Recado confidencial a los chilenos (2a. Edición). Elicura Chihuailaf. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Elicura Chihuailaf
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9789560012906
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un Pvllv, un verdadero Espíritu.

      Hay dos excepciones, dicen:

      Que el Pvllv haya alcanzado tanta profundidad que logre una transparencia en la que se refleja también su imagen original, transformándose en un Pvllvam que suele morar a orillas de los volcanes, porque tiene la capacidad de regresar para vigilar a los espíritus negativos que pudieran huir por sus cráteres, desde la Tierra de Abajo. El Pvllvam (Pillán) protege así la vida de su gente, de su pueblo, de su cultura. Pero también coexiste con su dualidad.

      La otra excepción es que dicho Aliento no se haya superado lo suficiente para ser oído por el balsero de la muerte y se quede vagando en la Tierra, trabajando para sumar energías positivas y así alcanzar por fin el mundo Azul. En la espiritualidad de nuestra cultura no existe la concepción del infierno occidental. Digo:

      Zewmael chi Pvllv az Mapu mew

       faw ta mvlen, ñochikechi ñi pvralen

       kisu ta ñi llufv pvle.

       Alma labrada por la Naturaleza

       heme aquí, lentamente subiendo

       hacia mi propia hondura.

      Le pregunto ahora: ¿cuánto más cree saber usted acerca del pueblo mapuche, de nuestra cultura? ¿Cuánto cree saber usted acerca del pueblo chileno, de su cultura? Se lo digo porque se da la paradoja –entre tantas surgidas del mirarnos distantes y desconfiados, inventado «encuentro» mediante– de que a nosotros se nos tilde por un lado de «ignorantes» y por otro lado se nos exija y/o se nos «admire» por un conocimiento más o menos amplio respecto de la sabiduría de nuestros antiguos.

      A mí, le digo, me enseñaron a valorar, a creer en la fuerza de la palabra. Las palabras expresan la concepción de mundo de quienes las crearon: su gestualidad. Ellas –unas más que otras– revelan el pensamiento de sus hablantes, sus gestuantes, dicen.

      En el idioma que nos legaron nuestros antepasados, el mapuzugun –el hablar de la tierra–, hay una palabra que resume lo que es la percepción y relación de nuestra gente con ella, y es la que nos define: mapuche, que significa gente de la tierra (mapuche pewenche, de la cordillera; mapuche lafkenche, de la costa; mapuche williche, del sur; mapuche pikunche, del norte. En ellos se denomina también a nuestra gente que pertenece a los valles como mapuche nagche, y a la que pertenece a los llanos como mapuche wenteche).

      Por lo tanto, nuestra vida en la Nag Mapu la superficie / la Tierra que Andamos (en el influjo de las energías positivas y negativas), no puede concebirse sin su vinculación con Ella, porque a Ella pertenece. Mapu Ñuke choyvn iñchiñ. Somos los brotes de la Madre Tierra –nos están diciendo, en una relación de igualdad con sus demás componentes, y de respeto y agradecimiento a su inmanente dualidad celeste: Wenu Mapu, la Tierra de Arriba (de las energías positivas). Todo regido y unificado armónicamente por Genmapun, el espíritu sostenedor de la Tierra, manifestación de Elmapun, Creador de la Tierra; y Genechen, sostenedor de la gente, como expresión de Elchen, creador de la gente.

      Así, cuando Jorge Dowling Desmadryl escribió, hace ya casi tres décadas: «La machi, al tener asido en su mano el kultrun, está sosteniendo simbólicamente al universo o, como diría cualquiera, sostiene al mundo en un solo puño», lo que hace es memorar el decir común que alude a la concepción nuestra de universo, y que está sintetizado en el Kultrun.

      Kallfv, Kallfvley tati Mapu chew yiñ amuan. El mundo es una totalidad que se repite en el Azul y desde el Azul, dicen nuestros ancianos y nuestras ancianas.

      Al igual que ustedes, que deben tener constancia y trabajo para acceder al conocimiento de un determinado tema, nosotros también lo hacemos, pero para comprender simplemente el sentido de la vida, está diciendo Jacanamijoy desde su cultura inga.

