El oído y la voz. Alfred Tomatis. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Alfred Tomatis
Издательство: Bookwire
Серия: Logopedia
Жанр произведения: Сделай Сам
Год издания: 0
isbn: 9788499108919
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que lo componen: canto y energía? A priori parece difícil pensar que el acto vocal se pueda relacionar de alguna manera con la noción de energía, más aún que pueda ser generador de energía. Generalmente se asocia a conceptos culturales y artísticos que a menudo hacen olvidar los objetivos profundos del acto cantado.

      Finalmente, ¿por qué cantamos? A decir verdad, no es extraño constatar que en este ámbito raramente nos cuestionamos el porqué. En efecto, todo se centra en el estudio del “cómo” cantar o el de cómo conseguir determinada habilidad. Suele quedar al margen de las inquietudes de nuestros contemporáneos tratar de saber si el hecho de cantar responde o no a una necesidad, a una especie de necesidad profunda, o si sirve simplemente para satisfacer una de tantas dimensiones de la expresión que le han sido dadas al ser humano.

      Es cierto que pocas veces nos planteamos este tipo de cuestiones respecto al canto. Además, ¿sabríamos responder con facilidad si se nos interrogase a este respecto? Surgirían algunos tópicos, que no son respuestas, y que no harían avanzar en nada las investigaciones. A través de expresiones como “porque me gusta, porque me apetece, porque me siento bien haciéndolo”, etc., estaríamos ante una enumeración egocéntrica, de una autosatisfacción que no sería más que una desviación respecto a la verdadera respuesta. Y se sabe que toda intervención en la que se interpone el ego está tan repleta de distorsiones, que la realidad queda totalmente velada.

      En el marco de un estudio centrado en la fisiología vocal, el mismo especialista se muestra poco sensible a esa dimensión que, sin embargo, existe y se inserta realmente en el nivel de las necesidades.

      Parece que el hombre canta por instinto. Llegaría a afirmar que primero modula cantando antes de expresarse a través del lenguaje, como si éste después paralizara o desorganizara esta dinámica primera. No es excesivo imaginar que el canto apareció antes que el lenguaje. Con frecuencia en el hombre el canto sólo se manifiesta en estado de esbozo, porque ve injertarse como una prioridad la facultad de hablar. Así, a ese fondo de modulaciones arcaicas que el canto representa se superpone imperativamente la expresión lingüística. Pero, ¿acaso no es toda lengua también una organización estructural con sus ritmos, sus matices, sus inflexiones, su propio timbre..., en resumen tantas características que definen de la misma manera la fraseología musical?

       La recarga cortical

      ¿En qué parece ser el canto una necesidad? Yo respondería con una frase muy corta, que corre el riesgo de chocar al lector o de dejarlo en ayunas: es para cargar el cerebro de energía. Es evidente que esto puede parecer una insolencia por varios motivos. En primer lugar, ¿qué entendemos por dar energía y, aun más, energía al cerebro? En segundo lugar, ¿de qué tipo de energía se trata?

      He aquí bien planteadas las preguntas que todo el mundo coincide en hacerse esperando que el científico las responda con explicaciones fundamentadas. Que nadie se equivoque. Incluso para el hombre de arte, es engorroso aventurarse a responder tales demandas, a falta de poder delimitar con exactitud lo que se entiende por energía. Nos es difícil liberarnos de nuestra aprensión respecto a este término, alejarnos del concepto que por su propia etimología evoca la resultante de una actividad o de un trabajo.

      Antes que nada, ¿cuál es la naturaleza exacta de esta energía? Bajo este término general tan amplio y tan ambiguo, nos forjamos tantas y tantas ideas que corremos el riesgo de perdernos en él, tanto más cuanto se le mezclan nociones de percepción. No sabemos qué es esta fuerza, pero pretendemos sentirla circular igual que la electricidad, de hecho, pero de un modo todavía más confuso. Así que algunos la perciben descendiendo por su cuerpo, mientras que otros son formales cuando describen la distribución ascendente de estos mismos circuitos energéticos. Se diría que se trata de un fluido que se desplaza a través del cuerpo, pero de un fluido difícil de definir y que algunos pueden sentir en distintos lugares a menudo descritos con una precisión desconcertante. Estos puntos de “focalización” son efectivamente citados en diversas obras. Parece haber localizaciones bien determinadas, idénticas en los individuos que perciben tales fenómenos. Se ha reconocido que estos lugares de respuestas selectivas son los que algunos describen con el término “chacras”.

