A su manera, este estudio se une a otros escritos en las últimas décadas, que han tratado de desafiar esas anteojeras auto-creadas y egoístas que hoy, como muchos proponen, amenazan con exterminarnos a todos y a todo lo que existe en la tierra. El conocimiento (qué significa, quién lo crea, con qué fin, etc.) en el pensamiento occidental pareciera estar emergiendo de ese bloqueo epistémico que reduce nuestro entendimiento sobre la subjetividad y la capacidad de acción, y hasta la vida misma, sobre todo lo que “nos” rodea no simplemente a los “humanos” sino más bien a algunos humanos. Los otros no cuentan. Como el Critical Art Ensemble (Conjunto de Arte Crítico) declaró en el 2000, “no hay un paradigma, modelo o aplicación que no esté pasando por algún tipo de problema serio”103. En 1975 Foucault notó un cambio en las reflexiones teóricas desde “las teorías globales e integrales” a “algo que parece un tipo de producción teórica autónoma, no centralizada, que no necesita autorización de un régimen para establecer su validez”104. Él reconoce la “insurrección de los conocimientos subyugados” que antes habían sido “encubiertos” y “descalificados” (8). Estos “conocimientos [que vienen] desde abajo” (8) siempre han sido evidentes para las comunidades que los producían y animaban. Aun cuando en principio prefiero el uso del plural, conocimientos o saberes, aquí el uso involuntario por Foucault del plural sugiere que el conocimiento occidental (singular), tradicional y global, está siendo desafiado por todos estos pequeños conocimientos. Estos riesgos reafirman la binaria del “yo” imperial/ y el “no yo” subyugado que critiqué anteriormente, aun cuando ahora el “yo” esté bajo ataque. Mi perspectiva aquí es simple: en vez de usar un conocimiento singular para los poderosos y un conocimiento plural para los subyugados, reconozcamos que todos producimos conocimiento o conocimientos. Lo que está cada vez más claro para muchos de nosotros, sin embargo, es que nosotros (las personas con las que hablamos y conversamos) estamos entre las que sufren la violencia del pensamiento monocultural. Estos conocimientos, como propone Foucault, son productos de esta lucha. Ellas/nosotros formamos parte de los abajocomunes que Fred Moten y Stefano Harney describen105. El hecho del reciente nombramiento y críticas del antropoceno reflejan la mayor conciencia sobre los muchos costos del centrismo patriarcal, capitalista, colonial, y un empuje hacia políticas más humanas y más ecológicamente sólidas. La nueva revolución, estilo Copérnico, que sitúa a los humanos como parte de (en vez del centro de) la vida, que nos obliga a considerar las externalidades de todas nuestras acciones, requiere que nos descentremos de nuestros heredados sistemas epistemológicos.
Estudios nativos, teoría crítica de la raza, teorías feministas, lesbianas, gay, queer y trans, y estudios sobre la discapacidad, entre otros, imaginan el conocimiento como inseparable de la lucha y empujan a de-centrar el discurso blanco y masculinista que autoriza un tipo de “dueño del saber” específico, y determina lo que cuenta como conocimiento. La luchas anti- y de- colonizadoras han sido sobre el desafiar la centralidad del occidente y del sujeto occidental que han relegado todo el resto a la periferia106. Como Ngũgĩ wa Thiong’o ha propuesto por décadas, la descolonización incluye revalorizar los lenguajes autóctonos que nos permiten pensar, saber, comunicar y ser fuera del marco colonial.
Académicos y científicos de un amplio rango de disciplinas tradicionales, también se han unido al esfuerzo por expandir lo que consideramos conocimiento y a quienes consideramos como seres animados. Muchas entidades, sabemos, están vivas e interactuando con todo. Estudios biológicos sobre la percepción de quorum descubrieron que las bacterias —entre las formas de vida más antiguas— no funcionan como un organismo singular, sino que se comunican, coordinan y adaptan a su entorno. La cultura popular —libros comerciales, radio, televisión, caricaturas, podcast y blogs— se ha dado cuenta de que los animales, árboles, tierra y todo lo demás tienen capacidad de acción y que esto va más allá de la comprensión humana. Algunos teóricos objetan lo que consideran una forma demasiado amplia, “vitalista”, del materialismo, objetando que “está ahí para de-centrar el sujeto soberano dentro de la mezcla de fuerzas materiales que lo forman”107. Bueno, sí, argumento yo en el Capítulo VIII, “Capital muerto” exactamente.
