Una nota autobiográfica, pertinente ya que informa mi entendimiento sobre caminar: cuando era una bebé, en el norte de México, tuve polio. Después de años de operaciones y aparatos, eventualmente asumí mi estatus como el mamífero erecto que Bataille y otros consideran dado por hecho141. Continúo viviendo y lidiando con las secuelas. El caminar nunca puede ser una abstracción para mí, un pensar y ser que ignora la ubicación del cuerpo. Estoy consciente de casi todos los pasos que doy, incluso cuando camino y hablo con otros. Mido la factibilidad en metros y kilómetros. Por lo tanto, el caminar para mí no tiene que ver con libertad, esparcimiento o dominio como lo era para los caballeros ingleses del siglo XVIII, la encarnación del sujeto individual y diferenciado de la era de la Ilustración: “No consigo ver el ingenio en caminar y hablar al mismo tiempo… El alma de un camino es la libertad, la perfecta libertad para pensar, sentir, hacer, como uno quiera…”142. El caminar me hace recordar no solo mis limitaciones físicas y el hecho de que a veces dependo de los que caminan conmigo, sino lo pequeña que soy comparada con todo lo que me rodea —la ciudad, el altiplano maya, el desierto de Sonora—. En el desierto, con su naturaleza militarizada, una serpiente cascabel puede ser más poderosa que un simple ser humano.
El caminar es un pensar/ser en movimiento, una pedagogía y una formación (peripatético). Caminar es uno de esos actos que forman, en vez de resultar en, pensamiento143. El acto de caminar produce su propia forma de sentir-pensar y un des-pensar, negociando un aplomo y una vulnerabilidad, un movimiento junto a una incertidumbre. Exige atención al terreno, al tiempo, al clima, a las condiciones en y del suelo bajo nuestros pies, a los límites de nuestros cuerpos físicos, a nuestro equilibrio y miedo a caerse, a las políticas de acceso y características de una localización específica, a la dirección de nuestro movimiento, distancia y visibilidad reducida. ¿Qué hay después de esa curva, o al otro lado de esa montaña? Obstáculos que tienen que ser enfrentados, negociados y resueltos. Decisiones que deben ser tomadas. Caminar para algunos puede representar posesión, un control y dominación visual que sugiere que todo lo que veo es mío. A veces, caminar confirma y transciende la distancia, y hasta nuestras mismas limitaciones.
Caminar puede llevar a nuevas percepciones, “una persona esquizofrénica en una caminata es un mejor modelo que un neurótico echado sobre el diván de un analista…”144. Deleuze y Guattari nos llevan en un “paseo de un esquizo[frénico]” más allá de los bordes represivos del “ser y el no-ser, afuera y adentro, [que] ya no tienen absolutamente ningún sentido” (9).
Caminar es una práctica política. La forma como hacemos esto es la forma como lo hacemos todo.
Hay tantas maneras de pensar sobre el caminar, tantos lugares donde el caminar nos lleva145. Para Gandhi, proveniente de un sistema epistémico no-occidental y de una lucha anticolonialista, el caminar refiere a una práctica personal y a una política específica. A diferencia del ocio y la libertad asegurados por la riqueza, su caminar era una práctica pobre, identificada con la pobreza en el sentido de que el pobre no puede costear otra manera de transporte146. Una práctica simple (“un pie frente al otro”)147 también representa su filosofía de una vida más simple, una que se esfuerza por no explotar a otros y a sus labores. El caminar de Gandhi incorpora determinación, resistencia y compromiso148, un entendimiento que posibilitó su compromiso político a la calidad lenta y estable de las caminatas y marchas en búsqueda de la independencia.
Hay tantas maneras de pensar sobre el caminar, tantos lugares donde el caminar nos lleva.
[Fig. 1.3. Mural representando migrantes centroamericanos en Ciudad Hidalgo México, borde con Guatemala. Anónimo. Foto: Diana Taylor, 2015].
Para migrantes centroamericanos, escabulléndose y ocultándose en sus intentos de cruzar el borde en el sur de México para poder llegar al borde norte y entrar a los Estados Unidos, el caminar es un emprendimiento terrorífico, solitario y al parecer sin fin. Demacrados por deshidratación y agotamiento, sus pies ampollados y sangrando, nos cuentan sobre ser detenidos por agentes federales y locales, enviados de regreso a sus países de origen solo para partir de nuevo, a pie, en busca de una vida más segura149. Sus niños, si van con ellos, hablan de sí mismos como migrantes, seres en movimiento que entran en presencia sin identificación local o nacional150.
“El caminar”, nehnem(i) para los mexica (aztecas) comparte una raíz lingüística con “vivir”, nem(i)151. Neltiliztli, del nelhuáyotl (significando cimiento o fundación) está relacionado con “pie” (néhuatl). El concepto de “verdad” está basado en estar de pie, en tener una fundación, en tener una base firme152. El glifo de las pisadas, para los mesoamericanos representaba movimiento, identidad, localización, relacionalidad e historia. Los mapas mesoamericanos y sus escritos están llenos de pisadas que indican de dónde vienen y adónde van las gentes. Cuatro pisadas en un círculo señalan un mercado153. El camino largo significaba un proceso y una lucha histórica.
[Fig. 1.4. La Tira de Peregrinación, también llamad
Codex Boturini. Domino público].
La Tira de Peregrinación, uno de los más antiguos documentos migratorios que tenemos en las Américas, cuenta de la lenta migración, durante doscientos años, de los chichimeca y los mexica desde Aztlán hacia Tenochtitlan, donde establecerían el centro de su creciente imperio. En su camino al sur, los caminantes acarreaban a sus dioses en la espalda. El “mapa” como otros mapas mesoamericanos, no muestra el contorno del territorio geográfico sino más bien los eventos, movimientos y relaciones internas entre los seres: divinos, naturales, humanos, animal. Las pisadas condicionan el mapa: “una acción nos permite ver algo”, el evento y el relato154. La presencia estructura el espacio y el espacio le da estructura a la presencia. La práctica en terreno crea los