Al referirnos a los sacerdotes con el apelativo de «padre» podemos pensar que sólo es un título, pero, en realidad, va más allá. Para un sacerdote el ser padre significa tener una familia: los fieles a los que sirve, porque es un elemento humano que es necesario para todo hombre, sea sacerdote o casado. Las características de un padre también se pueden aplicar a un sacerdote, obispo, cardenal o papa quienes, en su misión han recibido diferentes tipos de rebaños, e incluso de encomiendas, con sus ventajas y dificultades.
Cristo nos enseña algunas cualidades esenciales de un padre y un pastor. Primero nos habla de que un pastor debe proteger a su rebaño porque él sabe que necesita de su ayuda y, más, cuando está en dificultad; hay que saber salir al encuentro de la oveja que está en peligro o que está siendo atacada para sacarla de aprietos; y señala una actitud muy dañina que es la del que solo se preocupa por hacer su función y no le interesa su rebaño o la gente que Dios le puso a su cuidado. Como actitud de base está un espíritu de servicio que busca el ser servidor más que ser servido.
Otra cualidad que Cristo enseña es la de conocer a las ovejas porque nadie ama lo que no conoce. El tiempo que se pasa junto a alguien y las experiencias que se comparten son una forma extraordinaria para conocer a los demás; son un recordatorio de que, en nuestro trabajo apostólico, lo que importa más son las personas y nunca se debe olvidar. Así como Cristo se interesa por cada uno de nosotros, también a nosotros nos toca hacerlo por las personas con las que convivimos día a día.
El buen Pastor, Jesús, está atento a cada uno de nosotros, nos busca, nos encuentra y nos ama; nos lleva a verdes pastizales; nos dirige su palabra, conoce en profundidad nuestros corazones, nuestros deseos y nuestras esperanzas, como también nuestros fracasos y nuestras decepciones. Nos acoge y nos quiere tal como somos, con nuestros defectos y virtudes. Por cada uno de nosotros Él «da su propia vida»: es decir, nos ofrece la posibilidad de vivir una vida plena, sin fin. Además, nos cuida y guía con amor, ayudándonos a atravesar los senderos escarpados y los caminos muchas veces arriesgados que se presentan en el itinerario de la vida.
Quinto rasgo: Medios para alcanzar la auténtica espiritualidad
El quinto apartado presenta un conjunto de medios necesarios para lograr una genuina y sincera espiritualidad sacerdotal (PO 18-21). Lo que podemos llamar la vida según el Espíritu. La espiritualidad sacerdotal se debe ejercer en la Iglesia misterio, comunión y misión. Muchas veces pensamos que podemos encontrar otros medios más sencillos, más humanos, más al alcance de todos y de gran calidad para el ejercicio de este objetivo; sería un falso desafío a la sabiduría y santidad de la Iglesia que en el transcurso de tantos siglos nos ha ido marcando y no ha dejado de proponernos el ideal para conseguir lo que estamos llamados a ser. Se exige una unión vital con Cristo: Permaneced en mí y yo en vosotros. Estos medios se desarrollan con cierta profundidad en otro apartado de este escrito.
Interesa afirmar que hay que afianzar estos instrumentos para no decaer. Los momentos de muchas crisis sacerdotales que hemos podido comprobar a lo largo de nuestra vida se han debido al olvido, al abandono y al desinterés de estos medios como si ya se hubiese conseguido la meta y no tuviésemos necesidad de acudir a ellos. Es fácil que el corazón se vaya llenando de otros sucedáneos que originan falta de interés y se pierde todo el entusiasmo del amor primero.
Entre los medios empleados —dice Mons. Palmero Ramos en su libro 10 claves del Hno. Rafael para vivir el evangelio— de cara a ayudar a las comunidades, cuyos miembros viven unidos a Dios, en entrega generosa de amor, en oración y sacrificio por el mundo, contamos con doctrinas espirituales sólidas, que ofrecen con periodicidad autores de plena garantía doctrinal. Al lado del magisterio pontificio, que ocupa siempre el lugar preferente, se ofrecen trabajos con incesante constancia.
