El cuerpo de los hippeîs y el mito de la Batalla de los Campeones están vinculados por el número de los hippeîs, trescientos, y también por la ideología del cuerpo. Nicole Loraux (1995: 73, 280 n. 113, con referencias a Isócrates, Sobre la Paz) observa que el código de comportamiento de los hippeîs en el campo de batalla era más estricto que el de los hoplitas regulares, obligándolos, por ejemplo, a morir con un rey. Así, la ideología de la muerte bella, expresada en el mito de la Batalla de los Campeones7, era aplicable especialmente a ellos.
He presentado una versión completa del argumento en otra parte (Bershadsky, 2012: 70-72; 2013: 224-236); pero, en resumen, propongo el siguiente escenario: en una etapa anterior, los aristocráticos proto-hippeîs espartanos participaban en las recreaciones rituales de la Batalla de los Campeones con sus oponentes argivos. La designación espartana alternativa de los hippeîs como ko(û)roi, “jóvenes”8, probablemente se remonte a ese período, cuando las batallas rituales servían de iniciaciones en la edad adulta (el término kóroi trae a la memoria a los Curetes de Eubea en el mito de la Guerra Lelantina). Más tarde, cuando las reformas igualadoras ampliaron los derechos en Esparta, el sistema reorganizado se apropió del mito aristocrático de la lucha a muerte por la Tireátide como una encarnación de las virtudes espartanas. La lucha era conmemorada en el festival de las Gimnopedias, que dramatizaba la unificación de la sociedad espartana9. Al mismo tiempo, una nueva institución, el selecto cuerpo de los hippeîs, reclamó una conexión particularmente fuerte con el mito, en paralelo con sus precursores aristocráticos, los proto-hippeîs.
Sin embargo, los nuevos hippeîs no recrearon, meramente, el mito en una forma atenuada y no letal: más bien, el mito animó su conducta de batalla. Se esperaba que lucharan hasta el último hombre10.
La oscuridad del curso exacto de los cambios en la Esparta arcaica hace que la descripción precedente sea algo abstracta, pero la creación de los cuerpos de élite abiertos a todos los espartiatas sobre la base del mérito y portando el nombre aristocrático de los hippeîs debe haber sido un paso radical. Un análisis de la constitución mixta de Esparta, transmitida por Estobeo y atribuida por él a Arquitas, destaca a los hippagrétai (los que seleccionaban a los hippeîs) y a los kóroi (hippeîs) como los componentes democráticos de la constitución (Figueira, 2006: 66-67).
Situar la creación del cuerpo de los hippeîs en la línea de tiempo de la disputa argivo-espartana es una cuestión crucial que requiere más investigación. Conjeturo que la creación de ese cuerpo fue uno de los pasos en el proceso de transformación de las batallas rituales en hostilidades reales, que dio lugar a la anexión permanente de la Tireátide por Esparta a mediados del siglo VI.
Transformaciones de los mitos de antiguas enemistades
Las confrontaciones rituales por la llanura lelantina entre Calcis y Eretria debieron haberse detenido cuando Atenas tomó el control de la llanura en el año 506 a.C. (Herodoto, 5.77.2). Por consiguiente, a finales del siglo VI, las recreaciones aristocráticas de las batallas letales por el dominio de las fronteras pertenecían al pasado. Sin embargo, las historias de confrontación entre Eretria y Calcis, y entre Argos y Esparta, siguieron estando muy presentes. Estas se convirtieron en argumentos muy disputados entre las facciones democráticas y oligárquicas. A continuación, presento dos casos, el primero de Eretria y el segundo de Argos.
