Del lamento a la revelación. John Harold Caicedo. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: John Harold Caicedo
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Религия: прочее
Год издания: 0
isbn: 9781953540393
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y de personas que fallecen a diario, los servicios de salud no dan abasto para atender a tantos enfermos que llegan necesitados de atención urgente y es difícil establecer prioridades en cuanto a la atención a los pacientes o a resolver llamadas de emergencia que copan los servicios de atención inmediata. Estamos en tiempos demasiado complicados para la humanidad entera.

      ¿Estábamos preparados para algo así? ¿Hay alguien que tenga respuestas para tantos interrogantes? ¿Habrá algo que la Iglesia pueda hacer en estos tiempos? ¿Cuál debe ser esa respuesta?

      Soy pastor de una iglesia hispana en la ciudad de Fontana, California, una ciudad ubicada aproximadamente a 60 millas al este de Los Ángeles. Con una población de 218. 573 habitantes, de acuerdo a la página oficial de la ciudad, constituyéndose en la 18ª ciudad más grande del Estado y la 102 en todos los Estados Unidos. Tiene un gran crecimiento, especialmente de población hispana que llega aproximadamente a un 40% del total.

      Con mi trabajo pastoral he enfrentado grandes retos en este año, de la misma manera que cada pastor, ya sea hispano o de cualquier otra raza. De hecho, estamos en un momento en el cual nos enfrentamos continuamente a dilemas éticos en cuanto a cómo responder frente a la situación que vivimos, con el agravante de que, hagas lo que hagas, siempre perderás, pues no podrás darles gusto a todas las personas.

      Si te sigues reuniendo te acusan de irresponsable; si por el contrario le dices a las personas que vean solo los servicios online te dicen que eres un cobarde. Si le dices a la gente que no use un tapabocas, eres un desconsiderado que desobedece las normas del gobierno; pero si les dices que lo usen entonces la pregunta es dónde está tu fe como cristiano, y peor aún como pastor.

      Si visitas a los hermanos, no tienes conciencia del peligro que está pasando y los pones en riesgo, pero si no los visitas entonces es porque no tienes amor por ellos.

      Si encargas a otros para comunicarse con los hermanos, no es suficiente porque todos quieren saber qué tan cuidadoso es el pastor con sus ovejas, pero si los llamas entonces deberías ocuparte más bien en preparar tus sermones que en estar usando tanto el teléfono.

      Si te quedas en casa sin salir es porque estás asustado, pero si decides salir por unos días con los tuyos a descansar un poco, entonces eres un irresponsable porque deberías estar el frente de la iglesia afrontando la realidad de lo que está sucediendo.

      En fin, este es un tiempo en el cual los dilemas surgen por todas partes mientras las congregaciones se ven disminuidas y las ovejas se dispersan escuchando a predicadores de cualquier otro lugar (y quizás dejando para otra ocasión escuchar el mensaje de su propia congregación)

      Después de unos meses de haber empezado esta pandemia se hizo una encuesta en el medio cristiano para determinar el comportamiento de los creyentes en épocas de crisis por parte de la organización Barna.

      Este estudio de Barna, realizado entre Abril y Mayo del 2020, determinó que la tercera parte de la población cristiana en los Estados Unidos no volvió a atender ningún servicio religioso durante el tiempo de la pandemia, ya sea en persona u online.

      Es decir uno de cada tres cristianos se apartó completamente de la práctica de su fe.

      Solo un 19 % de los creyentes han estado atendiendo semanalmente el mensaje de su congregación y un 73% dice que tan solo ha atendido un servicio religioso al menos una vez al mes.

      El 14 % se ha cambiado de iglesia persiguiendo a algunos predicadores conocidos.

      El 50% de los jóvenes, la mitad de nuestra juventud cristiana se apartó de la iglesia también.

      Estas estadísticas nos muestran algunas cosas que deberían preocuparnos realmente como creyentes.

      Primero que todo, hay una gran incertidumbre en cuanto a lo que le espera a la iglesia cuando todo se normalice. Aun puede faltar mucho tiempo para eso, pero no será ninguna sorpresa que muchas iglesias hayan llegado casi al punto de desaparecer, mientras otras encontrarán en sus bancas a un gran número de personas que no eran parte de esa congregación antes de la pandemia.

