Al cabo Alexander Martínez, mi hijo, ciudadano de Estados Unidos, se le negó un corte de pelo en City Barber Shop, en Rotan, Texas. Me molesta esto con toda mi alma. Otros dos hijos están en el Ejército […]. Seis hijos y tres hijas están labrando la tierra con todas sus fuerzas. Mi esposa y yo hemos vivido en Texas durante cuarenta y dos años y trabajamos duro en el mismo rancho durante treinta y siete años. Nos damos cuenta de que estamos en una guerra santa contra los enemigos del cristianismo y la civilización, además de que también estamos luchando degraciadamente por la libertad de quienes están en casa, que nos están persiguiendo hasta la muerte (Fred Martínez, 19 de julio de 1943, citado en Guglielmo, 2006: 1218-1219).
Un artículo académico del mismo periodo (Woodfin, 1941) lamenta también el escaso reconocimiento de los derechos de los mexicanos, que estimaba en ciento cincuenta mil en Texas. Es más, afirma el autor, los mexicanos deberían considerarse como una oportunidad para el estado:
Los mexicanos han estado rogando en nuestras puertas por el futuro de sus hijos durante muchos años. Son ignorantes, maltratados, aislados y privados de alimento hasta que son prácticamente inútiles. Su progreso se ha visto obstaculizado por nuestra indiferencia, tanto que hasta puede tomar algunas generaciones de ayuda especial para ponerlos en nuestro nivel. Algunos de los refugiados, en años pasados, habían alcanzado un nivel bastante alto, pero sus hijos y nietos no tuvieron oportunidad de desarrollarse y mucho menos de avanzar. Qué desilusión debe ser venir a nuestra tierra prometida y recibir las migajas que les dan. Otros extranjeros encuentran igualdad de condiciones, pero no es así con un mexicano. Él es un artículo casero. Hasta hace pocos años, a los mexicanos se les prohibía ingresar a las escuelas públicas de Texas, excepto en las ciudades que podían costear escuelas separadas. Un mexicano en una pequeña ciudad o comunidad rural no podía asistir a la escuela.
Los padres de la mayoría de los niños que ahora están en las escuelas son totalmente analfabetas. Si los padres nacieron en México, probablemente puedan leer en español, pero si tuvieron la mala suerte de haber nacido en Texas no pueden leer ni español ni inglés. No pueden hablar inglés lo suficientemente bien como para ser iguales en salarios o capacidad. Si regresan a México después de varios años, no pueden hablar ni comprender el idioma actual en gran medida. Se convierten en un grupo sin un país o idioma.
El problema de la limitada educación de los mexicanos, reproducido a través de los años, seguiría siendo objeto de la lucha política y de la denuncia administrativa en los setenta del siglo XX, como veremos a continuación.
LUCHAR CONTRA LA TEORÍA DEL “BAJO IQ”
Y SUS CONSECUENCIAS: LOS BABY BOOMERS
Por principio, la minoría mexicana, y la latina en general, enfrentaban el prejuicio de su menor capacidad intelectual, comparada con la de los blancos, al tiempo que se integraban en escuelas con pocos maestros, bajo rigor académico y pobre infraestructura para la enseñanza.2 Desgraciadamente, la discusión acerca del desempeño académico de las minorías ha sido muchas veces relacionada con su inteligencia o bajo IQ (Jensen, 1969) y su supuesto “entorno familiar inadecuado”, frente a razones como la socialización temprana (Ramey y Suárez, 1985). Al respecto, Ogbu (1990: 50-51) explica cómo históricamente las minorías se han enfrentado a oportunidades desiguales de educación, así como a la discriminación. El autor identifica tres formas en que se les ha negado a las minorías una igual oportunidad educativa:
a) La negación de la igualdad de acceso a empleos y puestos de trabajo deseables en la vida adulta, que requieren de una buena educación;
b) La negación de igualdad de acceso a una buena educación, lo que impide que los niños de minorías aprendan tanto o tan bien como los del grupo dominante, quienes tienen acceso a una educación superior, lo que más adelante influye, respectivamente, en su desempeño laboral, y
c) La reducción de las expectativas de los docentes, en parte debido a su desconocimiento de las conductas basadas en la cultura de los niños de las minorías, es lo que los mueve a etiquetarlos como “discapacitados de la educación”. Ogbu documenta que esta última circunstancia en particular ha resultado en la canalización desproporcionada de una cantidad importante de niños pertenecientes a minorías hacia la educación especial, que algunos confunden con educación inferior.
