E-Pack HQN Jill Shalvis 2. Jill Shalvis. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Jill Shalvis
Издательство: Bookwire
Серия: Pack
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788413756523
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      –Neandertales, escuchad con atención: no estoy enferma. He estado haciendo ejercicio antes de venir a la oficina y todavía estoy… acalorada.

      –¿Tú haces ejercicio? –le preguntó Joe.

      –¿Sabéis una cosa? Si me muriera y fuera directamente al infierno, tardaría una semana en darme cuenta de que ya no estaba en el trabajo. ¡Marchaos y dejadme en paz!

      Archer y Joe se pusieron a murmurar y se alejaron. Pero Lucas, no.

      Ella lo miró fijamente.

      Él le devolvió la mirada.

      –¿Estás haciendo ejercicio?

      Ella suspiró.

      –Pues claro. No soy el frágil copo de nieve que pensáis.

      Él se rio en voz baja, y ella notó un cosquilleo en el estómago.

      –Eres muchas cosas –le dijo Lucas–, cosas increíbles, pero yo no creo que ser delicada y frágil sea una de ellas.

      Molly sonrió de mala gana.

      –Puede que eso sea lo más agradable que me han dicho en la vida.

      –¿Y qué tipo de ejercicio haces? –le preguntó él.

      Por su expresión, ella se dio cuenta de que no le formulaba la pregunta por preocupación, ni por duda, sino por una genuina curiosidad.

      –Voy al gimnasio de Van Ness Avenue –respondió–. Hago pesas y voy a diferentes clases, cuando puedo.

      –¿Van Ness? Caleb tiene un gimnasio en esa calle.

      –Ya lo sé –respondió ella–. Algunas veces, me entreno con él.

      Lucas se quedó un poco sorprendido.

      –Caleb ex experto en artes marciales, y un tipo duro.

      Ella sonrió y se encogió de hombros.

      –Es un buen compañero de entrenamiento.

      Lucas miró su cuerpo y descendió hasta su pierna derecha, como si tratara de averiguar si le estaba tomando el pelo o no.

      –Él no me trata como si fuera de cristal –dijo Molly con una mirada elocuente.

      Al oírlo, Lucas la miró con una expresión de… celos.

      –¿Qué hace? –preguntó él.

      –Me obliga a trabajar duro –respondió ella.

      Aquella expresión se agudizó… Sí, eran celos. Y ella se sintió muy agradada. Para disimular una sonrisa de petulancia, se giró hacia el ordenador.

      –Quería decirte que esta noche estoy libre –le dijo Lucas, a su espalda.

      A escondidas, ella sonrió triunfalmente.

      –Muy amable por tu parte, pero no voy a salir contigo –respondió con ligereza.

      –Sabes que no me refiero a eso.

      Entonces, Molly giró la silla y lo miró como si estuviera dolida.

      –Entonces, ahora que ya nos hemos acostado, ¿no te intereso más? ¿No quieres seguir viéndome?

      Él se encogió y miró a su alrededor para cerciorarse de que estaban solos.

      –¿Es que quieres que me maten?

      Ella se echó a reír y volvió a mirar su ordenador. Sabía que era malvada por engañarlo y que iba a tener que decirle la verdad muy pronto, pero… aquel día, no.

      Él se acercó a su espalda y le susurró al oído:

      –La venganza es una lata, Molly.

      Ella se estremeció, pero siguió trabajando o, por lo menos, fingió que lo hacía. Consiguió resistir tres minutos hasta que se rindió y echó una miradita hacia atrás.

      Lucas ya no estaba.

      Pero había una taza de café humeante esperándola en el mostrador.

      Bien jugado.

      #Pívot

      A la hora de comer, las amigas de Molly fueron a la oficina. Elle, Sadie, Pru, cuyo marido, Finn, era el dueño del pub que había en el local del bajo, y Haley, la dueña de la óptica que había dos puertas más allá de Investigaciones Hunt. Elle llevaba una bolsa que desprendía un delicioso olor, y a Molly se le hizo la boca agua.

      –Nos has escrito diciendo que estabas demasiado ocupada como para salir a comer –dijo Elle–, pero, siendo como soy la administradora de todo el edificio y la persona que se acuesta con tu jefe, voy a ponerle límites.

      Sadie hizo un gesto de contrariedad.

      –Podías tener un poco de consideración con las que no nos acostamos con nadie.

      –Todas sabemos que tú podrías acostarte con quien quisieras –dijo Pru–. Pero es que eres demasiado tiquismiquis.

      Sadie se encogió de hombros.

      –Yo no necesito los dramas masculinos.

      –Lo siento, pero las mujeres somos igual de dramáticas –dijo Haley, que lo sabía bien, porque ella salía con mujeres.

      –Sí, seguramente eso es verdad –respondió Sadie–. Pero bueno, a pesar del drama, echo de menos los arrumacos. Algunas veces necesito que me besen y me abracen, ¿sabéis? Me lo merezco. Soy una persona decente. Reciclo.

      Todo el mundo estuvo de acuerdo en que era una buena persona y se merecía un abrazo.

      –Seguro que puedes descargarte alguna aplicación para eso –dijo Haley.

      –Sí, claro –dijo Sadie–, pero me las arreglo con Amazon Prime.

      A Molly se le estaba haciendo la boca agua por el olor que salía de la bolsa de comida que había llevado Elle.

      –¿Qué hay de comer?

      Elle sonrió.

      –Te va a encantar. Leche orgánica cuajada y extendida sobre una salsa de tomate especiada y, todo ello, extendido sobre trigo integral horneado.

      Molly pestañeó.

      –¿Quieres decir pizza?

      –Bueno, si quieres ponerte técnica…

      Elle sacó la pizza.

      –Oh, Dios mío –gimió Molly–. Hoy no he desayunado.

      –Yo no entiendo cómo es posible que a la gente se le olvide comer –dijo Pru.

      Pru tenía un embarazo muy avanzado, y estaba hambrienta todo el rato.

      –El estrés –dijo Molly.

      Pru cabeceó y se sirvió una tercera y una cuarta porción en el plato.

      Willa, que era la dueña de la tienda de artículos para mascotas que había en el patio del edificio, entró con una bolsa llena de muffins de la cafetería. Todas se lanzaron sobre ellos como si fueran el misterio de la vida.

      –¿Qué se celebra? –le preguntó Elle a Willa.

      Ella sonrió.

      –Keane y yo hemos fijado la fecha de la boda.

      Todas se pusieron a gritar de alegría, porque Willa y Keane llevaban mucho tiempo comprometidos.

      –¿Y cuál ha sido el catalizador? –preguntó Elle.

      Willa sonrió.

      –Vamos a reformar la cocina, y quiero cosas nuevas.

      Elle sonrió.

      –Vaya,