      Nosotros morimos tres veces: la primera en nuestra carne, la segunda en el corazón de aquellos que nos sobreviven y la tercera en sus memorias, dice una mujer desde su cultura wayuu.

      El abuelo maya Cocom Pech, en la voz de su nieto Jorge, nos está diciendo:

      Antes que el Sol se asome en destellos luminosos, los sueños de nuestros antepasados se cumplirán y habrán de estar con nosotros al conjuro del poder del silencio, del poder del viento. No olvides que los sueños no son para acumular saber, ni para entregarse a las fantasías. Los sueños son una rendija de luz para el ejercicio del poder del Espíritu. A su paso intemporal, y a veces incoherente, los sueños dan cuenta de tu historia personal que remontan hacia atrás o hacia adelante, dejan signos en huellas, dejan signos, claves, rastros…

      El hombre que vive y no sueña es un hombre muerto en vida. Mas ¡ay de aquel que sueña y no realiza sus sueños! Acosado por las pesadillas acaba por sucumbir al insomnio de una realidad que no es suya. Realizando tus sueños no serás esclavo de nadie, ni pretenderás someter a otros porque habrás probado los caminos de tu verdadera liberación. Recuerda siempre que, en el universo de la Naturaleza, los sueños se convierten en realidad. La lluvia es el sueño del agua. El humo es el Sueño del fuego. El azul del cielo es el sueño eterno del aire.

      Por eso, le reafirmo, esta conversación con usted la realizo al lado de los pensamientos de mis antepasados, de mi gente; y de las reflexiones, las cartas y los libros de mis amigas y de mis amigos indígenas y no indígenas. Como le he dicho, a ellos / ellas los he convocado a hablar en estas páginas. A usted la convoco / lo convoco a oírlas, a oírlos.

      Genechen nos está mirando desde el Oriente. Que ojalá este sueño, este Recado –que ahora es también una memoria, una constatación, una búsqueda–, sea un mínimo aporte para el inicio del necesario, urgente, diálogo –como concreción y no como dilación– entre mapuche y chilenos; que nos acerque a la conversación, al Nvtram de nuestros mayores. Y que evidencie los vasos comunicantes que, más allá o no de nuestros deseos –y sin aún habernos encontrado–, me parece han influenciado mutuamente a nuestros pueblos.

      Lo están aseverando, por ejemplo, las palabras del mapuzugun que son de uso cotidiano en el hablar chileno: pichín, pichintún, malón, cahuín, ñachi, merkén, luche, chépica, quintral, maitén, percán, trapicar, entre muchas otras.

      Del mencionado sentido de totalidad del mundo que nos muestran nuestros antiguos quizás su manifestación más profunda, más intensa, la vivimos en la nombrada e innombrada ternura ejercida desde el gesto, la oralidad de ellos en absoluta complicidad con las flores, los árboles, las plantas, las vertientes, las mariposas, las nubes, la lluvia, los pájaros, los volcanes, las piedras, el fuego, los aromas, las texturas, los colores, las estrellas, la Luna y el Sol.

      Los recuerdos de mi infancia se instalan sobre las manos de mi madre enarbolando hojas y hierbas medicinales. Manos y vegetales sonriendo a mi lado, atribuyéndose la momentánea sanación de mis dolencias.

      Si los ríos –me decían– cantan hacia el oriente es que vienen días de sol; si lloran hacia el poniente es que vienen días de lluvia. Si el kilkil, una lechuza, se hace oír cerca de la casa, es que amanecerá con neblina. Si el nvmvn aroma se encierra en el bosque –es allí intenso el olor de las flores y de las hierbas medicinales–, lloverá.

      Tripay lafken kvrvf

       Mawvnay mawvnay wirari

       ñi foro

       tukukan kay kutran kvlelu

       kechiley

       apolkey rakizwam mew wampo

       tromv reke ta penoykey

       wenu ko mew

       Tripay lafken kvrvf

       ka wayzvfyey ti pu wampo

       wente Llayma mew

       Mawvnay, may, feypi