Los animales grandes y pequeños llegaron sobre ellos. Sus caras [de las efigies] fueron destruidas por los árboles y las piedras. Les hablaron todos los moledores de maíz y las planchas de cocinar, sus platos y ollas, sus perros y piedras de molino. No importó cuántas cosas tuvieran, todas ellas aplastaron sus caras.
Sus perros y sus guajolotes les dijeron:
Nos has causado dolor. Nos has comido. Por lo tanto serás el que nos comamos ahora119.
La destrucción de estos personajes de madera resultó por su falta de ch’ulel, la fuerza vital que está en todo. La incapacidad de las efigies de honrar todo lo de su entorno —los animales, los árboles, las piedras, sus utensilios de cocina— impulsa la rebelión contra ellas. Son destruidas por los que abusaron120. Este es uno de los muchos ejemplos que López Intzín toma del Popul Vuh para argumentar la vitalidad de los mayas contemporáneos desde un sistema epistémico reflejado en sus antiguos textos.
Hasta para él, es una enorme tarea el usar los antiguos textos para sustentar su estudio. La conquista, dice, colonizó y domesticó todos los pueblos indígenas de las Américas121. ¿Cómo podrá él, quinientos años más tarde, des-domesticarse a sí mismo y a otros? Empieza con el in-pensar y el sentí-pensar, y lo que “respeto” y la “buena y digna vida” o “vida digna” puedan significar desde la perspectiva de un sistema epistémico indígena. Este sistema asume que el corazón, no la cabeza, es el punto de partida para la reflexión, el conocimiento y el entendimiento. Corazón puede ser un sustantivo y un verbo —un logo popular en EE.UU. es “X➕Y”. El proceso de descolonización supone “yo’taninel sbentayel snopel sp’ijil jolo’tan[il]” la reflexión del caminar y el corazonar hacia el conocimiento de la mente-corazón122 lo que se parece como “co-existencia paralela al ch’ixi”123. Él llama esto “stalel, maneras de estar-estar-aquí, pensar-sentir, actuar y conocer el mundo”124. Él le da el crédito a su bilingüismo, como lo hace Rivera Cusicanqui en Potosi Principle, con el expansivo personaje dialógico al que aludí antes, que le permite estudiar y construir sobre sentidos y gestos para explorar otras potencialidades epistémicas.
Mientras el ser y el saber pueden expresarse de múltiples maneras, el inglés regularmente usa un verbo de cada vez, “to be (ser)” y “to know (saber)” para expresar un amplio rango de estados e identidades emocionales, físicas y mentales. En inglés yo/nosotros podemos estar vivos (be alive) muertos (be dead), felices (be happy), tristes (be sad), deprimidos (be depressed), heterosexual (be straight), trans (be trans), negro (be black), blanco (be white), moreno (be brown), fuerte (be strong), débil (be weak), enfermo (be sick), delgado (be slim), o casi cualquier otra cosa. No es igual en español. El español diferencia el ser y el saber en dos conceptos centrales. Ser (to be) transmite un sentido de permanencia. Algunos trazos —como el género, la orientación sexual, el estatus nacional y la identidad racial, la altura, la afiliación religiosa— supuestamente permanecen. Otros que se refieren a lugar (estoy aquí), sentimiento (estamos felices) y condiciones existenciales como vivo o muerto (estamos vivos o muertos) usan “estar” (to be) para señalar un estado de transición. Me encantaría estudiar algunas de esas designaciones. ¿Es permanente la nacionalidad? ¿Y el género y la orientación sexual? Y, sobre todo, ¿cómo es que, en este idioma, la muerte se convierte en una condición transitoria? Pero todo esto es un proyecto para otro día.
