—No es por esto —dijo Sander con un tono más controlado—. Es porque ha habido peligro últimamente y Chandra quiere que vuelvas, dice que ella puede protegerte.
—Chandra no puede decidir por mí. Además, se cuidarme sola y ella solo es una visera —replicó.
—No voy a discutir con tu hermana por algo en lo que tiene razón. Te vas en unos días cuando el siguiente grupo vaya por alimentos.
—No me iré.
—Sí lo harás —dijo Sander y se dirigió a la salida. Ya todos estaban en el pasillo—. No es discutible.
Samantha se cruzó de brazos en la entrada del cuarto de curaciones.
—Oblígame —espetó con voz fría.
Dylan se atrevió a mirarla, no le sorprendería que los ojos de la chica perforaran el cráneo de Sander. El líder se acercó a ella, quedando a pocos centímetros de su rostro, ninguno de los dos se retractaría. Dylan conocía ese tipo de enfrentamientos y no eran algo agradable de presenciar.
—Estás cansado y no estás pensando bien las cosas —dijo ella con total tranquilidad—. Y no te serviré de mucho estando lejos, ni para interpretar a Azul ni como alianza con Chandra.
—No estoy cansado —respondió—. Y sé decidir este tipo de cosas.
Sander se acercó dos pasos más, pero en medio de él y la chica ya estaba Dylan empujándolo y haciéndolo retroceder.
—Es suficiente. Una vez me dijiste que en este lugar se aceptan a todas las personas que buscan un refugio, ahora mantén tu palabra —dijo Dylan con tono neutro—. No es que me agrades —agregó para Samanta—. Pero tienes razón. Estás agotado y cargas demasiada responsabilidad sobre tus hombros ¿Qué edad tienes? ¿Veinte? ¿Veintidós? —preguntó a Sander—. Tienes que admitir que no puedes manejar todo esto solo y el saber que se te está saliendo de las manos te vuelve loco. Mírate, peleando con una niña de ¿Cuántos? ¿Once?
—Tengo quince —repuso Sam.
—Lo que sea —dijo Dylan y se encogió de hombros—. Samanta y yo nos haremos cargo de todo mientras tú, Andy y Olivia descansan, después…
No pudo terminar su frase. Era la segunda vez en ese día que lo golpeaban, y, aunque le gustaría admitir que el golpe de Amanda fue más fuerte, no fue así. Sander golpeaba muy duro, ya había peleado con él en una ocasión cuando invadió los túneles, solo que ese día Dylan estaba agotado por su largo viaje. Ahora no, ahora lo único que le impedía golpearlo era Cheslay, quien observaba todo con ojos asustados.
Dylan respiró profundo, se levantó y respondió al golpe. Sander fue lanzado varios metros en el suelo. El líder se puso de pie y le lanzó un puñetazo. Dylan se dio cuenta de que él estaba agotado, tanto que no usaba su habilidad para pelear. Decidió que pelearía en igualdad de circunstancias, solo con sus puños, pero ¿Por qué? ¿Cuál era el motivo para pelear? No tenía uno.
Esquivó otro golpe y atestó un codazo en su estómago, ambos intercambiaban golpes y esquivaban otros. Sander le ordenó a su gente que no se metiera y los demás retrocedieron, formando un círculo en torno a ellos. Algunos alentaban al líder, pero Samantha gritaba por Dylan.
Cuando Sander estuvo completamente agotado, se dejó caer en el suelo a un lado de la pared del hospital. Dylan retrocedió y bajó el puño. La mayor parte de los habitantes de los túneles estaban ahí, viendo cómo se comportaban como un par de cavernícolas.
Y así fue como todo comenzó, así de fácil. Sander rompió a reír, mirando hacia el techo en todo momento, con los brazos extendidos sobre el suelo, formando una cruz. Salía sangre de su labio y de uno de sus pómulos. Dylan estaba en un estado similar a su lado, se recargó sobre sus rodillas y comenzó a reír. Parecían un par de locos, pero ninguno comprendía el porqué de la pelea, simplemente se dejaron llevar por la testosterona y se atacaron mutuamente. No tenía sentido, y lejos de ser unos líderes, parecían un par de niños peleando por una estupidez.
—Bien. —dijo Sander mientras se ponía de pie—. Demuestra que puedes con esto. —pasó a su lado y le colocó una mano sobre el hombro—. El uno está a cargo hasta que yo despierte —anunció.
Sander cogió la mano de Azul y la sacó de ahí.
Dylan no sabía cómo sentirse. Se quedó de pie junto a la puerta del cuarto de sanación, mientras las personas se dispersaban. Él estaba a cargo. ¿Tanto y tan pronto confiaba en él? ¿Por qué?
Se sentía bien por el voto de confianza. Pero odió la forma en la que su manó tocó la de Cheslay. Sacudió la cabeza un par de veces, esto se estaba complicando demasiado, él no les debía nada a estas personas.
—Sabes que él no me haría daño ¿Verdad? —le preguntó Samantha parándose a su lado. Dylan asintió—. Así como sabes que confía en ti porque yo lo hago. Porque Azul lo hace. Ella no te tiene miedo, no como algunos de aquí, tampoco te odiamos como lo hace Amanda. Dylan volvió a asentir, incapaz de separar la mirada del sitio por el que ella apareció—. Te lo dije —comentó Sam.
—¿Qué dijiste? —preguntó Dylan sin mirarla.
—Ya logré mi objetivo, tarde o temprano, pero siempre logro mis objetivos. —Le regaló una sonrisa y desapareció al pasar por la puerta del hospital.
Dylan negó con la cabeza. Él creía que ya había visto de todo, pero sin duda alguna se equivocaba. Samantha tenía razón, ella había logrado su objetivo, y es que, sin que él lo quisiera, ahora se estaba preocupando por estas personas.
¿Quién lo hubiera dicho? El chico prodigio preocupado por alguien que no era él o Cheslay.
Sacudió la cabeza y se ocupó de los túneles todo ese día. Ayudando a algunos con sus labores, a otros con los enfermos; murieron tres personas a causa de sus quemaduras y tuvieron que sacarlos al exterior antes de que apestaran. Sepultaron a los tres y volvieron a los túneles. Al finalizar el día, ni siquiera tenía ganas de cenar, solo quería volver a su habitación y dormir hasta que el mundo llegara a su fin.
Esa noche soñó con cosas que creía olvidadas.
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