      Pero sigue siendo evidente que definir la energía en uno mismo es una empresa delicada. Existe el riesgo de meterse en diatribas sobre la energía vital, sobre el potencial energético, etc., tantas palabras utilizadas para representar una realidad conceptual difícil, es verdad, de definir y de delimitar. Pero queda fuera de cuestión pretender por ahora dar algunas precisiones complementarias sobre esta potencialidad.

      Ciertamente los sujetos concernidos sienten cosas que serán diversamente percibidas y descritas. Es así como después de estos “pases de energía”, algunos podrán sentirse tónicos, en cierto modo llenos de vitalidad. Incluso pretenderán que se encuentran en unas condiciones que les permiten considerarse en buena salud física y moral. Aunque nos queda por precisar si estar en buena salud es estar repleto de esta energía vital. Vemos cuán fácil es dar vueltas sobre un mismo punto. Así que nosotros intentaremos ir más allá de las palabras, con los hechos.

      Es evidente que uno tiene ganas de cantar cuando se siente bien y que uno se siente mucho mejor cuando canta. Existe una especie de bucle cerrado como si el hecho de estar bien permitiera el canto y éste retornara como efecto al que se lanza a cantar un estado de bienestar que intensifica el deseo que siente de seguir con esa actividad. Este bucle cibernético –no hay otro término– define ya el estado al cual conduce el canto. Con más detalles, lo veremos más adelante, podremos hablar de las técnicas vocales y de los órganos implicados en la fonación. De hecho, es el cerebro el que, inducido por el oído, se pone a cantar. El objetivo principal de este libro es justamente invitar al lector a aceptar tal propuesta.

      El cerebro es un órgano excepcional en muchos aspectos. El mundo científico contemporáneo empieza a captar mejor sus mecanismos, bastante complejos, por cierto. Verdaderamente, aún quedan muchos fenómenos por explicar e incluso para percibir toda su amplitud funcional. Sin embargo, algunas investigaciones efectuadas durante los últimos decenios permiten entrever mejor lo que hasta entonces era sólo misterio. Sin embargo, seamos razonables. Sería absurdo pensar que algún día lo sabremos todo sobre el ser humano. Siempre quedará por dilucidar su propio interrogante, si se decide a reflexionar sobre qué es en lugar de preguntarse quién es.

      En efecto, la mejor manera de ocultar el “¿quién soy yo?” tan frecuentemente evocado al principio de una reflexión sobre uno mismo, despojada de todo vuelo metafísico, es preguntarse “¿qué soy?”. Entonces las respuestas sobreabundan, introduciéndonos en una autoobjetivación, que será tanto mejor dirigida cuanto más nos aleje del autoanálisis tan poderosamente egocéntrico.

      Sea como sea, retengamos que, para pensar, el cerebro parece tener necesidad de una estimulación dinámica e intensa que se podría calificar de energía. Es cierto, y no se puede negar, que un órgano que vive gasta una cierta cantidad de energía. Sin ella lo orgánico no sería nada, pero, por otra parte, sin organicidad la dinámica de vida no se podría poner en marcha. Una vez más aquí se instituye un bucle como una necesidad. Lo orgánico vive de la vida y manifiesta la vida que recibe. Queda por saber de dónde procede esta última. Aun cuando algunos pretenden que es generada por lo orgánico, lo que consistiría en una visión de las cosas bastante limitada, la vida no tiene necesidad de lo orgánico para ser, ni de la energía. No se puede superponer vida y energía. Es cierto que la vida se manifiesta a través de un gasto de energía, pero es otra cosa, como si fuera el sustrato de esa energía.

      Lo cierto es que cantar dinamiza. Al menos es lo que hemos podido demostrar desde hace muchos años. Pero me gusta precisar que nos referimos a cantar bien. Y esto nos induce a intentar comprender no cómo funciona un cerebro, –éste no es el objeto de nuestro propósito–, sino a determinar lo que necesita para funcionar.

      Estas necesidades son múltiples y se pueden clasificar brevemente como sigue. Unas son metabólicas, es decir, nutricionales y aseguran el mantenimiento. Las otras son de otro tipo, pero conviene empezar por los procesos energéticos metabólicos. El cerebro que, como se sabe, está formado por una multitud de células cerebrales, puesto que casi quince mil millones de ellas han sido censadas hasta hoy