Miradas Cruzadas 2-3. Jorge Martin. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Jorge Martin
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Философия
Год издания: 0
isbn: 9789978775356
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hombre de una libertad rebelde. Lo que hace acontecimiento en Cristo es exclusivamente la resurrección, esa ἀνάστασις νεκρῶν, que se debería traducir por levantamiento de los muertos, su alzamiento, que es alzamiento de la vida”41. La rebeldía que adjetiva a la libertad se constituye en la condición del sujeto militante, la libertad acompaña a la acción que determina la historia.

      Cada una de las acciones de Pablo dan cuenta de la libertad que Cristo otorga a los hombres, “Esta es la libertad que nos ha dado Cristo. Manténganse firmes para no caer de nuevo bajo el yugo de la esclavitud. Yo mismo, Pablo, les digo: si ustedes se hacen circuncidar, Cristo no les servirá de nada” (Gálatas 5. 1,2); queda claro que el don de Cristo supone la ruptura con la ley, allí reside la posibilidad de la vida y, por otro lado, permite consolidar el acontecimiento que sostiene. En efecto, esta lectura da paso a la idea de un sujeto que se levanta de la servidumbre y se enaltece; de alguna manera se convierte en portador de la nueva ley. Sin embargo, Badiou hará una precisión respecto del contenido y sentido propio de acontecimiento; en este sentido dice,

      En definitiva, comprender la relación entre καταλλαγή y σωτηρία, que también en la relación entre muerte y vida, es comprender que para Pablo hay una completa disyunción entre a muerte de Cristo y su resurrección. Porque la muerte es una operación en la situación, una operación que inmanentiza la localización del acontecimiento, mientras que la resurrección es el acontecimiento mismo42.

      El acontecimiento es el origen mismo de la nueva ley, es decir, del sujeto que se inscribe en la libertad en tanto supera la crucifixión, el dolor, el martirio, está, por así decirlo, en una nueva era que predica el amor. De allí que la teología paulina confronte la teología y la política; lo que resulta es el reino de lo trascendental desde donde, el mismo Pablo, será ungido, al igual que todo sujeto inscrito en un nuevo valor que cambia la secuencia de la historicidad y afirma el acontecimiento. No es necio el ataque de Nietzsche a Pablo, dirá Badiou, en tanto, el hombre libre es aquel que ha matado la muerte y, en este gesto, que en el fondo es el mismo de Nietzsche, se ha liberado.

      Ustedes, hermanos, han sido llamados para vivir en libertad, pero procuren que esta libertad no sea un pretexto para satisfacer los deseos carnales: háganse más bien servidores los unos de los otros, por medio del amor. Porque toda la Ley está resumida plenamente en este precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Pero si ustedes se están mordiendo y devorando mutuamente, tengan cuidado porque terminarán destruyéndose los unos a los otros. (Gálatas 13: 14-15)

      Arendt sostiene que para “querer” a Dios, debe haber autonomía y voluntad donde antes había solo obediencia ciega, la misma que, por un lado, convertía al hombre en esclavo y, por otro, delimitaba la posibilidad de ser cristiano. La ley, en la perspectiva de Pablo, ha cambiado en su propia naturaleza en tanto, “en Cristo Jesús, ya no cuenta la circuncisión ni la incircuncisión, sino la fe que obra por medio del amor” (Gálatas 5. 6), es decir, la ley no separa a los sujetos, se extiende sobre todos desde el amor; el triunfo del amor sobre la ley se inscribe en la negación del mal, lo que supone la lucha del hombre interior que Arendt encuentra en Pablo; sin embargo, solo en tanto la gracia de Dios interviene en la pugna de la voluntad consigo misma, es posible decidir por el amor. Es importante anotar que la gracia produce una forma de trascendencia en la ley que es inmanente. En la perspectiva de Arendt, el paulismo instaura una incongruencia, la voluntad contra sí misma; ello se debe a que el sujeto de debate entre el mal que instaura la ley y la gracia que lleva al amor. En Romanos se encuentra esta problemática que se resume en el cumplimiento de la ley, sin amor; frente a esta práctica, la opción que guía a la libertad es una decisión, aunque interior, determinada por la gracia divina, don que permite sostener la voluntad pero guiarla hacia la vía del amor.

