La enseñanza de la ética a través de la Regla de Oro. Mirian Ethel Barberena. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Mirian Ethel Barberena
Издательство: Bookwire
Серия: Desarrollo del lenguaje y didáctica de las lenguas
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9788418095856
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de sintetizar a continuación.

      La principal dificultad con la que nos enfrentamos los seres humanos para actuar con libertad es que estamos condicionados por los afectos. Los afectos tienen sobre nosotros una fuerza tal que nos someten a la “servidumbre”, somos impotentes de moderarlos y reprimirlos, y “aún viendo qué es lo mejor” nos sentimos inclinados a hacer lo que es peor (E3, Prefacio).

      Por esta razón, Spinoza dedica la 3ra Parte de la Ética a estudiar “el origen y la naturaleza de los afectos” y la 4ta Parte a estudiar “la servidumbre humana o la fuerza de los afectos”.

      Los hombres no actúan libremente porque en realidad toman sus decisiones por sus afectos, no por razones:

      (…) porque las decisiones de la mente (mentis) no son otra cosa que los apetitos mismos, y varían según la diversa disposición del cuerpo, pues cada cual se comporta según su afecto, y quienes padecen conflicto entre afectos contrarios no saben lo que quieren, y quienes carecen de afecto son impulsados acá y allá por cosas sin importancia. (E3 P2, Escolio)

      Esta es la razón por la cual los hombres, aunque deseen vivir en armonía no lo logran, ya que son “semejantes a las olas del mar agitadas por vientos contrarios” (E3 P59, Escolio), y “queriendo todos ser amados o alabados por todos, resulta que se odian entre sí” (E3 P31, Escolio).

      En el conocimiento adecuado de los afectos está nuestra posibilidad de alcanzar la libertad humana, que es lo que desarrolla en la 5ta y última Parte: “Del poder del entendimiento o de la libertad humana”.

      La propuesta que nos hace Spinoza sobre cómo alcanzar la libertad se deduce de lo que nos planteó en la metafísica que describió en la 1ra Parte “De Dios” y en la teoría del conocimiento que planteó en la 2da Parte “De la Naturaleza y origen de la mente”. Spinoza plantea que existe una sola sustancia, a la que también menciona como Dios o la Naturaleza; esa sustancia tiene infinitos atributos, de los cuales los seres humanos, conocemos solo dos, la extensión y el pensamiento.

      Los seres humanos somos “modos finitos”, “cosas singulares”, no somos sustancia.6 Nos manifestamos, existimos en una dimensión mental y en una dimensión corporal, “el hombre consta de mente y cuerpo” (“hominem mente et corpore constare”) (E2 P13, Corolario). Como esas dos dimensiones son dos manifestaciones de una única sustancia, entre esas dos dimensiones existe un paralelismo, y todo lo que se manifiesta en una dimensión se manifiesta en la otra; pero lo que corresponde a una dimensión no puede alterar a la otra. Las ideas, que pertenecen a la dimensión mental, no pueden modificar los afectos, que pertenecen a la dimensión corporal. Las ideas entran en contacto con las ideas, y los afectos con los afectos. Justamente las Partes 3ra, 4ta y 5ta describen los sutiles mecanismos por los cuales se relacionan esas dos dimensiones.

      Spinoza define así los afectos:

      Por afectos entiendo las afecciones del cuerpo, por las cuales aumenta o disminuye, es favorecida o perjudicada, la potencia de obrar del mismo cuerpo, y entiendo al mismo tiempo, las ideas de esas afecciones. (E3, Definición 3)

      Los afectos pueden ser acciones o pasiones: “si podemos ser causa adecuada de alguna de esas afecciones, entonces entiendo por ‘afecto’ una acción; en los otros casos, una pasión” (E3, Definición 3). La alegría y la tristeza son las dos pasiones básicas: las pasiones tristes son las que disminuyen nuestra potencia de obrar; por el contrario, las pasiones alegres son las que aumentan nuestra potencia de obrar. Son ejemplos de pasiones tristes el miedo, el odio, la envidia, la desesperación y muchas otras; de pasiones alegres son ejemplos el amor, la esperanza, la seguridad, la aprobación, el contento de sí mismo, la misericordia, el agradecimiento entre otras. De cada una de ellas da una definición y explicación en la última sección de la 3ra Parte. Son estas pasiones las que nos hacen vivir agitados como las olas del mar. Sin embargo, al cobrar conciencia de este estado aparece la posibilidad de liberarnos, ya que “un afecto que es una pasión deja de ser una pasión tan pronto como nos formamos de él una idea clara y distinta” (E5 P3).

