El oído y la voz. Alfred Tomatis. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Alfred Tomatis
Издательство: Bookwire
Серия: Logopedia
Жанр произведения: Сделай Сам
Год издания: 0
isbn: 9788499108919
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una realidad. Todo es vibrante igual que todo es viviente. Y una de las manifestaciones del cuerpo humano es la de entrar en sintonía, en armonía, en simpatía con su entorno. Así pues, el acto del canto permite entablar un diálogo con el espacio. Crea un movimiento de comunicación mediante el baño vibrante que modela con la ayuda del aire viviente que penetra en cada individuo. Determina una estructura dinámica que es ciertamente distinta de la de la danza gracias a la cual aprehende el espacio moviéndose de otro modo bien distinto. Diremos, pues, que cantar es volver más vivo, más vibrante aún nuestro entorno para que nos inunde, nos impregne y participemos en él hasta unificarnos con ese medio, acústicamente hablando.

       La acústica de las salas

      Es uno de los medios que podemos utilizar para que nuestro espacio no se reduzca a nuestra envoltura, sino que se extienda a las paredes con las que establecemos comunicación vibratoria, armonizándonos con sus características vibrantes.

      Ahí aparece el problema de la acústica de las salas. Hay lugares que cantan con mayor facilidad que otros. Son lugares que se encienden de modo más fácil en cuanto los solicitamos. También tienen la facultad de hacer más agradable su puesta en resonancia, de modo que nos dará por cantar con tanto más placer y alegría cuanto la atmósfera de esos lugares más solicite, sostenga y active el gesto vocal.

      Estas mismas características son las requeridas para un buen teatro, para una buena sala. Es cierto que en ese campo las cosas no resultan tan simples y el estudio acústico de las salas suscita aún muchos interrogantes.

      Sin embargo, el técnico del canto tiene que conseguir cantar en unas condiciones que no siempre son las ideales. Afortunadamente hay un margen bastante amplio entre el rendimiento acústico de esos lugares donde los cantantes profesionales pueden emitir sonidos a profusión y sin fatiga y aquellos en los que deben demostrar su capacidad de adaptación y acomodación para controlar el conjunto de su emisión. En cualquier caso, no hay que traspasar ciertos límites: una habitación anacrónica, por ejemplo, es decir, una sala completamente sorda, no permite cantar. Además, presenta otros muchos inconvenientes. Apaga el pensamiento. A falta de estímulos, el aire allí está muerto. Toda vibración desaparece, como si la actividad molecular sobre las paredes se ralentizara. Ni la reverberación ni la consonancia son posibles. Debido a eso toda comunicación se corta y desaparece toda toma de conciencia del contacto por el efecto de retorno sobre el cuerpo. El resultado es una sensación de desequilibrio, de vacío y de ahogo. Bajo esta perspectiva, abordada desde ese ángulo, concebimos mejor la importancia del medio acústico. Para el cantante es esencial pensar en ello, y teniendo en cuenta todo lo que acabamos de decir, es de total evidencia que hay que considerar con mucha atención el baño acústicomolecular en el que se debe sumergir.

      Pero eso no es todo, aun me parece más importante determinar las condiciones acústicas en las que todo ser humano va a vivir. En efecto, es inadmisible que no tengamos en cuenta con mayor seriedad un problema de tanta envergadura. Es capital. Nosotros sabemos ahora cuán primordial es que el entorno ultrasonoro esté minuciosamente acondicionado a fin de que, sobre ese sustrato infraacústico, el lugar se ponga a vibrar, a cantar, en definitiva, bajo el efecto de la más mínima excitación. Desde ese momento, en el juego de las interacciones fisicoacústicas una cierta imagen propioceptiva del cuerpo se libera de ella misma mientras se estructura una sutil percepción sensoriomotriz del ambiente. Es un verdadero diálogo lo que se instaura entre el cuerpo y el medio, un diálogo que se desarrolla sin cesar sobre el modo de una influencia recíproca. El aire vibra mientras el cuerpo viviente lo pone en resonancia, pero el cuerpo estará tanto más cómodo cuanto que se beneficiará, por vía de retorno, de sensaciones sobre las que se elaborarán conexiones casi imperceptibles con el flujo acusticosonoro del ambiente.

