Estas autoras descubren que las nuevas configuraciones familiares van generando nuevos estilos de crianza y cuidado en donde se empieza a notar cierta trasformación en la participación de los padres (varones) en el cuidado de los hijos, sobre todo en familias en que los padres tienen mayor nivel educativo. Sin embargo, estas incipientes trasformaciones no son suficientes.
Las autoras dan evidencias de que sigue prevaleciendo la feminización del cuidado, con la madre como principal responsable, pero cada vez más con la ayuda de los abuelos, especialmente la abuela materna, por lo que señalan la fragilidad de estas redes que tienen a un adulto mayor en el cuidado de los nietos y la consecuente gran necesidad de una mayor participación por parte del estado y otros agentes sociales para apoyar estas condiciones familiares.
Siguiendo con el tema de cuidado infantil, Velasco Jáuregui presenta un análisis, desde la perspectiva de los derechos humanos, de las condiciones de vida de familias que tienen un hijo con discapacidad, en contraste con familias que no están en esta condición.
La autora argumenta, desde la legislación y las convenciones internacionales aceptadas por México, cómo el estado no atiende o proporciona las condiciones necesarias para que las familias de niñas y niños con discapacidad puedan hacer uso de sus derechos y logren mejores condiciones de vida. El contraste con las familias con hijos que no tienen esta condición, se analiza en cuanto a las condiciones materiales, económicas, de servicios de salud y psicológicos con los que deberían contar estas familias.
Los dos capítulos siguientes se adentran en una temática más específica relativa a la crianza de los hijos.
En el capítulo “Concepciones parentales sobre la autoridad, el trato y el desarrollo socioemocional en la infancia media. Un análisis con familias de cinco grupos socioculturales en contexto urbano”, Mejía–Arauz y Gómez López analizan las etnoteorías parentales de autoridad y trato a los hijos, y las relacionan con la manera en que los padres conciben y atienden algunos aspectos del desarrollo socioemocional de sus hijos en la etapa de la infancia media.
Entre los hallazgos, se detectan variantes entre grupos socioculturales en un continuo que va desde padres con autoridad y trato vertical y estricto, a padres con flexibilidad en la autoridad y consideración en el trato a sus hijos.
Los autores analizan también las concepciones parentales del desarrollo socioemocional en los aspectos de sociabilidad, afecto y desarrollo del carácter, y reflexionan en las implicaciones que tienen la autoridad, el trato y el desarrollo socioemocional en el desarrollo en la infancia media.
Por su parte, Castillejos–Zenteno y Rivera–González analizan las percepciones que tienen los padres y madres, de tres de los grupos socioculturales, acerca de sus prácticas parentales de crianza, y las percepciones que reflejan los hijos de estas familias acerca de las prácticas de crianza de sus padres. Especialmente interesantes son los resultados relativos a la percepción de una mayor frecuencia de prácticas coercitivas en familias de menores recursos, en contraste con prácticas que promueven mayor autonomía en las de mayores recursos, corroborando algunos de los resultados del capítulo de Mejía–Arauz y Gómez López, pero discrepando de los resultados del capítulo de Alcalá, Íñiguez Segura y Mejía–Arauz en algunos aspectos de las prácticas de crianza de familias indígenas urbanas.
Por otra parte, resalta el trabajo que se reporta en este capítulo, basado en la observación de prácticas de interacción parental a partir de videos de una actividad familiar de la vida cotidiana, mismo que aporta una mirada externa a los intercambios dados al interior de las familias.
Los siguientes dos capítulos ubican sus temáticas en dos aspectos sumamente relevantes de la problemática de la vida cotidiana actual de las familias urbanas. Se trata de cómo viven las familias su actividad en la Internet, especialmente con respecto a cómo orientan estos padres a los hijos en la infancia media al respecto y, por otra parte, cómo viven los espacios públicos en la ciudad.