Otro aspecto importante es la escasez de educación bilingüe. Desde una postura conservadora, se asume que la socialización convencional sólo se puede lograr en el idioma inglés en Estados Unidos, de donde se desprende la defensa de la educación unilingüe: “Al garantizar la dependencia de estos estudiantes del idioma inglés, su naturaleza ‘extranjera’ se perderá con toda seguridad en la medida en que se canalicen hacia la cultura común estadounidense y hacia el consenso con puntos de vista hegemónicos” (Santa Anna, 2002: loc. 4997-4998). Por el contrario, desde una postura más liberal, el bilingüismo puede ser una ventaja cognitiva. El bilingüismo solía ser interpretado como una discapacidad lingüística, debido a la cual, bajo una
argumentación abiertamente racista [...], los estudiantes hispanohablantes tuvieron que ser segregados en “escuelas mexicanas” extremadamente inferiores durante el siglo pasado. Sólo los esfuerzos organizados y sostenidos de los padres chicanos en California, quienes rechazaron este pretexto por discriminatorio, condujeron a la decisión del distrito escolar “Méndez vs. Westminster”, de 1945, que eliminó la separación de niños mexicanos y anglosajones en todo el suroeste (Santa Anna, 2002: loc. 5138-5142).
El problema de la educación está directamente vinculado a un tipo de racismo institucional (Scheurich y Young, 1998), que se refiere a los procedimientos que reducen el acceso o el avance de una persona no mayoritaria; por ejemplo, los problemas del acceso a la educación discutidos más arriba serían parte de ese racismo institucional.
Efectivamente, existe una variedad de reportes que señalan todos los problemas mencionados en la educación de las minorías en Texas, más otros nuevos, como lo es la escasez de profesores mexicoamericanos.3 Un informe del Distrito Escolar Independiente de Houston (HISD, 1974a), da cuenta de la discriminación en contra de estudiantes mexicoamericanos en cuanto a la distribución de gastos, la colocación de alumnos en programas educativos especiales por confundir las malas habilidades lingüísticas con retrasos de desarrollo, así como en lo relativo al mal estado de las instalaciones.
Al respecto, la transcripción de una declaración del señor De Anda, miembro del Consejo Educativo Mexicoamericano, en julio de 1974, en Austin, arroja la siguiente información sobre el estado de la educación para esta minoría en el estado de Texas (HISD, 1974a) y acerca de lo que los padres podían esperar en aquella década, cuando sus hijos ingresaran a las escuelas:
Sus hijos estarán aislados de los niños anglos. Su lengua y su cultura serán excluidas. Las escuelas a las que estarán asignados no recibirán suficiente financiación. Los maestros tratarán a sus hijos de manera menos favorable que a los alumnos anglosajones. El 40 por ciento de sus hijos abandonará la escuela antes de la graduación y aquellos que permanezcan lograrán menos que sus compañeros anglos. Todas estas condiciones forman parte de nuestro estilo de vida diario en nuestros barrios (HISD, 1974a: 1-2).
El mismo ponente del Consejo Educativo Mexicoamericano termina por aceptar que estos hechos son desconocidos por la Comisión del HISD y pretende que reconozcan su declaración como verdadera y actual al día de su discurso, y no como una condición histórica. Otros ponentes que intervinieron en la misma ocasión hablaron también de la desigualdad de oportunidades. Felipa Aguilar, migrante de primera generación y profesora en Houston, declara que “en la sociedad estadounidense, o te ganas el reconocimiento como anglo, o te enfrentas a una tremenda inferioridad como mexicoamericano” (HISD, 1974a: 2). Asimismo, da cuenta del sufrimiento de los estudiantes, porque no quieren ser identificados como mexicoamericanos. Otro profesor, Don Terrazas, habla de las instalaciones pobres de las escuelas