Aunque en ninguna parte de este artículo aparece mencionado Spinoza, encontramos en él algunos planteos cercanos al Tratado Teológico Político. Ricœur (1996) afirma que, a pesar de haber escrito poco sobre Spinoza, ha acompañado continuamente su meditación y su enseñanza (p. 349); creo que en este artículo encontramos huellas de este acompañamiento.
Comenzamos señalando que una diferencia importante es el horizonte de cada autor. El Tratado Teológico Político tiene como eje la conformación del Estado-Nación. Para Ricœur (2009), en cambio, por la amenaza nuclear, la existencia de los Estados particulares está subordinada a la supervivencia física de la especie humana; así su horizonte es un Estado de derecho mundial, al que considera “sin duda alguna la mayor utopía de la vida política moderna”. Este Estado de derecho mundial “sigue siendo para nosotros un ideal fuera del alcance por mucho tiempo”.
Para Ricœur, el Estado es la organización de una comunidad histórica; “organizada como Estado, la comunidad es capaz de tomar decisiones” (p. 99). Con esta definición Ricœur toma distancia de Hobbes, para quien el Estado “es un artificio” (p. 100).
Ricœur reconoce el origen violento de los Estados modernos: todos en su origen provienen de “los que han juntado tierras” y llevan “la cicatriz de la violencia original de los tiranos hacedores de historia” (p. 102). Es la misma violencia que “en las sociedades tradicionales educó al hombre para el trabajo moderno” (p. 102). Sin embargo afirma que “no es la violencia la que define al Estado, sino su finalidad; a saber: ayudar a la comunidad histórica a construir su historia; es en este aspecto que el Estado es centro de decisiones” (p. 100).
Acepta con Max Weber que es el Estado quien detenta el monopolio de la violencia legítima, pero esto no significa “definirlo por la violencia sino por el poder” (p. 102).
Dice que la función del Estado radica finalmente “en conciliar dos racionalidades: lo racional técnico-económico y lo razonable acumulado por la historia de las costumbres”. El Estado será entonces “la síntesis de lo racional y de lo histórico, de lo eficaz y de lo justo” (p. 101). Esta función confiere al Estado moderno una tarea como educador no violento que lleva adelante mediante la escuela, la universidad, la cultura, los medios de comunicación, etc. Pero admite que la idea de un Estado “solamente educador es una idea límite” que “no corresponde todavía a ninguna descripción empírica” (p. 101). La tarea educadora del Estado se puede resumir en que individuos libres y razonables lleguen a ser ciudadanos responsables (p. 100).
Ahora, el Estado de derecho mundial no existe; no existe una instancia supra Estado que detente el monopolio de la violencia legítima y “en la escena de la historia los Estados siguen siendo grandes individuos violentos” (p. 104). Sin embargo, ese Estado mundial se ha convertido en condición de supervivencia de los Estados. Por eso “mundializar la no violencia como se ha mundializado la organización moderna del trabajo” (p. 103) es lo que define el sentido de la historia para la política. Esta “no violencia generalizada y de cierto modo institucionalizada es sin duda alguna la mayor utopía de la vida política moderna” (p. 103).Estas reflexiones de Ricœur surgen en el marco de la filosofía política.
Volviendo al encuadre de esta tesis, dirigida a la Educación Secundaria, considero que una política educativa que proponga que la convivencia en las escuelas secundarias se regule mediante acuerdos institucionales de convivencia para ser coherente tiene que ser propuesta en el marco de la utopía de concebir el Estado en su dimensión de educador no violento.
Frente a alumnos que ya se autoperciben como ciudadanos mundializados, no podemos encontrar un sentido a nuestro trabajo de educadores si no nos representamos como constructores de ese Estado de derecho mundial.
En mi concepción, alguien es un educador no violento cuando es capaz de responder sin violencia aun cuando se dé el caso de estar recibiendo un trato violento. Responder sin violencia no es responder con una pasividad sufriente. Sufrir pasivamente es un tipo de violencia. Agentes del Estado que aprendan a tratar a los demás como quieren ser tratados, o sea que practiquen la Regla de Oro, es el camino de la materialización del Estado no violento.
Las herramientas conceptuales que nos ofrecen el estudio del lenguaje en el marco del Interaccionismo Socio Discursivo de Bronckart y la hermenéutica del sí de Ricœur nos permitirán darle mayor anclaje a lo expresado en este apartado. Podremos entonces retomar estos planteos a la hora de analizar las entrevistas que realizamos para la tesis.
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