Los temas de espiritualidad sólida enriquecen igualmente la formación espiritual de personas que tratan de vivir, en el mundo, una espiritualidad recia siguiendo los pasos de Jesús en otros estados y profesiones. El libro Perlas Marianas en San Bernardo, de Damián Yáñez Neira, el mayor impulsor de los estudios cistercienses en España, escribió gran cantidad de trabajos en libros, revistas y trabajos en colaboración. Durante su estancia en el monasterio de San Isidro de Dueñas, fue compañero de san Rafael Arnaiz Barón, enriquece el bagaje y prolonga la trayectoria. San Bernardo ha contribuido a fomentar en la Iglesia la devoción mariana de todos los tiempos ¿Quién no conoce las cuatro homilías del Santo Abad sobre las excelencias de la Virgen Madre, pronunciadas en su juventud? Había contraído una enfermedad grave, de la que tardó mucho tiempo en recuperarse. A duras penas lograron los monjes que se descargara del gobierno de la comunidad, cumpliendo las prescripciones médicas que le impusieron. En ese tiempo de convalecencia, se dedicó el Santo a preparar tratados, llenos de suavidad y mansedumbre que comunica a todas las personas piadosas.
Se recorren, además, muchas de sus homilías pronunciadas en las principales festividades del Señor y de la Señora. Los retazos seleccionados constituyen verdaderas Joyas de espiritualidad. No son otra cosa que las vivencias del trato íntimo que un gran monje y maestro de monjes tuvo con la Señora del cielo.
José Martínez-de Toda, gran experto en los medios de comunicación, nos dice que en la Iglesia se ha estudiado mucho la espiritualidad cristiana y sus diversas escuelas de espiritualidad: benedictina, franciscana, de jesuitas…; donde primero se usó el término fue en Francia. El enfoque usado aquí es el de la espiritualidad dentro de una comunidad de fe, que responde a una revelación aceptada como normativa. En general «espiritualidad» se entiende como una existencia religiosa comprometida. El elemento más importante de esta espiritualidad con compromiso de fe es la experiencia personal de Dios.
La espiritualidad cristiana es la forma en que una persona, que está animada por la presencia viva y por la acción del Espíritu de Cristo, reacciona y actúa habitualmente de acuerdo con Él. Además de este enfoque paulino de espiritualidad cristiana, hay también otros enfoques muy diversos entre sí. La diversidad mayor se dio entre protestantes y católicos, especialmente en lo relativo a gracia/obras, palabra/sacramento, y eclesiología. La espiritualidad católica actual se deriva del Vaticano II.
La espiritualidad surge del encuentro de la experiencia con la gracia de Dios. Este encuentro es un contacto vital que nos impacta, nos marca y trata de transformar nuestra vida. El contacto puede ser algo personal con Dios, con personas de Dios, con libros, música, filmes, programas de los medios, eventos y cosas que se refieren a Dios. El test de una espiritualidad es una vida integrada con amor y obras.
Teniendo en cuenta los medios de que disponemos parece que podemos hablar de tres tipos de espiritualidad entre los católicos: la institucional (son leales a la doctrina de la jerarquía), la pneumática (están preocupados por el propio crecimiento del Espíritu) y la de los religiosos/as, sobre todo la de los miembros de vida contemplativa.
La espiritualidad debe tener en cuenta algunos contextos: a) el económico: en donde existen situaciones de verdaderas pobrezas; b) el cultural: las nuevas tecnologías y los modernos cambios y c) el religioso: representa el encuentro de tres grandes tradiciones.
Sexto rasgo: Consagración y misión para la acción apostólica
El decreto PO subraya el ser y el actuar del sacerdote. En ellos podemos encontrar líneas de actuación relacionadas con la entrega del buen Pastor y, por tanto, con los ministerios ejercidos en su nombre y en su Espíritu, lo que supone estar en línea de entrega (PO 1), en armonía entre consagración y misión (PO 2), para dedicarse totalmente a la acción apostólica (PO 3). Son necesarios energía, perseverancia y valor para emprender las obras que el Señor nos inspire y llevarlas adelante cueste lo que cueste. Preparación y formación. Oración y trabajo. Devoción sólida a Jesucristo, conocimiento, amor, imitación a la Santísima Virgen María. Amor personal al Papa y a la Santa Iglesia. Veneración y servicio al episcopado... Hay que notar que la misión de la Iglesia y de