Recopilados en 1555, los testimonios incluidos en el Libro xii del Códice Florentino nos hablan del primer contacto con la expedición de Juan de Grijalva. Ante Motecuhzoma, sus enviados se refirieron a los recién llegados diciendo: “Fuimos a ver a nuestros señores, los dioses, en medio del agua”.13 Con la llegada de Hernán Cortés, los emisarios del tlatoani se dirigieron por primera vez al capitán de esta manera: “Dígnese oírlo el dios: Viene a rendir homenaje su lugarteniente Motecuhzoma. Él tiene en cargo la ciudad de México. Dice: ‘Cansado ha quedado, fatigado está el dios’”.14 Cuando regresaron a Tenochtitlan para informar al rey de su encuentro con los españoles, los emisarios tenochcas fueron recibidos con un ritual especial: fueron rociados con la sangre de cautivos sacrificados (véase la figura 3). Los colaboradores nahuas de Sahagún explicaron que “La razón de hacer tal cosa, es haber ido por camino muy difícil; por haber visto a los dioses; haber fijado sus ojos en su cara y en su cabeza. ¡Bien con los dioses conversaron!”15 Para conocer los gustos de los recién llegados, Motecuhzoma les mandó distintos tipos de comida, entre ellas una salpicada con sangre de cautivos sacrificados, lo cual provocó reacciones de asco por parte de los españoles. El texto náhuatl revela los motivos de la actuación del tlatoani mexica: “Y la razón de haber obrado así Motecuhzoma es que él tenía la creencia de que ellos eran dioses, por dioses los tenía y como a dioses los adoraba. Por esto fueron llamados, fueron designados con ‘Dioses venidos del cielo’. Y en cuanto a los negros, fueron dichos: ‘Dioses sucios’”.16
Figura 3. Sacrificio de cautivos ante los embajadores mexicas que presenciaron la llegada de los españoles, de los “teteo” (Códice Florentino 1979: Lib. xii, fol. 10r).
Por último, en el Códice Aubin, fechado en 1576, Motecuhzoma utiliza el término téotl cuando se dirige a Cortés para solicitar el permiso de celebrar la fiesta de Tóxcatl. Encontramos también la expresión yn imaçavan yn teteo, “los venados de los dioses” para referirse a los caballos de los españoles.17
Si pasamos ahora a las fuentes redactadas en español, encontramos un testimonio temprano —esto para contradecir a algunos especialistas que consideran que la divinización de los conquistadores es un fenómeno tardío y manipulado por los invasores mismos— en un proceso por idolatría fechado en 1539, en el cual un testigo afirmó que “habían de llegar los dioses, que así llamaron a los cristianos”.18
Por supuesto, hubo interrogantes acerca de la naturaleza de los recién llegados, y autores como Diego Muñoz Camargo se hicieron eco de estas dudas:
…y finalmente sobre este argumento de si eran dioses u hombres no se sabían determinar, porque si fueran dioses, decían ellos, no derribaran nuestros oráculos, ni maltrataran a nuestros dioses, porque fueran sus hermanos, y pues que los maltratan y derriban no deben de ser dioses, sino gentes bestiales y bárbaras, e pues que ansí ofenden a nuestros ídolos, ellos le darán el pago. Estas y otras cosas trataban como hombres sin sentido, y por otra parte entendían que eran dioses, porque venían en animales muy extraños y jamás en el mundo vistas y oídos.19
Vimos cómo Motecuhzoma había enviado distintos tipos de comida a los españoles, para seguramente, una vez conocidos sus hábitos alimenticios, determinar su condición ontológica. Asimismo, antes de llegar a Tlaxcala, se les ofreció a los conquistadores distintos manjares: “Si eres dios de los que comen sangre é carne, cómete estos indios, é traerte hemos más; é si eres dios bueno, ves aquí encienso é plumas; é si eres hombre, ves aquí gallinas é pan é cerezas.”20 Sea como fuere, los españoles eran a todas luces seres fuera de lo común y cabe recordar que incluso los diversos miembros del panteón mesoamericano tenían una dieta muy variada.