Varias estrategias de separación, contención y confinamiento continúan. Algunas son obvias: persistimos en separar el conocimiento en partes, divisiones, campos y subcampos de especializaciones poco claras para aquellos en áreas contiguas, haciendo difícil, sino imposible, que las personas hablen y piensen fuera de esas divisiones. Otras no tan obvias: nuestra emergente tecnología y formas de transmisión, como la cultura mediática y las plataformas digitales, estrechan nuestras redes epistémicas. Programar y codificar, argumenta Tara McPherson es “lenticular… un dispositivo estructural que hace casi imposible el ver varias imágenes simultáneamente”. El lenticular, continua, “es una forma de organizar el mundo. Le da estructura a representaciones y a epistemologías. También ayuda a asegurar nuestro entendimiento… en registros angostos, fijándonos en lo similar o en la diferencia mientras previene la conexión y la interrelación”108. Entonces, mientras programamos cursos y seminarios inter y pos disciplinarios; las formas en las cuales conceptualizamos, organizamos y adquirimos conocimientos, más cementan las divisiones y los límites.
Las comunidades indigenas hace mucho que aprendieron que el posicionamiento del sujeto pensante, intencional, de la colonia patriarcal (“gente de razón”) sobre ellos —la “gente sin razón”— les costó no solo sus territorios, su forma de subsistencia, sino que también su capacidad de auto-identificarse y, a veces, hasta sus vidas.
Gradualmente otros en el mundo están sintiendo el impacto de las voraces políticas que alinean la auto-referencialidad y el interés propio con el control y el beneficio. Exploraré esto en más detalle, pero por ahora ¡Presente! me permite mirar cómo partes del pensamiento indígena coinciden con (y no están en contra ni bajo) conclusiones de las humanidades, las ciencias sociales y las ciencias, permitiendo una rearticulación y reanimación de una política de presencia que surge de varios sistemas epistemológicos, pero que no insiste en el derecho al conocimiento de ninguna base disciplinaria. El movimiento hacia la posdisciplina nos invita a encontrarnos y conversar al otro lado de las disciplinas, más allá de la reja, las formaciones y divisiones académicas que han creado muchas de las cajas negras epistémicas que hacen a ciertos conocimientos posibles y otros imposibles o difíciles de comprender.
Aquí, entonces, me sumo a Sousa Santos en la práctica de la teoría de reargarde (retaguardia, mirando hacia atrás). “Nuestro conocimiento” escribe, “vuela bajo… pegado al cuerpo” (12). La teoría reargarde “basada en experiencias de grandes minorías marginalizadas y mayorías que luchan contra la injustamente impuesta marginalidad e inferioridad” (11), pertenece a los reinos pre y pos disciplinarios. Muchos de nosotros somos extranjeros aquí, habiendo aprendido ciertas habilidades importantes, pero olvidado otras. Médicos jóvenes en los Estados Unidos, por ejemplo, han sido entrenados y socializados en el uso de equipos diagnósticos cada vez más sofisticados. Los incentivos de reembolso y un entorno de estricta responsabilidad también facilitan esta tendencia. Esto resulta en un deterioro general en la habilidad de tomar una historia clínica y de conducir una examinación física del paciente. El fundamento de la relación doctor-paciente y la capacidad de interacción humana está siendo “olvidada”. Muchas fuerzas económicas, sociales y políticas en todos los ámbitos, le dan forma a lo que sabemos y a lo que nos han enseñado a no saber ni valorar.
Aquí, al saltar al otro lado de nuestra designada área disciplinaria, hemos dejado en la entrada nuestro estatus de “expertos”. No hay pautas claras ni listados que nos guíen. La teoría tiene resonancia con la “teoría baja” de J. Halberstam, una forma