El segundo discurso —pronunciado, según Hernán Cortés, frente a “todos los señores de las ciudades y tierras allí comarcanas”— fue muy parecido al primero pero con algunos detalles añadidos.6 Motecuhzoma hubiera mencionado de nuevo al “Señor” que los trajo de tierras lejanas y después se fue y que, cuando regresó, no lo quisieron seguir ni aceptar como soberano: “y dejó dicho que tornaría o enviaría con tal poder, que los pudiese constreñir y atraer a su servicio. E bien sabéis que siempre lo hemos esperado”. Después de asegurar que los recién llegados eran los enviados de este señor, el tlatoani hubiera añadido que si bien “nuestros predecesores no hicieron lo que a su señor eran obligados, hagámoslo nosotros, y demos gracias a nuestros dioses porque en nuestros tiempos vino lo que tanto aquellos esperaban”. Siguió una orden del rey de obedecer a los españoles y de entregarles “los tributos y servicios que hasta aquí a mí me hacíades”. Hernán Cortés describe enseguida cómo
después de algo sosegadas sus lágrimas, respondieron que ellos lo tenían por su señor, y habían prometido de hacer todo lo que les mandase; y que por esto y por la razón que para ello les daba, que eran muy contentos de lo hacer; y que desde entonces para siempre se daban ellos por vasallos de vuestra alteza […] Lo cual todo pasó ante un escribano público, y lo asentó por auto en forma, y yo pedí así por testimonio en presencia de muchos españoles.
Figura 1. Topiltzin Quetzalcóatl, rey de la prestigiosa ciudad de Tollan (Códice Florentino 1979: Lib. IV, fol. 59r).
Según estos dos discursos, después de reconocer en los recién llegados a los enviados de este “Señor” que los trajo a estas tierras, Motecuhzoma entregó su reino a Hernán Cortés, como se refiere durante el segundo discurso, en presencia de “todos los señores de las ciudades y tierras allí comarcanas”. Si bien en estos discursos no aparece el nombre de Quetzalcóatl, sí se destaca el indudable origen “extranjero” de los mexicas y se describe a este “Señor” cuya salida y regreso pueden equipararse con algunos episodios del ciclo mítico del rey de Tollan, Topiltzin Quetzalcóatl (véase la figura 1).
Los testimonios de Hernán Cortés fueron difundidos y modificados por su capellán Francisco López de Gómara, cuya Historia de la conquista de México fue publicada en 1552. Acerca de las reacciones de los indios cuando vieron a los españoles barbados, con sus caballos y sus cañones, en la costa de Veracruz, López de Gómara comenta: “y de las naos decían que venía el dios Quetzalcóatl con sus templos a cuestas, que era dios del aire que se había marchado y esperaban su vuelta”.7 Testimonio valioso en verdad porque, a diferencia de las cartas de Hernán Cortés, aparece aquí claramente el nombre del dios y la idea según la cual se esperaba su regreso, que se cumplió con la llegada de los conquistadores.
En la Historia general de las cosas de la Nueva España de fray Bernardino de Sahagún, en el capítulo 2 del Libro xii, intitulado “De los primeros navíos que aportaron a esta tierra, que según dicen fue Juan de Grijalva”, se describe a los administradores de Motecuhzoma que se encontraban en la costa. Al avistar las naves españolas, se acercaron con sus canoas y, según el texto en náhuatl, “cuando estuvieron cerca de los españoles, al momento frente a ellos hicieron la ceremonia de tocar la tierra y los labios, estando a la punta de su barca. Tuvieron la opinión de que era Nuestro Príncipe Quetzalcóatl que había venido”.8
La versión española del Códice Florentino agrega: “al cual estaban y están esperando, según parece en la historia deste dios”.9 Cuando fue enterado de la llegada de Hernán Cortés, Motecuhzoma dijo: “Mira que me han dicho que ha llegado nuestro señor Quetzalcóatl. Id y recibidle, y oíd lo que os dixere con mucha diligencia […] Veis aquí estas joyas que le presentéis de mi parte, que son todos los atavíos sacerdotales que a él le convienen”.10 Se describen también, con sumo detalle, los atavíos de Quetzalcóatl (dos juegos), de Tezcatlipoca y de Tláloc que se iban a ofrecer a Hernán Cortés. Según la versión en náhuatl, el tlatoani ordena a sus emisarios: “Id, no os demoréis. Haced acatamiento a nuestro señor el dios. Decidle: ‘Nos envía acá tu lugarteniente Motecuhzoma. He aquí lo que te da en agasajo al llegar a su morada de México’”.11
Otras fuentes españolas son confusas o están marcadas por una visión cristiana que llega a identificar a Quetzalcóatl con un misionero o con un santo. Ahora bien, destacados especialistas consideran que la mayoría de estas fuentes son fidedignas al establecer la existencia, en la época prehispánica, de la idea según la cual se esperaba el regreso de Quetzalcóatl. Por una parte, los discursos atribuidos a Motecuhzoma II en las Cartas de relación de Hernán Cortés también han sido reportados por otros testigos. Francisco de Aguilar y Bernal Díaz del Castillo mencionan el primer discurso de Motecuhzoma, mientras que el propio Díaz del Castillo y Andrés de Tapia mencionan el segundo. Además, durante el juicio de residencia de Hernán Cortés en 1529, algunos testigos —en particular un conquistador llamado Francisco Flores— hablan del famoso discurso del tlatoani mexica. Por otra parte, la concepción del regreso de una deidad era conforme a la concepción cíclica del tiempo que fundamentaba la cosmovisión mesoamericana. De acuerdo con este esquema, Tezcatlipoca y Quetzalcóatl alternaban como soles de las distintas eras cósmicas y, en vísperas de la Conquista, los mexicas vivían bajo el sol o la era dominada por su deidad tutelar Huitzilopochtli, estrechamente vinculada con Tezcatlipoca. De manera que la asociación de la llegada de los españoles con el regreso de Quetzalcóatl para derrotar el poder de Huitzilopochtli-Tezcatlipoca era perfectamente lógica. Tanto más que el año 1 Caña (1519) —precisamente cuando llegaron los conquistadores— era el nombre calendárico de la Serpiente Emplumada que correspondía a su fecha de nacimiento. Por lo anterior, cabe la posibilidad de que Motecuhzoma II haya estado angustiado por este “regreso” de Quetzalcóatl, cuyo trono el rey mexica ocupaba “solamente por un tiempo” y que la “entrega” de su reino a los españoles mencionada por Hernán Cortés —por lo menos en el segundo discurso— tenga algún fundamento (véase la figura 2).
Figura 2. La fecha de la llegada de los conquistadores en un año 1 Caña (1519) correspondía al nombre calendárico de Quetzalcóatl, “Serpiente Emplumada” (Museo Nacional de Antropología).
El problema de la divinización de los españoles
Si bien la llegada de Hernán Cortés y de sus huestes ha sido asimilada al regreso de Quetzalcóatl, es imprescindible, en este contexto, abordar el debate en torno a la posible divinización de los españoles. Aceptada por especialistas, quienes explican de esta manera la supuesta pasividad y la derrota de los mesoamericanos ante los castellanos, la divinización de los conquistadores ha sido rechazada de manera vehemente por otros estudiosos, los cuales consideran denigrante pensar que los indios hayan podido dejarse engañar de esta forma.
Para tratar de rebasar este tipo