La caída de los ingresos del Estado, combinada con la falta de medios de pago en el escenario internacional, llevó a la Corona a optar por una reforma monetaria basada en la devaluación y un nuevo proceso de acuñación. El problema era el déficit incontrolable de las importaciones de bienes manufacturados y de alimentos, así como de la necesidad de abastecer a la ciudad de Lisboa (Pedreira, 1994, pp. 23-24).
En este contexto, surgen las primeras pragmáticas y textos de autores como Duarte Ribeiro de Macedo, defendiendo la instauración de manufacturas en el reino para reemplazar las importaciones y equilibrar la balanza comercial. Uno de los sectores más fortalecidos por el apoyo estatal fue la lana, hecho que pesó mucho sobre el resultado del déficit. Asimismo, la producción de paños de lino fue expandida por diversas regiones del país y, tradicionalmente, tuvo su parte en el suministro del reino y del imperio. Las nuevas fábricas recibieron el beneplácito real y se instalaron en regiones con tradición en el oficio y con gran disponibilidad de materia prima (Serra da Estrela y Alentejo). Las manufacturas consideradas centrales69 se encontraban en Covilhã y Estremoz70.
Al elogiar la política manufacturera del siglo anterior, don Luís da Cunha se mostró escéptico ante el Tratado de Methuen (1703). Así, las ventajas políticas del pacto eran evidentes, mientras que las económicas no tanto. La protección de la escuadra inglesa y la legitimidad proporcionada por la alianza con ingleses, austriacos y holandeses protegieron a Portugal del avance francés sobre el trono español. El problema, según el diplomático, era la inconsistencia del argumento defendido por los productores y tejedores ingleses: la entrada de vinos portugueses en Inglaterra debería compensarse con la salida de telas británicas en condiciones recíprocas. En su análisis, la consecuencia de esta política y la suspensión de la pragmática que protegía las manufacturas de telas del reino, fue la profundización del déficit en la balanza comercial portuguesa (Cluny, 1999, pp. 60-62).
Sin embargo, la reanudación de la prosperidad económica no sería el resultado de equilibrar las desventajas con los vecinos españoles, la alianza inglesa, la estabilidad de las finanzas estatales, una visión más pragmática de la vida religiosa y la tolerancia hacia judíos y sus capitales. Por lo tanto, para que Portugal se estableciera como potencia de primera magnitud, era necesario tener un control efectivo de la riqueza del imperio. Don Luís es explícito en su declaración: “los territorios conquistados que supuse eran un accesorio de Portugal, los considero fundamentales e incluso garantías de su conservación, especialmente los de Brasil”. Nos enfrentamos a una curiosa inversión: la relación entre Portugal y su imperio siempre se había expresado en los términos en que el reino, debilitado en el contexto europeo, debería proteger sus conquistas de la codicia de los poderes rivales. Ahora, las riquezas de los dominios ultramarinos deberían reforzar el prestigio portugués en Europa71.
Para que la riqueza de Portugal no solo generara la prosperidad de los demás, era necesario transformar inmediatamente los territorios conquistados, posesiones y dominios de ultramar en colonias. Un control más racional de los recursos de la América portuguesa conduciría inevitablemente a la Corona portuguesa a ocupar un lugar entre las principales potencias europeas (Furtado, 2007, pp. 69-87).
Todavía en sus Instrucciones, don Luís demuestra tener una visión global del imperio, proponiendo políticas para los dominios de Oriente y África. Dichas políticas deberían reducir los gastos de la Corona al liberar recursos para el gobierno de América. Este es el propósito de su propuesta de crear una empresa comercial de India y África72.
Era necesario establecer una compañía para mantener el suministro de esclavos negros a Brasil, que abriera el camino por el hinterland africano —uniendo Angola y Mozambique— y explorara la riqueza mineral que ahí existía. La misma compañía debería reemplazar a los contratistas de tabaco, porque de esta forma la Hacienda Real estaría segura contra el riesgo de quiebra y la pérdida de su contrato de arrendamiento. El pago del privilegio exclusivo sería otra fuente de ingresos para la Corona y podría renegociarse cada vez que expirara el período de suspensión.
