1519. Los europeos en Mesoamérica. Federico Navarrete. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Federico Navarrete
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9786073045896
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Historia general de las cosas de Nueva España…, op. cit., p. 983. Por cierto, sorprende el ejemplo de composición que eligió fray Bernadino de Sahagún; en efecto, parecería que la diferencia de sentidos entre teopiltzintli y teopiltontli se deba más a las connotaciones positivas y negativas de los sufijos utilizados —tzintli y tontli en estos casos— que a la supuesta valencia semántica de teo; según Garibay, piltzintli significa “venerable hijito” y piltontli “hijuelo, hijillo”, en Ángel María Garibay K., Llave del náhuatl, México, Porrúa, 1978, pp. 54-55.

      26ca in ixquichtin in anqujmoteutia nimã ayac teutl, ayac ypalnemoanj, ca muchnitin Diablome”, en fray Bernardino de Sahagún, Coloquios y Doctrina Cristiana. Con que los doce frailes de San Francisco enviados por el papa Adriano VI y por el emperador Carlos V, convirtieron a los indios de la Nueva España, Miguel León-Portilla (ed. y trad.), México, Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Nacional Autónoma de México, 1986, pp. 174-175.

      27Tenemjtia. Tetlamachtia. Tecuiltonoa. Tetlatocatilja. Tetlauelia. Temjctia”, en fray Bernardino de Sahagún, Primeros Memoriales, Thelma Sullivan (ed. y trad.), revisado y con notas por Henry B. Nicholson, Arthur J. O. Anderson, Charles E. Dibble, Eloise Quiñones Keber y Wayne Ruwet, Norman, University of Oklahoma Press, 1997, p. 121.

      28 Fray Bernardino de Sahagún, Primeros Memoriales…, op. cit., pp. 121-123.

      29 Fray Bernardino de Sahagún, Florentine Codex…, op. cit., v. i, pp. 13, 17, 10.

      30 Ibid., pp. 31, 37, 39, 41.

      31 Fray Bernardino de Sahagún, Florentine Codex…, op. cit., v. x, p. 169.

      32 qujtoaia injc monotza: nopiltzin teutl, teutl njccauh, teutl nachcauh, en fray Bernardino de Sahagún, Florentine Codex…, op. cit., v. x, p. 170. Traducción mía.

      33Auh in icuac quicaquia tzatzi, ihuan in mozticacalatza, niman conahua, conilhuia in toquichti: “Ma xitlamattiuh, nocne, tixtecocoyocpul, monan ticyeco […] Inic yuh conahuaya, in quilmach yuhquin ic onepatilo. Ic queleltia, ic quilochtia, ic quiyacatzacuilia, in itenotzaliz; inic amo inpan neltiz, ic quintzatzilia”, en fray Bernardino de Sahagún, Augurios y abusiones, Alfredo López Austin (ed. y trad.), México, Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Nacional Autónoma de México, 1969, pp. 36-37.

      34 Fray Bernardino de Sahagún, Augurios y abusiones…, op. cit., pp. 28-33.

      35 Molly Basset, “Meeting the Gods: Apotheoses and Exchanges of the Early Encounter”, Material Religion, v. 8, núm. 4, 2012.

      36 Relación de Michoacán, Francisco Miranda (ed.), México, Secretaría de Educación Pública, 1988, p. 301.

      ¿Quién conquistó México?

      En este capítulo intentaré demostrar que vale la pena plantearnos la pregunta ¿quién conquistó México?, para buscar más allá de la respuesta obvia y por todos conocida. Volverla a plantear, en serio, puede encontrar nuevas respuestas sobre los sucesos que comenzaron en ese fatídico 1519 con la llegada a estas tierras de la expedición española encabezada por Hernán Cortés.

