BUENAS NUEVAS
William Tyndale, el mártir que nos dio la Biblia en inglés, escribió que evangelio viene de una palabra que «significa noticias buenas, alegres, jubilosas, gozosas, que hacen que el corazón de un hombre esté feliz, y lo hacen cantar, bailar y brincar de júbilo».4
Una joven en el grupo de solteros de la iglesia descubrió el gozo que proviene de ver a Cristo a la luz del Antiguo Testamento. Michelle creció yendo a la iglesia. Ella conocía «las respuestas de la Escuela dominical». Le habían enseñado que Jesús murió por sus pecados, pero ella sentía que era bastante buena persona y que sólo pecaba muy de vez en cuando. Como adulta, Michelle comenzó a estar más y más conciente de su pecaminosidad. No era la persona buena que ella pensaba que era.
Un domingo a la noche, cuando el pastor analizaba paso a paso la historia de Israel, relató cómo Dios había concertado un pacto con Israel, les había dado su Ley, y había establecido el sacrificio de animales como expiación de pecados cuando la gente desobedecía. El pastor planteó la siguiente pregunta: «¿Cómo ha de habitar un Dios santo con un pueblo pecaminoso?»
Michelle recuerda: «Comencé a darme cuenta de que a causa de mi pecado, yo no podía acercarme a un Dios santo por mi propia cuenta».En ese punto, el pastor explicó que Jesucristo vino a satisfacer la Ley y los profetas y citó 2 Corintios 5.21: «Al que no cometió pecado alguno [Jesús], por nosotros Dios lo trató como pecador, para que en él recibiéramos la justicia de Dios» (NVI).
Esa noche, Michelle comprendió por primera vez que «no era una observadora pasiva de la muerte de Jesús. Era una participante activa en su muerte. Mis pecados eran los clavos que le atravesaban sus manos y sus pies y las espinas que le oprimían su frente. Sólo en Jesús puedo ser justa. Ese domingo, yo deseaba treparme a lo más alto del techo y gritar: ‘¡Fui perdonada!’».
«De acuerdo con las Escrituras», Michelle comprendió el Evangelio como nunca antes lo había hecho, y ahora éste podía estar en el centro de su corazón, sus relaciones y sus decisiones.
EL EVANGELIO ES TODO
De manera que, como pueden ver, el Evangelio no es simplemente una cosa más que ustedes planean en sus agendas o en el almanaque de la cocina. El Evangelio le da forma a todo lo que nos atañe. La disciplina del Evangelio es acercarnos a Dios en sus propios términos. Eso es de lo que trata este libro. Como mujeres que entendemos y abrazamos el Evangelio, encontramos que la Palabra de Dios es tan dinámica que de inmediato nos define, nos satisface y nos motiva.
El Evangelio nos define
Cuando volvemos a nacer, nuestra vida comienza a cobrar sentido. Dentro de las páginas de las Escrituras, encontramos la bendita respuesta a la antigua pregunta: «¿Quién soy yo?» Comenzando en las páginas de apertura de la Biblia, aprendemos que somos hechos a la imagen de Dios. Aprendemos también que como mujeres, somos hechas claramente mujeres y no hombres. Más importante aún, descubrimos que poseemos un gran valor ante Dios, según fue demostrado por la muerte de Cristo en la cruz. Por lo tanto, el Evangelio no sólo aporta dignidad y valor a nuestra humanidad, sino que le brinda propósito y significado a las distinciones de sexo.
Aprendemos además que somos pecadores. Génesis 3 registra la decisión de Adán y Eva juntos de rebelarse contra el buen plan de Dios, trayendo pecado y muerte a toda la humanidad (Génesis 3; Isaías 53.6; Romanos 3.23). Descubrimos que podemos ser salvos de la ira de Dios contra toda iniquidad (Romanos 6.23; Efesios 2.3-9) .Vemos que nos podemos convertir en hijos de Dios y miembros de su familia, la iglesia (Juan 1.12; 3.5-8; Marcos 3.31-35). Por último, participamos con todos los santos a favor del Evangelio (Filipenses 1.1-6; 2.14-15). Las disciplinas que trataremos en este libro están informadas por estas realidades.