Heródoto narra que los eretrios y los atenienses enviaron ayuda militar a Mileto en 499 a.C, durante la revuelta jonia. El historiador señala que los eretrios no lo hicieron para complacer a los atenienses, sino para retribuir a los milesios por su anterior ayuda en la guerra contra Calcis, cuando los calcídeos fueron asistidos por los samios (Heródoto, 5.99). Al interpretar esta información, es crucial tomar en consideración que Eretria se convirtió en una democracia hacia finales del siglo VI a.C. (Knoepfler, 2010: 113-115; también, Walker, 2004: 236-269), y disfrutó de buenas relaciones con Atenas. Es sorprendente ver cómo se debilitan estas relaciones cercanas y encontrar, en cambio, al joven régimen democrático justificar sus acciones refiriéndose a enfrentamientos aristocráticos interrumpidos. Sugiero que Heródoto transmite aquí un caso antiguo de propaganda: el régimen democrático se apropia del pasado aristocrático para sus propios fines. En este proceso, el enfrentamiento ritual es reinterpretado como un hecho real. El vínculo “partidista” pro-democrático de Eretria con Atenas queda solapado, mientras que a la iniciativa militar se le da una apariencia tradicional11.
En Argos, tanto las facciones oligárquicas como las democráticas intentaron apropiarse de las historias de enfrentamientos por la Tiréatide y de la enemistad entre Esparta y Argos. Esto ha resultado en un registro histórico sorprendentemente complejo, constituido por numerosos y variados relatos y contra-relatos. He intentado aislar algunas de esas capas en un trabajo anterior. Por ejemplo, he argumentado que el relato de la defensa heroica de Argos por parte de las mujeres argivas después de la Batalla de Sepea fue un mito fundacional de la democracia argiva en los años 46012. Sin embargo, en el presente trabajo me gustaría discutir una serie diferente de acontecimientos.
Ya he mencionado la descripción de Tucídides (5.41) de la propuesta que hicieron los argivos a los espartanos en 421 a.C. Los argivos ofrecieron firmar un tratado de paz con los espartanos, bajo la condición de seguir realizando batallas por el control de la Tireátide, en las que la persecución no iría más allá de las fronteras de Argos y Esparta. Las batallas tendrían lugar solo en ausencia de guerras o plagas tanto en Esparta como en Argos. ¿Cuál era el objetivo de la sugerencia de los argivos de reproducir el viejo enfrentamiento por la Tireátide? Comúnmente se interpreta como una simple ensoñación sobre su pasado glorioso.
Sin embargo, parece claro que la idea de volver a recrear la batalla fue un hecho promovido por la facción oligárquica argiva. Por lo tanto, algunos miembros de la aristocracia argiva estaban interesados en resucitar la antigua práctica de enfrentar a los espartanos en batallas por la Tireátide. No tenemos información directa sobre sus razones, pero los sucesos de los siguientes años nos dan algunos indicios.
En primer lugar, en el lapso de un año se instituyó en Argos a expensas públicas un cuerpo especial de élite de unos mil hombres jóvenes. Diodoro Sículo (12.75.7) señala que estos jóvenes “eran, al mismo tiempo, los más vigorosos en cuerpo y los más ricos” (καὶ μάλιστα τοῖς τε σώμασιν ἰσχύοντας καὶ ταῖς οὐσίαις); por lo tanto, si bien estos “Mil” fueron financiados con fondos públicos y se suponía que debían ser seleccionados a partir de los integrantes de la asamblea de ciudadanos (Diodoro Sículo, 12.80.2), aparentemente eran un grupo aristocrático. Nuevamente, nos está faltando información directa, pero es posible que la conformación de los “Mil” estuviera relacionada con la idea de revivir las batallas por la Tireátide: tal vez los “Mil” estaban originalmente destinados a luchar realmente contra los espartanos por ese territorio (Piérart, 2009: 278; Bershadsky, 2012: 73; 2013: 361).
En 421 a.C., el tratado de paz entre Argos y Esparta aún no había entrado en vigencia —Alcibíades indujo a los argivos a realizar una volte-face, por lo que hicieron una alianza con Atenas—. Las posteriores transformaciones de los “Mil” son extraordinarias. Lucharon contra los espartanos en la Batalla de Mantinea en 418 y, aunque los argivos perdieron la batalla, los “Mil” ganaron popularidad en Argos (Aristóteles, Política, 1304a 25-26; Diodoro Sículo, 12.80.3). La mayoría de los “Mil” sobrevivieron a la batalla (Tucídides, 5.73.4), y Diodoro Sículo (12.79.6) transmite un relato fascinante que reivindica su supervivencia. Cuenta que los espartanos