El capítulo de “La familia en la red”, de Morfín Otero, da cuenta de cómo las familias de todos los grupos socioculturales que participaron en la investigación son en mayor o menor medida, usuarias de la Internet. Las familias con hijos en edades comprendidas en el periodo de la infancia media, hacen uso de la Internet, indica este autor, como medio de comunicación, de entretenimiento y de acceso a información educativa o de aprendizaje formal o informal.
El autor encuentra evidencias de que las familias asumen la red digital tanto como un riesgo para sus hijos en cuanto al tipo de información al que pueden llegar a encontrar, como algo útil y necesario para la actividad educativa y de aprendizaje. Resultan especialmente interesantes los dos estilos parentales que este autor detecta en cuanto al modo en que estas familias tratan de enfrentar los riesgos. El autor discute la conveniencia de diseñar propuestas y estructuras de acción para aprender a estar conectados y para el aprendizaje por medios digitales.
Por su parte, Arufe Flores enfoca su capítulo en el derecho de familias y niños y niñas a habitar la ciudad, pero descubre que este acceso varía dependiendo de los recursos económicos de las familias, es decir, hay claras diferencias entre las familias de los diferentes grupos socioculturales para acceder a los espacios públicos. En este sentido, la autora señala un déficit en el desarrollo humano infantil con relación a la autonomía y los sentidos de pertenencia, identidad y colectividad que la ciudad propicia, por lo que cuestiona las políticas públicas y programas asociados que se esperaría que fomentaran equitativamente el acceso a los espacios públicos.
En una línea diferente, pero igualmente relevante, Morfín López y Sánchez Loyo, en su capítulo “Creencias culturales sobre el suicidio infantil en padres de familia del área metropolitana de Guadalajara”, alertan sobre el incremento de las conductas suicidas en niñas, niños y adolescentes en México, situación ante la cual se manifiesta ignorancia o falta de atención por parte de las autoridades, al igual que desatención por parte de investigadores.
Por lo anterior, el análisis de respuestas de los padres y madres entrevistados a preguntas diseñadas a propósito de este tema contribuye a su comprensión, ya que identifica dos aspectos que se revelan en las creencias de estos padres de familia participantes: uno, relacional, centrado en la familia, el cual refiere a la falta de atención y amor de los padres hacia los niños; y otro, desde una perspectiva individual que mencionan la soledad, la depresión y sentimientos de abandono en los niños.
Estos hallazgos, independientemente de que sean creencias de las familias, se conectan —de nuevo— con la idea de que las familias asumen la responsabilidad total del desarrollo familiar e infantil, dejando de lado en sus creencias la participación del estado mexicano y de la sociedad en la prevención de un problema multifactorial y complejo. Esta responsabilidad total del desarrollo familiar e infantil es inviable ante la diversidad de tareas y actividades familiares afectando el cuidado y la atención a los hijos.
La presentación de resultados se cierra con el trabajo de Alcalá, Íñiguez Segura y Mejía–Arauz, el cual se enfoca en el análisis de las entrevistas realizadas con familias indígenas urbanas. Estas autoras analizan la vida de un grupo de familias p’urhépechas asentadas en el área metropolitana de Guadalajara, para dar cuenta de la resiliencia que estas familias muestran ante las dificultades que enfrentan al adaptarse a este contexto; resiliencia sustentada en los valores característicos de su herencia cultural indígena y motivada por la búsqueda de empleos para padres y madres, así como de una mejor educación para sus hijos.
Siguiendo el paradigma de aprendizaje por medio de la observación y el acomedirse en la familia y la comunidad (LOPI) de Rogoff (2014) (veáse también Rogoff, Mejía–Arauz & Correa–Chávez, 2015), las autoras detectan la forma en que estas familias mantienen la organización social comunitaria originaria de su grupo cultural de referencia con respecto al sistema de mayordomía como una forma de mantener la identidad cultural, la cual, sin embargo, trasforman respondiendo a la dinámica de su actual comunidad.
Por otra parte, a nivel