Referencias
Bronckart, J.-P. (1997). Activité langagière, textes et discours. Pour un interactionisme socio-discursif. París: Delachaux et Niestlé. [Existe traducción al castellano: (2004). Actividad verbal, textos y discursos. Por un interactionismo socio-discursivo. Madrid: Fundacion Infancia y Aprendizaje].
Durkheim, E. (1951). Représentations individuelles et représentations collectives. En: Sociologie et philosophie (pp. 13-50). París: PUF. (Inicialmente publicado en 1898 en la Revue de métaphysique et de morale, 6, 273-302). [Existe traducción al castellano: (2000). Sociología y Filosofía. Madrid: Miño y Dávila editores].
Habermas, J. (1987). Théorie de l’agir communicationnel, t. 1.París: Fayard.
Penrose, R. (1990). The Emperor’s New Mind. Oxford: Oxford University Press.
Ricœur, P. (1990). Soi-même comme un autre. París: Seuil.
Ricœur, P. (1995). Réflexion faite. Autobiographie intellectuelle. París : Éditions Esprit.
Spinoza, B. (1965). Éthique. París: Flammarion. [Edición original en latín: 1677].
Volochinov, V.N. (2010). Marxisme et philosophie du langage. Limoges: Lambert-Lucas. [Edición original en lengua rusa: 1929].
Pensar, sentir y actuar en la misma dirección, y tratar a otros como uno desea ser tratado, son dos propuestas tan sencillas que pueden ser entendidas como simples ingenuidades por gente habituada a las complicaciones.
Silo
La experiencia enseña sobradamente que los hombres no tienen sobre ninguna cosa menos poder que sobre su lengua, y para nada son más impotentes que para moderar sus apetitos.
Spinoza
El discurso moralista, retórico y racionalista produce violencia y adicciones.
Ángel Islas
Presentación
Este libro surge de la reescritura de mi tesis de Doctorado en Educación de la Universidad Nacional de La Plata. Y la escritura de esa tesis surgió de la necesidad de encontrar nuevos caminos a la hora de enseñar la buena convivencia en la escuela secundaria en la que trabajaba como profesora de Lengua.
Soy de la generación que abandonó lo que llamamos el paradigma punitivista a la hora de pensar la convivencia en las escuelas. Sin embargo, casi siempre nuestra propia experiencia escolar estaba armada sobre la base de ese paradigma. Mi escuela secundaria la hice entre 1975 y 1979 en Olavarría, provincia de Buenos Aires, en una escuela que funcionaba según se espera de ella; cumplía exactamente las expectativas que la sociedad le asignaba. El edificio era amplio, cómodo, cuidado; los tiempos se respetaban según timbres siempre puntuales; el director tenía una autoridad inapelable tanto a la hora de saludar a la mañana como a la hora de entrar a dar matemáticas si teníamos hora libre. La humillación como recurso disciplinario estaba naturalizada y nadie la cuestionaba. De esa escuela uno salía preparado para entrar a la universidad. Era una escuela pública, una Escuela Normal que había sido fundada en 1910.
Ya como profesora cobré conciencia de que ese modelo de escuela funcionaba, sí, pero con el costo de excluir a quienes no se adaptaban a su propuesta. El paradigma de una escuela más democrática y abierta, que empezó expresarse de modo claro en política educativa y en la normativa a partir del 2002, despertó en mí y en mis colegas identificados con este modo de pensar la educación un gran entusiasmo; entusiasmo que hoy juzgo como ingenuo.
Una normativa de la convivencia escolar que no apelaba al control y a las amenazas, sino a la participación, a la argumentación y al consenso, que apelaba a la convicción y al compromiso de todos los actores nos entusiasmó pero nos llevó por un camino lleno de frustraciones.
Ahora comprendo que esta frustración que vivíamos como un fracaso institucional y personal tenía que ver con un proceso social. La crisis no solo atravesaba mi escuela; atravesaba a todo el nivel secundario en nuestro país y en otros.
La democracia actual no cumple sus promesas en la convivencia escolar y tampoco en la convivencia social. Los índices de desigualdad en el acceso a los bienes materiales y simbólicos no paran de crecer a nivel mundial y qué duda cabe de que eso es un fracaso de la democracia vigente.
Los que seguimos creyendo que el camino es más y mejor democracia tenemos mucho trabajo por hacer. Este libro quiere ser un aporte en esa dirección.
Las referencias que me fortalecieron a la hora de seguir apostando las encontraba en mis compañeros humanistas y en tantos otros compañeros que siguen trabajando por una educación emancipatoria. Sentirme acompañada es lo que me permitió no bajar los brazos, seguir pensando, usar los fracasos para darle mayor profundidad a los planteos, abandonar las ilusiones de que el camino sería fácil y corto; porque no es cuestión de tirar por la borda lo que sí tenía de valioso aquella escuela Normal en la que tuve el privilegio de transitar mi educación secundaria.
Producto de todo lo anterior es esta tesis. Por eso, a la hora de plantearla necesité escribir un primer capítulo que diera cuenta del momento sociohistórico en el que se inscribe la educación secundaria de hoy. Ya en este primer capítulo presento a un filosofo del siglo XVII que acompaña toda la tesis. Este filósofo es Spinoza. Se ha convertido en una creciente referencia para proponer alternativas al modelo democrático actual. Spinoza nos abre una puerta a la hora de repensar la disciplina y el respeto a las normas.
En el Capítulo 2 presento un marco teórico para estudiar el lenguaje, que me resulta imprescindible a la hora de anclar planteos abstractos: ¿cuál es la materia con la que hacemos los acuerdos, construimos consensos, legitimamos nuestras posturas, sino el lenguaje? Necesitamos entonces una concepción del lenguaje que dé cuenta de su funcionamiento en su dimensión psicológica y sociológica, y esto es lo que encontramos en el planteo de Jean-Paul Bronckart, el Interaccionismo Socio Discursivo (ISD).
En el Capítulo 3 no abandono el anclaje en el lenguaje pero de la mano de Paul Ricœur avanzo hacia la hermenéutica del sí, que nos permite profundizar sobre construcción de la vida ética y su relación con las instituciones.
Ricœur es el autor que me permitió elaborar una tesis de doctorado con lo que yo había intuido. Tanto su producción intelectual como su propia vida fueron la fuente de fundamentación para elaborar mi propuesta de introducir la Regla de Oro (“trata a los demás como quieres que te traten”) en la enseñanza pública. Necesité, por lo tanto, detenerme en el Capítulo 4 para presentar la Regla de Oro en diferentes religiones y pensadores y plantear la investigación que me permitiera proponer la Regla de Oro como contenido de enseñanza en la educación secundaria.
En el Capítulo 5 conceptualizo a la Regla de Oro como una herramienta textual y presento el “Ejercicio de los Personajes” como un género textual creado para facilitar la práctica de la Regla de Oro.
En el Capítulo 6 analizo fragmentos de las entrevistas que realicé. En esos discursos pude entrever cómo mis entrevistados reflexionaban sobre la propia moral y en qué se apoyan a la hora de atravesar conflictos interpersonales. Entrevistas planteadas casi como conversaciones en torno a estos temas. Mi interés fue mostrar las tensiones que atraviesan los vínculos interpersonales y que, cuando la Regla de Oro está copresente, esas tensiones tienen mayor probabilidad de utilizarse en la dirección de un aprendizaje social y subjetivo. También