelona» (citado por Quiroga, 2009: 261). El upetismo barcelonés agonizaba; la dimisión del dictador le dio la puntilla.
En 1930 la Unión Patriótica desaparece como partido político. La mayoría de sus militantes, o al menos de sus dirigentes, ante su disgregación como partido, optaron por sumarse a uno de los grupos que habían resurgido de sus cenizas, la UMN, tal y como había recomendado la última Asamblea de Líderes Provinciales de la Unión Patriótica. Era el partido impulsado desde Madrid por el exministro Rafael Benjumea, conde de Guadalhorce, por José Calvo Sotelo y por el hijo del exdictador José Antonio Primo de Rivera.
La UMN estaba reagrupando a la derecha reaccionaria alfonsina. Recuperaba el nombre de la agrupación monárquica fundada por Alfonso Sala en Barcelona en 1919, el partido que aglutinó las diferentes opciones dinásticas no catalanistas en un momento de conflicto social y ofensiva autonomista. La originaria UMN acabó ingresando en la Unión Patriótica en 1925. Estaba formada por miembros de la aristocracia y la alta burguesía. En buena parte, son los mismos que relanzan la nueva UMN en Barcelona. Se convierten en los más acérrimos defensores de la labor desarrollada por la Dictadura y en críticos con el proceso de transición que impulsan Berenguer y Aznar. Piden regresar al sistema parlamentario consagrado en la constitución de 1876 pero realizando una reforma de esta en sentido autoritario.
En Barcelona inician su reorganización en febrero de 1930. El 10 de mayo los afiliados a la Unión Patriótica del Distrito IV y la Juventud de Unión Patriótica acuerdan transformarse en Casino Central de la UMN. En diciembre se elige su junta directiva. La continuidad con la Unión Patriótica es evidente; allí están los dirigentes de la antigua UMN y de la liquidada Unión Patriótica: José Enrique de Olano y Loyzaga, conde de Fígols; José María Milá y Camps, conde del Montseny; Darío Rumeu y Freixa, barón de Viver, o el propio Andrés Gassó.
Otros círculos de la Unión Patriótica de la ciudad seguirán su ejemplo. El del Distrito II se convierte en Círculo Cultural Monárquico. Los hubo que ni cambiaron de nombre, como el de Sarrià o el del Distrito V. Pero el paso de Unión Patriótica a UMN no estuvo exento de polémica en algunos distritos. Es el caso de Gracia. En mayo de 1930 el Comité Provincial de la Unión Patriótica había tenido que cerrar la agrupación «para evitar violencias», ya que las luchas intestinas lo estaban consumiendo.6 En noviembre de 1930 los upetistas de Gracia habían optado por unirse a la renacida UMN. Escogieron presidente al médico Carlos Comamala López del Pan, un madrileño que había destacado como goleador en el Fútbol Club Barcelona. Pasaría después a la comisión deportiva del RCD Español. También había destacado en otros deportes como el rugby y fue el primer presidente de la Confederación Catalana de Gimnasia. Militó en la Unión Patriótica, el Grupo Alfonso y era socio de la Peña Ibérica. Su trayectoria ultra seguirá durante la República.
Como vicepresidente figuraba René Llanas de Niubó, otro ultra de larga trayectoria. René Llanas había nacido en Barcelona en 1902 en el seno de una familia católica de ideas carlistas. Hijo de un aragonés, que moriría siendo todavía un niño, y de una francesa, Renato prefería utilizar su nombre en francés, lengua que dominaba. En 1917 había actuado en una función benéfica de Protectores de la Escuela San José Oriol, la obra era «El sueño de un niño patriota»; será premonitoria, se convertirá en un publicista del españolismo.
Llanas acabó su bachillerato en 1922. Parece que entonces ingresó en la alfonsina UMN, de donde pasaría a la Unión Patriótica. En 1928 era vicepresidente de su Comisión Hispanoamericana y secretario de la Comisión de Propaganda, y en 1929 vicesecretario de la Sección Escolar. Es un orador habitual en los mítines de las juventudes upetistas, en los que coincide con otros publicistas como Pompeyo Claret, Miguel Franco o Juan Porta Sarret. A todos los reencontraremos.