      Por esto, en su concepción, el conocimiento también se expresa en su dimensión corporal: “El conocimiento del bien y el mal no es otra cosa que el afecto de la alegría o el de la tristeza, en cuanto que somos conscientes de él” (E4 P8). Por ejemplo, en la Proposición 12 nos dice: “La mente se esfuerza, cuanto puede, en imaginar las cosas que aumentan o favorecen la potencia de obrar del cuerpo”. Así, en el conocimiento de esos mecanismos es que aparece la posibilidad de la libertad humana. El desconocimiento del mecanismo de los afectos en el marco general del funcionamiento de la naturaleza es lo que explica por qué los buenos consejos de los hombres sabios no son obedecidos, ya que no explican la “impotencia e inconstancia humanas” por “la potencia común de la naturaleza”, y se la atribuyen “a no sé qué vicio de la naturaleza humana” (E3, Prefacio).

      Con el planteo del paralelismo, Spinoza intentó explicar cómo se relacionan la mente y el cuerpo. Él conocía bien la explicación que años antes había dado Descartes en Las pasiones del alma y no le satisfacía. En el Prefacio de la 5ta Parte presenta con cierto detalle la función que asigna Descartes a la glándula pineal (que sería el medio por el cual el alma incide sobre el cuerpo) y a “los espíritus animales”; afirma que estas explicaciones, si no fuera que “son tan ingeniosas” le resultaría difícil de creer “que provenían de un hombre tan eminente”. El núcleo de su refutación lo podemos presentar así:

      Pues, ¿qué entiende me pregunto, por unión de alma y cuerpo? (…) Había concebido (Descartes) el alma como algo tan distinto del cuerpo que no pudo asignar ninguna causa singular a esa unión ni al alma misma, y le fue necesario recurrir a la causa del universo entero, es decir, a Dios.

      Para Spinoza no es legítimo recurrir a Dios para explicar los fenómenos: Dios es “ese asilo de la ignorancia” (E1, Epílogo); por el contrario, los fenómenos se tienen que explicar por las causas próximas.

      Llegar al conocimiento adecuado de nuestros afectos, en donde radica la única posibilidad de liberarnos, ya dijimos que es un camino muy arduo y difícil; entonces Spinoza da un consejo práctico sobre qué hacer mientras no hemos alcanzado ese conocimiento:

      (…) lo mejor que podemos hacer mientras no tengamos un perfecto conocimiento de nuestros afectos, es concebir una norma recta de vida, o sea, unos principios seguros, confiarlos a la memoria y aplicarlos continuamente a los casos particulares que se presentan a menudo en la vida, a fin de que, de este modo, nuestra imaginación sea ampliamente afectada por ellos, y estén siempre a nuestro alcance. (E5 P10, Escolio)

      El planteo de mi tesis, y aquí está la fuerte relación con Spinoza, es que la Regla de Oro, “trata a los demás como quieres que te traten”, puede funcionar como ese principio seguro para confiar a la memoria y aplicarlo continuamente “a los casos particulares que se presentan a menudo en la vida”.

      Para Spinoza, los afectos nos ponen en contacto con el primer género de conocimiento, que produce ideas inadecuadas y confusas (E2 P41).

      Cada encuentro con un otro que me afecta de una manera tan poderosa que me impide darle un trato como el que me gusta que me den, que me lleva a actuar de una manera que luego me despierta vergüenza o arrepentimiento (pasiones tristes, que disminuyen mi potencia de obrar), me ofrece la posibilidad de avanzar desde el primer género del conocimiento hacia el segundo género (la razón), si es que usamos esos encuentros para aprender a reconocernos como efectos de causas exteriores y a convertirnos en causas de efectos, ya que “no hay afección alguna del cuerpo de la que no podamos formar un concepto claro y distinto” (E5 P4). Con el trabajo sostenido de la razón aparece la posibilidad del tercer género de conocimiento (la intuición).

      Se nos dirá legítimamente que la misma dificultad que tienen los hombres para guiar su conducta por la razón y no por las pasiones se traslada a la dificultad de aplicar la Regla de Oro continuamente “a los casos particulares que se presentan a menudo en la vida”. Por esto mismo, en mi tesis también propuse un ejercicio, llamado el “Ejercicio de los personajes” que se presenta como una herramienta textual creada para facilitar la práctica de la Regla de Oro. En el capítulo 5 retomaré este aspecto