      Pero lo otro es aún más preocupante.

      Es tener que reconocer que nuestro cristianismo, al analizar la forma de comportarnos frente a las crisis, al parecer podía tener mucho de ancho, pero poco de profundo.

      La predicación de un evangelio diluido, acomodado al gusto, de prosperidad, de vidas egoístas, de búsqueda de bendiciones particulares, de ambiciones, de declaraciones de fe a través de las cuales el ser humano pasó a ocupar la preeminencia, ha ocasionado que cuando el creyente se tiene que enfrentar a crisis y dificultades, no parece tener respuestas apropiadas.

      Un evangelio que no transforma sino que complace, que acomoda al nuevo creyente en un estilo de vida que no le exige ninguna transformación sino más bien intenta satisfacerle todos sus gustos, es solo una parte que explica lo que está sucediendo hoy en día en el mundo cristiano.

      Hace algunos años atrás se hizo otra encuesta en los Estados Unidos acerca de lo que la gente común consideraba que es lo más importante, lo más relevante del cristianismo.

      La respuesta fue realmente desesperanzadora, pues para un gran segmento de la población norteamericana el cristianismo es importante únicamente para llevar a cabo bodas y funerales.

      Esa es la visión de la gente del común acerca del cristianismo, ¡somos útiles para hacer bodas y funerales, pero nada más!

      ¿Y la transformación de los seres humanos a través de la palabra?

      ¿Y el poder del Espíritu Santo desplegado para cambiar comunidades enteras?

      ¿Y el compromiso y el testimonio del verdadero cristiano que es luz donde quiera que vaya?

      ¿Y el crecimiento en la palabra de Dios de niños, jóvenes y adultos?

      Nada de eso es relevante, el mundo nos sigue viendo como buenos para hacer bodas y funerales.

      El problema es que Cristo no derramó su sangre preciosa simplemente para que su pueblo solo haga bodas y funerales. No, nada de eso. La sangre de Cristo se derramó en una cruz para que el pueblo que invoca su nombre sea libre de iniquidad; para que se levanten hombres y mujeres limpios con esa sangre y hagan una diferencia en este mundo; para que resplandezca la luz de Cristo a través de aquellos que le siguen y proclaman su nombre.

      Sí, es demasiado preciosa la sangre de Jesucristo para que solo nos sirva para hacer bodas y funerales.

      El Evangelio que prevalece hoy en día raramente es en realidad un Evangelio.

      Es una versión distorsionada que da gusto y divierte al que la escucha, pero no produce un llamado al arrepentimiento, a un cambio genuino, y tampoco prepara a nadie para afrontar momentos de crisis prolongados. Un evangelio que seduce por lo que ofrece, pero que no desafía por lo que exige. Un evangelio de derechos sin deberes, de premios sin exigencias, de traspaso de unciones pero sin consagración.

      ¿Cómo vamos a ser transformados por un evangelio así?

      ¿Qué podemos esperar entonces de las nuevas generaciones de cristianos que aun tendrán que enfrentar desafíos mayores?

      Ciertamente se levanta ahora el gran reto de compartir un evangelio puro, un evangelio bíblico, un evangelio que ciertamente transforme, un evangelio que se transmita desde los cielos mismos y llegue, no solo a los oídos sino al corazón mismo de los creyentes.

      Debemos tener el mismo convencimiento que tenía Pablo: El evangelio tiene poder para transformar al ser humano.

      Desafortunadamente el evangelio hoy en día desplaza a Dios del centro y coloca al hombre en el trono de sus propios gustos mientras se satisface semana a semana en un reino terrenal despreciando las exigencias del reino celestial.

      La predicación de un evangelio puro y sin contaminación debe producir en el ser humano un anhelo por un cambio profundo de vida, pues supone la transición real de la muerte a la vida, de la oscuridad a la luz.

      Si esto es así, la perspectiva con la cual miramos el mundo debe ser completamente