Ahora bien, no cabe duda de que los españoles pensaban beneficiarse de esta identificación divina, como lo revela fray Toribio de Benavente o Motolinía:
A los españoles llamaron tetehuv, que quiere decir dioses, y los españoles corrompiendo el vocablo decían teules, el cual nombre les duró más de tres años, hasta que dimos a entender a los indios que no había más de un solo Dios y que a los españoles los llamasen cristianos, de lo cual algunos españoles necios se agraviaron y quejaron, y indignados contra nosotros decían que les quitábamos su nombre, y esto muy en forma, y no miraban los pobres de entendimiento que ellos usurpaban el nombre que a solo Dios pertenece; después que fueron muchos los indios bautizados, llámanlos españoles.21
A este nivel de la discusión es indispensable plantear la siguiente pregunta, la cual nos parece esencial y, hasta donde sabemos, pocas veces ha sido considerada: ¿cuál era la concepción de dios que tenían los antiguos nahuas? ¿Acaso compartían con los españoles la misma concepción cristiana de la deidad? Es solamente al tratar de contestar esta interrogante que podremos intentar entender por qué los mesoamericanos “divinizaron” a los europeos —los mayas cakchiqueles también identificaron como dioses a los españoles dirigidos por Pedro de Alvarado. Tenemos casos semejantes en los Andes, en Brasil e incluso en Oceanía.
El tema es sumamente complejo y una vez más vamos a acudir a la amplia obra de fray Bernardino de Sahagún y de sus colaboradores nahuas para acercarnos a la noción nahua de téotl. En efecto, una de las mayores preocupaciones del franciscano fue sin duda delimitar el concepto de téotl para los nahuas y adecuarlo a un modelo cristiano. Por ejemplo, acerca de la palabra teoatl, “mar”, fray Bernardino de Sahagún precisa que este término “no quiere decir ‘dios del agua’ ni ‘diosa del agua’, sino quiere decir ‘agua maravillosa en profundidad y grandeza’”.22 En la parte náhuatl del Códice Florentino los prudentes colaboradores del franciscano retoman la misma interpretación: “es llamada teuatl [agua divina], no que es un dios, solamente significa maravilloso, una gran maravilla”.23 Otro ejemplo del uso de la palabra téotl como prefijo aparece en el Libro xi, en el cual los nahuas describen el oro, coztic teucujtlatl:
Lo llamaban “el excremento del Sol”; es muy amarillo, muy maravilloso, como brasa extendida, como oro fundido. Así parece que de aquí es tomado éste [el nombre] del “oro”. No viene de Dios [jpalnemoani]. Se dice de él que es el sol [Tonatiuh], por cierto aún no se conocía el único Dios [jcel teutl], el verdadero Dios [nelli teutl], porque muchos dioses eran venerados. Y sol era realmente el nombre de un dios [teutl]. “El dios está en medio”, se decía, “El dios se levanta; aquí está el dios; el dios se apoya en un lado; el dios entra…”.24
Ignoramos por qué Sahagún no consideró necesario traducir o comentar este fragmento en la parte española del Códice Florentino, tanto más que se trataba de la descripción de un término en el cual se utilizaba una nomenclatura divina, acerca de un material que suscitaba la codicia desenfrenada de sus paisanos —también es llamativa la ausencia de viñeta para representar el oro; en el caso de la teutetl, “piedra divina”, los tlacuiloque representaron a un diablo (o tal vez a una imagen de Huitzilopochtli con rasgos de diablo europeo) para expresar el vocablo téotl— ¿Vergüenza de fray Bernardino de Sahagún ante las consecuencias trágicas del apetito de los conquistadores por el oro? Sea como fuere, los colaboradores nahuas explican que el nombre teucuitlatl no está relacionado con el concepto de dios —que llaman Ipalnemoani, “Aquel por quien se vive”—, sino con el de sol, Tonatiuh, en tanto que al único dios, al verdadero dios —in jcel teutl, in nelli teutl— todavía no lo conocían y que muchos dioses (mjequjntin teteu) eran venerados. Además, al asumir que el término Ipalnemoani se aplicaba al dios cristiano, los