El español también tiene dos palabras para el vocablo inglés to know. “Conocer” relacionado a la cognición, significa el tener familiaridad con alguien o algo, mientras que “saber” está relacionado con la sabiduría, los hechos y el sabor. Saberes, plural, capta las formas multiples del conocimiento, las muchas maneras de conocer. Estas diferenciaciones tienen posibilidades epistémicas mucho más ricas que las que puedo explorar aquí, y los matices entre las palabras son intensamente frustrantes para los angloparlantes —que pueden simplemente ser y saberlo todo—. Aunque esto podrá sonar algo impertinente, es un ejemplo de cómo las palabras y las estructuras gramaticales que tenemos a nuestra disposición pueden moldear nuestra experiencia de ser y estar en el mundo. Sin embargo, ambas lenguas coloniales claramente se quedan cortas frente al maya-tseltal, citado previamente, donde stalel sugiere un entendimiento más amplio de la constelación “estar-estar-aquí, pensar-sentir, actuar y saber el mundo” que hace el saber/actuar/ser/sentir inseparables. Pero hasta para Xuno López estas palabras maya tseltal solo se aproximan a las “originales” encontradas en el Popol Vuj en la lengua de los maya k’iche. Claramente nadie está libre de la responsabilidad de aprender y de tratar de entender las cosas. En vez de insistir en “origines”, Xuno López busca aproximaciones, percepciones y maneras alternativas de estar en el mundo.
Dos elementos clave de la epistemología del corazón, de acuerdo con Xuno López, son las ideas tseltal de “ch’ulel” e “ich’el ta muk”. Ch’ulel, que uso por todo este libro, reconoce que todo tiene vida —humanos, animales, plantas, montañas etc.— y, por lo tanto, permite la intersubjetividad: “El ch’ulel es lo que vuelve todo en un sujeto, permitiéndonos interactuar de sujeto a sujeto”125. El “ich’el ta muk” es el reconocimiento del valor, grandiosidad y dignidad de todo lo que existe, incluyendo humanos, animales y el ecosistema”. Ese concepto interpola todos los seres vivos como sujetos —no el sujeto del Estado (Althusser), ni los sujetos reducidos a objetos comerciales o inanimados como en mi Capítulo VIII, “Capital muerto”—. La combinación de los dos elementos abre varias posibilidades para recrear el mundo —anticolonial, comunal y ecológicamente sustentable—. “Es necesario”, dice Xuno López, “que nosotros de-construyamos la visión del mundo, la mentalidad y la subjetividad que han sido impuestas sobre nosotros desde la conquista, y en cambio veamos el mundo desde ese corazón situado que está al centro de nuestras comunidades y procesos colectivos. Esto es lo que llamamos epistemologías del corazón. El corazón es un elemento clave en nuestro pensamiento indígena”126. El conocimiento es calificado como orgánico, un producto no solo de nuestro cerebro sino de todo nuestro cuerpo en su relación a otros seres vivos. Como el opuesto a la cosificación de las personas, animales, y todo el resto del capitalismo voraz, el corazón situado de López (él le da crédito al “conocimiento situado” de Donna Haraway) permite la “humanización” de las “cosas” que animan nuestro mundo127. Compartir esta epistemología requeriría desaprender radicalmente mucho de lo que pensamos los occidentales, incluyendo la noción del “yo” diferenciado.
Bajo ambas explicaciones, de Rivera Cusicanqui ch’ixi y de Xuno López “ch’ule’l e ‘ich’el ta muk”, está la idea del reconocimiento mutuo, la valorización y el respeto entre muchos más seres animados o “sujetos”. El ser requiere este acto de reconocimiento mutuo, este estar presente, hablar, caminar y corazonar con otros. Los sistemas epistémicos que podemos atisbar desde estas palabras y prácticas podrán ayudarme/ayudarnos a imaginar una comprensión más amplia del “presente” como una práctica ética y política, como una manera que fortalece la generosidad inter-sujeto y el reconocimiento mutuo. Tal vez terminaremos hablando entre nosotros en abajocomunes. “Les debemos todo a todos”, reconocen Moten y Harney. Esto me recuerda el dicho zapatista, “para todos, todo. Para nosotros, nada”. No es un “nosotros” definido de una forma limitada, igual como “yo” no se trata de mí. El reciente trabajo de Bruno Latour expresa su convicción de que las herramientas epistémicas occidentales no sirven para la tarea regenerativa de hacer-mundo: “Para ponerlo lo más claro posible, yo diría que los que pretenden sobrevivir los cataclismos climáticos futuros solo con esperanza y fe, o que los enfrentaran armados solo con los resultados del conocimiento externalizado y universal, están condenados”128. Es como lo dice Jack Halbertsam en el prefacio a The Undercommons otra manera de estar juntos, la realización que “debemos cambiar las cosas o morir […] si hay un abajocomún