      Para poder explorar otras respuestas es preciso desmontar la más conocida: ¡nos conquistaron los españoles! Ésta es la visión que llamaré “colonialista”. Se centra en los eventos de 1519 y 1521 y en el relato que todos conocemos muy bien: unos cuantos centenares de expedicionarios españoles —y siempre se enfatiza su escaso número— lograron derrotar en poco más de dos años a un “imperio” poblado por millones de nativos y que tenía a su disposición ejércitos de decenas, si no es que de centenares de miles de guerreros. Esto se atribuye, como causa inmediata, al ingenio y talento políticos extraordinarios de su capitán Hernán Cortés y siempre se ensalzan las cualidades excepcionales o se denosta la singular falta de escrúpulos de este individuo extraordinario. Se plantea como causa más general la intrínseca superioridad de los conquistadores sobre los indígenas, que puede ser, según los autores, de índole religiosa, militar, cultural, tecnológica, semiótica y un largo, larguísimo etcétera. Suele añadirse que el Imperio mexica fue vencido también por sus debilidades internas y por las fallas intrínsecas de las culturas indígenas, su atraso tecnológico, y otro larguísimo etcétera.

      Esta manera de contar los eventos fue inventada por el propio Hernán Cortés en sus Cartas de relación mientras realizaba su campaña militar en México. En ellas justificó todas sus acciones a la luz de la ley, del servicio al rey y de la santa religión para escapar al cargo de traición que pendía sobre su cabeza por haber traicionado a su gobernador y capitán Diego Velázquez. También menospreciaba de manera sistemática el valor y la importancia de las acciones de otros protagonistas en los eventos, empezando por sus propios capitanes y colegas españoles y continuando con sus aliados indígenas y su traductora y representante, la mujer que llamamos Malinche. En este relato, Hernán Cortés se exaltó a sí mismo como una figura providencial asistida por los mismos dioses, como un paradigma de guerrero, estratega, intrigante, estadista y súbdito leal. Se transformó también en una de las primeras manifestaciones explícitas de una nueva forma agresiva y pujante de la masculinidad —europea, militarista y colonialista— que sería definitoria de la edad moderna. En ese sentido se construyó a sí mismo, y ha sido elevado por sus acólitos hasta el día de hoy como uno de los primeros grandes héroes varones del colonialismo europeo. Con su talento para la narración cotidiana y la exageración épica, Bernal Díaz del Castillo en su Historia verdadera confirmó esta visión providencialista del propio Cortés, pero exaltó a su lado las hazañas de los soldados y capitanes que acompañaron al comandante.

      Desde entonces, la mayoría de los historiadores mexicanos, españoles y europeos han repetido y acendrado esta visión, por más inverosímil que resulte, convirtiéndola en la interpretación dominante de lo que llamamos “Conquista española”. Lo han hecho, al menos en parte, porque la visión colonialista confirma sus privilegios sociales y culturales: la supremacía de su propia masculinidad blanca, la superioridad de su cultura europea u occidental y también, de manera más indirecta, su punto de vista epistemológico de historiadores profesionales, así como la verdad y superioridad de su religión, de su tecnología, de sus formas de hacer la guerra, de sus capacidades de comunicación, de su ciencia y su conocimiento.

      Sucesivos autores desde 1545 hasta 2019 han esgrimido estas razones para explicar la victoria prodigiosa de los españoles. La mayoría de estas explicaciones, sin embargo, adolecen de etnocentrismo pues incurren en el error tan frecuente de considerarnos mejores que otros grupos humanos, sin más fundamento que nuestra propia ignorancia de las culturas ajenas. Por otro lado, Hernán Cortés y sus escasos seguidores son presentados como exponentes, representantes, epítomes de toda la amplísima y diversa sociedad, cultura, tecnología de Occidente el “brillante siglo xvi europeo”, al que se refiere el autor. En otras versiones encarnan y traen consigo incluso todos los logros civilizatorios del viejo continente, desde China hasta Marruecos. Así debemos creer que esa variada y contradictoria herencia cultural, transformada en una esencia o un espíritu supremo, residiría íntegramente en un subconjunto diminuto y poco representativo de la población del Viejo Mundo.