Aparte de los ángeles, quienes no fueron creados a la imagen de Dios, somos los únicos seres en el universo que pueden oír la Palabra de Dios y responder a ella. Génesis revela que lo primero que hizo Dios después de la creación de Adán y Eva fue hablarles. ¡Ustedes y yo podemos escuchar la Palabra de Dios! Debido a que fuimos creadas a su imagen, nuestra alma tiene un sentido moral que puede responder a su Palabra en obediencia, por medio de la gracia de Dios. Mujeres, ustedes llevan la imagen de Dios y son seres espirituales complejos que pueden escuchar a Dios hablar y, por medio de su gracia, ¡responder!
El Evangelio nos motiva
El Evangelio nos motiva; nos da un propósito en la vida: «Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él» (Colosenses 3.17).
Las Escrituras nos muestran dónde cabemos dentro del plan de Dios para el mundo y nos detallan lo que debemos hacer con nuestra vida. La Biblia es el manual de instrucciones para colocar a nuestra vida bajo la disciplina del Evangelio. A medida que avanzamos, observaremos la labor que se nos ha dado de difundir las buenas nuevas, de ser parte de la familia de Dios, de ser responsables de alimentar a otros y de servir a los pobres y desvalidos. El Evangelio le da forma a todos los aspectos de nuestra vida como mujeres solteras o casadas. El Evangelio le da significado a todo lo que hacemos, porque como mujeres del Evangelio estamos haciendo todo en el nombre del Señor Jesús. Si sólo se pueden acordar de una cosa de este libro, recuerden que el Evangelio es el fundamento para todo lo que ustedes son y hacen.
El Evangelio nos satisface
María Antonieta es famosa por su declaración desalmada a la gente hambrienta de Francia que carecía de pan: «Que coman pasteles». Esta misma reina, rodeada por un mobiliario exquisito, ropas extravagantes, comida abundante y exótica, y sirvientes para satisfacer cada uno de sus deseos, también dijo con desesperación: «Nada tiene sabor». No es sorprendente que no pudiera encontrar ninguna satisfacción en sus posesiones materiales, pero es trágico verdaderamente para aquellos que declaran tener fe en el Evangelio que busquen en otros lados esa satisfacción. Como esposa de pastor, he tenido que escuchar a menudo el anhelo de mujeres cristianas que me decían que deseaban algo que no poseían. En su búsqueda para encontrar lo que les faltaba, ellas disminuían y aun rechazaban con toda indiferencia lo que habían dado por sentado: el conocimiento de Dios y sus provisiones misericordiosas que se descubren en las páginas de las Escrituras.
Ésta es la verdad del Evangelio: «Su divino poder, al darnos el conocimiento de aquel que nos llamó por su propia gloria y potencia, nos ha concedido todas las cosas que necesitamos para vivir como Dios manda» (2 Pedro 1.3, NVI, énfasis de la autora). ¡La provisión de Dios para sus hijos es asombrosa! ¡Tenemos todo lo que necesitamos! ¿Creen ustedes eso?
No tengan dudas de que el simple Evangelio tenga todo lo que necesitan y aún más. Jesús le dijo a la mujer junto al pozo de agua: «Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás» (Juan 4.13).Y nuevamente en el último día de la fiesta de los tabernáculos, Él declara que Él es la fuente de toda satisfacción: «En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva» (Juan 7.37-38).
LAS MEJORES NOTICIAS
A pesar de que todos llevamos la noble imagen de Dios, descubrimos que caemos una y otra vez en egocentrismo, envidia, codicia, rebeldía, lujuria, o explotación de los demás, y aún cosas peores.Y esa es exactamente la razón por la cual el Evangelio es una noticia tan buena. Ahora mismo, hoy, cada uno de nosotros podemos escuchar la Palabra de Dios y responder por medio de su gracia. Podemos pensar los pensamientos de Dios tal como Él los ha revelado. Podemos hacer las obras de Dios. Podemos complacerle, y estar complacidos con Él. Podemos estar satisfechos, de la misma manera que lo estuvo Cristo, viviendo en obediencia a la Palabra de Dios y su voluntad.
Nunca me olvidaré el día, hace quince años, cuando una joven llamada Carol, que había recibido a Cristo como su Salvador apenas unas pocas semanas antes,