Palabras clave: familias mexicanas, configuraciones familiares, jefatura del hogar, ciclo vital de la familia, desarrollo familiar.
HACIA UNA PROBLEMATIZACIÓN DEL FENÓMENO FAMILIAR EN MÉXICO: ANTECEDENTES Y PROPUESTA TEÓRICO–METODOLÓGICA
Para Giddens (2000), las trasformaciones más importantes se gestan en el mundo de vida íntimo de las relaciones familiares y de pareja. Es en este ámbito en donde el sujeto se interroga a sí mismo sobre sus vínculos, y es también el espacio social donde se están gestando las trasformaciones más importantes a nivel mundial y con tendencias diferenciadas de acuerdo a las distintas regiones, “Hay quizás más nostalgia de refugio perdido de la familia que de ninguna otra institución que hunda sus raíces en el pasado” (Giddens, 2000, p.67). Por su parte, Therborn (2007), experto en el estudio del fenómeno familiar, considera que las expresiones, tipos y tendencias de las familias actuales se decantan en: complejidad, contingencia y contradicción. La complejidad tiene que ver con la copresencia y entrecruzamiento de formas familiares; la contingencia se refiere a las relaciones, debido a las posibilidades actuales para ello, y la contradicción se lleva a cabo entre preferencias, recursos y situaciones. Giddens (2000) afirma:
[...] la posición de los niños en todo esto es interesante y algo paradójica. Nuestras actitudes hacia ellos y su protección han cambiado radicalmente en las últimas generaciones. En parte, apreciamos tanto a los niños porque se han vuelto mucho más escasos, y porque la decisión de tener un hijo es muy distinta de lo que era en generaciones anteriores. En la familia tradicional los niños eran un beneficio económico. Hoy, por el contrario, en los países occidentales un niño supone una gran carga económica para los padres. Tener un hijo es una decisión más concreta y específica que antes y está impulsada por necesidades psicológicas y emocionales (pp. 73–74).
Este sociólogo, intelectual contemporáneo, pone sobre la mesa de debate lo que significa tener descendencia en la sociedad contemporánea y también alude a un aspecto central, la democracia en la familia: “En una democracia de las emociones, los niños pueden y deben ser capaces de replicar” (Giddens, 2000, p.77).
Hablar de fomentar una democracia emocional no implica debilidad respecto a los deberes familiares, ni sobre las políticas públicas hacia la familia. Democracia significa aceptación de obligaciones, además de derechos protegidos en la ley. La protección de los niños tiene que ser el rasgo primario de la legislación y la acción pública (Giddens, 2000, p.77).
Dada la importancia de los niños y niñas, y en virtud de que están en el centro de la investigación macro que abriga este trabajo, es necesario problematizar el fenómeno familiar; esto implica distinguir entre el concepto de familia y el concepto de hogar. La familia es reconocida, por los estudiosos de este campo en las ciencias sociales y humanidades, como una categoría cultural, y el hogar, como una categoría analítica.
En la región latinoamericana y en particular en México, el predominio de los hogares es familiar, si bien, hay hogares no familiares, su porcentaje es menor (Selby, Murphy, Lorenzen, Cabrera, Castañeda et al., 1994). De acuerdo al Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) (2019), de cada 100 hogares familiares, hay 70 nucleares, 28 ampliados y un hogar compuesto. Con respecto a los hogares no familiares, de cada 100, 93 son hogares unipersonales y siete son hogares corresidentes.
Selby, Murphy, Lorenzen, Cabrera, Castañeda et al. (1994) describen las relaciones ideales al interior de los hogares mexicanos y concluyen en coincidencia con González de la Rocha (1994), García (1998), de Oliveira (1998), Salles (2001), García y de Oliveira (2006b), Jelin (2007); Giddens (2000), entre otros, sobre el entendimiento de los hogares como escenarios sociales saturados de contradicciones, donde se reproducen las ideologías dominantes sobre los papeles sexuales y, por ende, el sistema patriarcal. Al respecto, Díaz–Guerrero (1974) encontró, desde la década de los años sesenta, mujeres mexicanas con estudios de secundaria que mostraron pautas de comportamiento en transición en relación a los roles tradicionales de género, a su posible participación en el mercado de trabajo, así como la confrontación del rol del varón y de la sumisión total.
La complejidad de las familias exige establecer marcos de referencia y criterios de clasificación para su comprensión. En el contexto latinoamericano, tomando en cuenta la información de las encuestas de hogares y las lógicas de parentesco entre las personas con respecto a la jefatura de hogar declarada, se distingue entre los hogares unipersonales y los hogares sin núcleo, es decir, hogares en donde no hay un núcleo conyugal y con hijos, aunque es posible ubicar otras relaciones de parentesco.
Por otra parte, en cuanto a la tipología de familias, se reconocen las familias extendidas (padre o madre o ambos con o sin hijos y otros parientes), las familias compuestas (padre o madre o ambos, con o sin hijos, con o sin otros parientes y otras personas no parientes, sin incluir el servicio doméstico que vive con la familia ni sus familiares).
También, se encuentran las familias biparentales, la pareja con hijos o sin hijos y las familias monoparentales, solo uno de los padres, en general, la madre e hijos (Comisión Económica para América Latina y el Caribe [CEPAL], 2005). Estas diversas “configuraciones familiares” dan cuenta de la complejidad de cercar analíticamente el fenómeno familiar, así como de la necesidad de crear consensos para poder mantener las comparaciones entre casos nacionales y regionales.
También se analiza a los hogares tomando en cuenta la fase en la que se encuentran, así, se cruzan los datos referentes a la estructura de los hogares con la fase específica que atraviesan, la cual tiene que ver con el “ciclo doméstico”, categoría central que ha sido ampliamente analizada por González de la Rocha (1994).
Desde la clasificación de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) (CEPAL, 2005, p.11) las fases son:
1. Pareja joven sin hijos: pareja que no ha tenido hijos, donde la mujer tiene menos de 40 años. 2. Etapa de inicio de la familia: corresponde a la familia que solo tiene uno o más hijos de 5 años o menos. 3. Etapa de expansión: corresponde a aquella familia cuyos hijos mayores tienen entre 6 y 12 años (independiente de la edad del hijo menor). 4. Etapa de consolidación: se refiere a las familias cuyos hijos tienen entre 13 y 18 años de edad, o en los que la diferencia de edad entre los mayores y los menores es típicamente en torno a 12–15 años. Es probable que en esta etapa del ciclo vital familiar se concentre también la mayor proporción de familias reconstituidas, debido a que las grandes distancias de edad entre los hijos mayores y menores podrían deberse en algunos casos a la existencia de nuevas uniones con hijos pequeños. 5. Etapa de salida: familias cuyos hijos menores tienen 19 años o más. 6. Pareja mayor sin hijos: pareja sin hijos donde la mujer tiene más de 40 años.
Las etapas del ciclo doméstico relacionadas con la expansión y la consolidación están íntimamente ligadas a una mayor demanda sobre los recursos familiares y mayor número de miembros económicamente dependientes (CEPAL, 2005).
Así como desde las ciencias sociales se plantea el ciclo doméstico como un concepto central para dar cuenta de las etapas por las que atraviesan los hogares, sus dinámicas internas y sus economías domésticas, también, desde aproximaciones psicológicas y particularmente desde la terapia familiar sistémica,