Respecto al Oriente, “el primer uso de esta compañía sería ahorrarle a Su Majestad el gasto de mantener al Estado de la India, que dicen supera con creces el beneficio que obtiene”. Los barcos de la compañía, ensamblados en el reino, servirían no solo para el esfuerzo de defensa del dominio oriental, sino que también distribuirían sus productos en los mercados del norte de Europa. El capital para todo el negocio se recaudaría entre la comunidad de cristianos nuevos exiliados e incluso en grupos de comerciantes de otros reinos73. Todo dependería del apoyo real para la empresa, un compromiso que se establecería con la extinción de la Casa de la India y del Juez de India y Mina, y las futuras disputas podrían ser la jurisdicción de la corte civil. Esto demostraría que la Corona no era la única parte interesada en este acuerdo74.
En cuanto a la América portuguesa —el Brasil de don Luís—, la expansión de la economía debería basarse en el trabajo, el comercio y la apropiación de la fiscalización. El trabajo no solo lo realizaría la mano de obra esclava en las grandes propiedades, sino que también incluiría a los extranjeros capaces de plantar cultivos distintos al del azúcar y el tabaco, como el beneficio del cacao, la vainilla, la cochinilla y el índigo, por ejemplo. Por lo tanto, la diversificación de la producción se consideraba un elemento fundamental para la prosperidad del comercio. Siendo así, los extranjeros y los portugueses nativos embarcados rumbo a Brasil deberían tener una entrada difícil en la región minera. Esa política debía ir acompañada de medidas contra el riesgo de una revuelta de esclavos (Cunha, 2001, pp. 346-347).
Otro tema importante fue la mala recaudación del quinto sobre el oro. Un tema delicado, porque despertó los intereses y la lealtad de los vasallos americanos. El pasaje de las “Instrucciones” que tratan este punto es muy interesante. En él, don Luís informa de un diálogo con un judío nacido en Río de Janeiro. Según el exiliado carioca, el problema de la recaudación estaba en las casas donde “se quintaba” el oro. Allí reinaba la corrupción entre los funcionarios reales, siempre dispuestos a no registrar una parte del metal presentado. La solución sería aplicar el quinto no al metal precioso extraído y presentado, sino a los productores individuales75. Don Luís se mostró escéptico ante la propuesta, ya que cuanto mayores son las ganancias de la Corona, menores son las ganancias de los mineros. Todo cuidado era poco al tratar con los pueblos de Minas, “personas tan ambiciosas y de tan malos principios”, siempre al borde de la revuelta (Cunha, 2001, pp. 345-346.)76.
Es necesario enfatizar que este es uno de los pocos temas sobre los que don Luís se niega a opinar, a elaborar un proyecto. Al tratar el tema de los impuestos, el diplomático se enfrentó a lo que sería el gran dilema de una futura generación de reformadores portugueses: ¿cómo es posible que un pequeño reino controle un territorio más grande y más rico sin exponer el vínculo de su dominación? ¿Cómo extraer la riqueza americana para generar prosperidad en Portugal sin propiciar la resistencia? Era necesario fortalecer los lazos entre ambos territorios, porque el rey “para conservar Portugal, necesita totalmente las riquezas de Brasil y de ninguna manera las de Portugal, que no tiene, para apoyar a Brasil”77.
Un nuevo modelo de interdependencia económica entre las partes del imperio fue la respuesta al dilema. Para hacerlo, era necesario desarrollar la economía del reino fortaleciendo a sus comerciantes, fomentando las prácticas mercantiles y recompensando con mercedes a quienes invirtiesen en el comercio imperial.
Conclusión
El proyecto de don Luís fue tan ingenioso e innovador que marcó el comienzo de una gran estrategia para el imperio. Sin abandonar las ideas presentes en los autores portugueses del siglo anterior y respetando los límites del sistema tradicional de remuneración por mercedes de la sociedad portuguesa, el diplomático estableció una pauta de cambios que sería la referencia para todos los que lo van a suceder.
¿Por qué podemos hablar de una gran estrategia? Una de las razones es la conciencia de la necesidad de reformas por parte de los secretarios y agentes de la Corona portuguesa.