      Por otro lado, para Badiou, Pablo rompe con la ley y se centra en el acontecimiento Cristo, de manera que la ley no surge del acontecimiento y tampoco da cuenta del universalismo. ¿Cómo se consolida entonces el acontecimiento? Solo en tanto Cristo crucificado significa el sacrificio del sacrificio, gesto radical que pone fin al dolor y al sufrimiento; representa entonces el fin de la lógica sacrificial. A partir de esto, se universaliza el mensaje sin recurrir a la ley, sino al precepto del amor.

      De esta manera Badiou propone una suerte de materialismo de la gracia; Pablo consolida al sujeto militante que puede llegar al amor sin la ley pues el amor contiene la ley, está más allá de la ley misma que se sostiene en la promesa de la resurrección43. En el pensamiento sobre el sujeto que sostiene Badiou, se muestra una postura anti perversa que niega toda forma de dolorismo y masoquismo. El contexto está marcado por la discusión con el psicoanálisis que, según el filósofo francés, se centra en la idea de que la compulsión solo se contiene con la ley, en tanto Pablo ha determinado que la ley es letra muerta. El super yo freudiano introyecta la ley en el sujeto, de manera que “La ley es lo que da vida al deseo. Mas haciéndolo, fuerza al sujeto a no poder seguir más que la vía de la muerte”44. ¿En qué sentido? La respuesta se halla en la lectura que actualiza la doctrina paulina; como ya se ha dicho, es la ley la que hace posible el pecado, pues da vida al deseo dotándolo de autonomía y automatismo; ello provoca una compulsión a la repetición que desborda la voluntad del sujeto, de tal modo que es “este automatismo objetal del deseo, impensable sin la ley, el que asigna al sujeto la vía carnal de la muerte”45. El sujeto que resulta de la teoría freudiana no solo es precario, sino que está desgarrado entre el ello y el super yo; la condición de su existencia es el dolor, no hay salida, dirá Badiou.

      La ruptura definitiva con esta estructura de pensamiento que condena al sujeto a sufrir, se da en el campo de lo político, específicamente, en la ruptura con la dialéctica que clausura la ley y, al mismo tiempo, procura una nueva subjetividad. Pablo sostiene que “…el fruto del Espíritu es: amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, bondad y confianza, mansedumbre y temperancia. Frente a estas cosas, la Ley está de más, porque los que pertenecen a Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y sus malos deseos” (Gálatas 5: 22-24). En tal sentido, la figura de Pablo es para Badiou el portador de un mensaje que está destinado a cada uno, desde una radical forma de concebir la verdad que surge del acontecimiento y que es condición para la conformación de la comunidad que busca constituir. Tanto la ley, que sostenía la diferencia, fundamento de la comunidad cristiana, cuanto la verdad que sostiene la ley, se definen en función del acontecimiento de manera que, “la verdad… entonces es singular” y “al estar inscrita la verdad a partir de una declaración de esencia subjetiva, ningún sub-conjunto preconstituido la soporta, nada de comunitario o de históricamente establecido presta su sustancia a su proceso”46. Superación de la ley y verdad, son los términos de la “singularidad universal” de la prédica paulina; en su seno, la verdad es un proceso en el cual el sujeto se define desde la convicción πίστις, el amor ἀγάπη y la certeza ἐλπίς47 y configura la subjetividad del amor y la convicción, la subjetividad militante.

      La constitución del sujeto, desde las lecturas de Arendt y Badiou, se define desde concepciones distintas en cuanto al ámbito desde el que el sujeto busca instaurarse. Como se ha visto, Arendt parte de problema de la voluntad que liga al profeta con San Agustín; la voluntad determina la decisión y, en esa medida, la libertad; en los dos casos, la mirada se vuelve a la interior del sujeto que decide. En cambio, para Badiou, el profeta es, básicamente, un militante; su acción tiene sentido solo en el mundo político, es decir en la exterioridad.

      Pablo “es quien, destinando a lo universal una cierta conexión del sujeto y de la ley, se pregunta con un rigor extremado cuál es el precio que hay que pagar por esta destinación, tanto del lado del sujeto como del lado de la ley.”48 La condición del sujeto se sustrae a las divisiones o a las diferencias de cualquier tipo; tanto para la época del profeta como para la suya propia, sostiene Badiou que guardando la diferencia óntica, la necesidad de plantear una ruptura con la estructura política y jurídica de los estados, es necesario tomar “distancia” entre las subjetividades