       La estética sonora

      Sería aconsejable que los constructores actuales pensaran, en su concepción arquitectónica, en desarrollar alrededor de la estructura humana una correspondencia que jugara con la estética sonora fundada en las correlaciones entre el hombre y su entorno acústico. Es necesario que el ser humano esté en todo momento sumergido en un baño que le revele la vida en sus resonancias.

      Desgraciadamente, sabemos que ello no es en absoluto motivo de preocupación para algunos de nuestros constructores contemporáneos. Sin embargo, hay esforzados intentos aislados. Sería necesario, según una fórmula ideal, que el entorno fuera acústicamente adaptable. ¿Qué significa esto? Entiendo por ello que se trataría de imaginar un espacio sonoro variable en función de quien lo habite. Resulta evidente que cada uno vive y vibra según su ritmo, según su cadencia, lo que significa que cada uno desprende vibraciones “biológicas” particulares, explotables por el entorno, que debido a ello debe amplificarlas o moderarlas y tal vez incluso modificarlas en un sentido favorable, un poco como sucede en el Roy Thomson Theatre de Toronto.

      ¿Qué es, pues, lo que pasa allí? Se emprendió una tentativa especialmente interesante: la creación de un ambiente “adaptable” en función de la demanda. En una sala inmensa, la acústica es en todo momento móvil y modificable a voluntad para obtener las condiciones más favorables. Se sabe hasta qué punto en una sala de espectáculos la sonoridad está condicionada por la cantidad de músicos, y más aún por la presencia del público, que puede cambiar totalmente el “medio vibrante” en función de la cantidad de individuos que lo constituye, e incluso en función de la manera como van vestidos. Es evidente que las reverberaciones son distintas si se trata de un tiempo invernal o de un período veraniego. Hay que considerar todos los parámetros, tanto si inciden sobre la temperatura como sobre las condiciones higrométricas o sobre los efectos sonoros diversos, en resumen sobre todo lo que puede modificar las curvas de respuesta de las comunicaciones acústicas. Y no excluyamos la idea de que, teniendo en cuenta los progresos actuales, se pueda generalizar lo que se hace en Toronto, es decir, captar electrónicamente y discernir los cambios momentáneos de las condiciones acústicas para restituirlas tal como deben ser puestas en acción.

      Desde luego, aún queda mucho por hacer. Sin embargo, el avance tecnológico al que asistimos nos permite tener plena esperanza. Sin duda, es necesario que los especialistas a quienes esto concierne sean conscientes de la necesidad de un programa como éste y que se comprometan con él. ¡Qué programa tan apasionante el que permitiría adecuar todos los “medios de la vida sonora” del ser humano, desde su llegada al mundo y durante todo su periplo existencial!

      Qué aventura tan fascinante podría ser para un arquitecto que decidiera estudiar la arquitectura en función de la acústica y, más aún, en función de las distintas etapas de la andadura humana. No hace falta decir que lo ideal sería llegar a adaptar un entorno acústico específico para cada uno. Se trata de inducir al hombre hacia su ser y no de paralizarlo en una estática no evolutiva, o sea, imponerle un “encajonamiento” predeterminado que no tenga en cuenta ninguno de los factores a los que nos hemos referido. Las promotoras de hoy en día son propensas a buscar un sistema que sólo considere el amontonamiento del máximo número de individuos con los mínimos gastos, en función de una cubicación reducida. ¿No deberían, al contrario, intentar preparar al ser humano para vivir en su medio ambiente tan confortable como estuvo dentro de su nido uterino, permitiéndole así ver esa cavidad extenderse acústicamente hasta los confines del universo, límite efectivo de las dimensiones de la creatividad humana?

      Ciertamente, el diálogo empieza con el otro, pero también hace falta que el entorno nos invite a iniciar esa relación. Además debemos pensar en el soporte de esa dinámica instituyendo previamente un juego de interacción acusticosonora sobre el cual ulteriormente se establecerá toda la combinatoria lingüística.

      Así, la vida, en sus resonancias, podría ser percibida permanentemente. No cabe la menor duda de que a partir de esa correlación privilegiada, la función de la palabra no tardaría en unirse al conjunto de funciones que permiten generar los sonidos.

      Por las contrarreacciones acústicas es posible literalmente esculpir el cuerpo para que se transforme en un instrumento de comunicación que vibre con su entorno. Ojalá un día los arquitectos puedan pensar de nuevo en descubrir, en función de esos imperativos corporales, los cánones de su estética sonora, susceptibles de acomodarse, sin dudar, con la realización