Dylan sintió un pinchazo de dolor en la cara.
—Auch —se quejó mirando a Olivia, quien apretaba su herida en la cara con la mano.
—Deja de mirarla —le dijo, y negó con la cabeza—. Si solo viniste a eso, será mejor que te vayas.
Le dio la espalda y se fue a donde estaba uno de los chicos enfermos. Dylan se acercó por pura curiosidad y observó que el chico tenía la pierna torcida en un ángulo poco favorable.
—No se recuperará de eso —dijo Dylan.
—Gracias por resaltar lo obvio —espetó Liv.
Él se sintió un poco mal por el comentario, pero no se retractó. Olivia comenzó a frotar las palmas de sus manos y una ligera energía de color verde se desprendió de ellas, era una sensación agradable el estar cerca de eso. Dylan no sabía lo que era, nunca antes había visto a un curandero en acción, esto sería algo interesante. Ella colocó sus palmas sobre la pierna rota, y el muchacho comenzó a moverse de una forma espasmódica y a gritar de una manera horrible. Dylan pensó todo en un segundo, podía someterlo bajo una fuerza que superara diez veces su peso, pero no quería gastar energías en algo tan frívolo, así que se colocó frente al chico y puso las manos contra sus hombros mientras Regina se acercaba corriendo y sostenía la pierna buena del enfermo. Dejó de moverse, pero no de gritar, Dylan podía ver que tanto Olivia como la chica estaban en su límite de fuerzas después de haber cuidado a quien sabe cuántas personas. Cuando Olivia terminó, el muchacho dejó de gritar y se quedó flácido sobre su camilla.
—Ese era de los últimos —dijo Regina y se puso de pie.
Olivia asintió sin ganas y, con mucho esfuerzo, se levantó de donde estaba. Ella trastabilló unos pasos, pero Samanta la ayudó a llegar a un lugar para que se sentara.
—Te agotas a ti misma por personas que ni siquiera conoces —dijo Dylan en voz alta. Olivia le regaló una mirada cansada—. Disculpa que lo diga en ese tono, pero no lo comprendo.
—No esperaba que lo entendieras. Estas personas necesitan ayuda. Y sí, tienes razón; me agota el ayudarlos, cada vida que salvo va acabando poco a poco con la mía. Pero vale la pena cada vida que salvo, ya sea la de un desconocido o la de un amigo. No hay un ser humano que no merezca la pena salvar —contestó.
Dylan seguía sin comprender; recordó a la Mayor Khoury, el General Lanhart y a su padre, y no estuvo de acuerdo con ella. Había personas que merecían morir.
—Ve a descansar —le pidió con voz neutral para que ella pensara que no le importaba—. Podemos hacernos cargo del lugar por unas horas.
Olivia no replicó, lo cual significaba que estaba muy cansada. Regina la llevó hasta su habitación, y Dylan le dijo a la chica que también descansara, él y Sam podían con eso. Aunque también estaba el problema de Azul.
Dylan se acercó a Samanta mientras ella hacia una ronda entre las camillas.
—No me trajiste aquí para que hablara con ella —comentó.
—Nop. —Sam sonrió—. Ella ni siquiera puede hablar. Te traje aquí para que conocieras un poco de las cosas por las que tienen que pasar y aun así permanecen en grupo. Estas personas, son el resultado de uno de los últimos campamentos que lograron liberar. Hubo un incendio que provocaron los del grupo de Sander, ellos lo usan como distracción, pero no contaban con que los guardias comenzaran a disparar contra ellos. No sabes el infierno que se vive en esos lugares —Samantha se llevó las manos a la cara para frotarla, y por unos segundos parecía de más edad de la que realmente tenía. Solo entonces Dylan se dio cuenta de que le había subestimado—. Son tiempos desesperados, y el sistema nos tiene miedo. Ya no buscan reclutarnos, ahora buscan matarnos o mantenernos encerrados hasta que se les ocurra qué hacer con nosotros. Ya hicieron un pacto con los cazadores, y ahora están usando Ciborgs para buscarnos. Hay una guerra en camino y todos nos estamos preparando para eso, incluso Sander, quien quiere mantener protegida a la mayor parte de estos niños. Incluso está planeando hacer un viaje al norte para explorar el terreno y medir cuanta confianza podemos depositar en la resistencia, los rumores de que están ganando territorio son cada vez más grandes, la ciudadela está desesperada, al igual que los líderes de las Alianzas. Dios, son muchas cosas ¿No?
—¿Para eso me trajiste aquí? —preguntó Dylan mientras miraba a una niña de unos cinco o seis años que se retorcía debajo de las sabanas—. La mayoría de ellos no sobrevivirá, no van a pasar de esta noche. Así que no lograste tu objetivo, no siento nada respecto a esto.
—A mí me parece que sí logré mi objetivo —dijo Sam al tiempo que se recomponía y volvía a sonreír—. Sander te necesita, no te lo pedirá ni se lo dirá a nadie más, pero lo ha pensado. Puedo leer las mentes y darme cuenta de muchas cosas. La mayoría en este hospital morirá y ellos lo saben, por eso están asustados. Puedo entrar en la mente de Azul y saber que ella está preocupada por todos y por todo, al igual que el líder de este lugar. Sander no te lo pedirá, pero yo sí. Ayúdalos a salvar a la mayor parte de las personas. Matar cazadores y guardias es fácil para ti, lo sé porque de alguna forma debiste haber llegado hasta aquí.
Dylan no dijo que sí, pero tampoco se negó. Solo dio la vuelta y se dirigió hacia Cheslay… O Azul, le importaba un comino el maldito nombre. La chica no se inmutó al verlo acercarse. Dylan se lavó las manos en un pequeño lavabo y cogió un botiquín de primeros auxilios. Ella lo seguía con sus grandes ojos azules mientras él recolectaba las cosas. Tomó la mano herida y la colocó sobre su pierna para poderla observar mejor, parecía una herida profunda, de largo podía medir unos cinco centímetros. Desinfectó el corte y ella no se quejó. Luego sacó el hilo y la aguja.
—Puede que esto te duela, pero no voy a gastar sedantes para algo como esto —le avisó. Ella asintió sin retirar la mano.
Dylan hizo pequeños puntos para unir la piel y que no siguiera sangrando. Ella no hacía nada más que mirarlo, estaba comenzando a ponerlo nervioso y cuando Dylan se ponía nervioso comenzaba a hablar de cosas sin sentido. Suspiró profundamente.
—Cuando era más joven —dijo sin dejar de poner los puntos—. No me importaba el aprender a curar este tipo de cosas. Hasta que un día, mientras huíamos de los guardias de un complejo militar de avanzada, detuve sus automóviles con mi habilidad y resulté herido de bala en el hombro. Llegué hasta un túnel que atravesaba gran parte del desierto, del otro lado había una autopista. En ese túnel me encontré con Cheslay, ella había ido a acabar con otro grupo de guardias. Miró mi brazo herido y me obligó a quedarme quieto mientras ella lo curaba y me explicaba cómo lo hacía, no le prestaba atención porque no me importaba, yo sabía que ella estaba conmigo y pensé que siempre lo estaría, así que no puse el cuidado necesario al proceso. Ella se enfadó de estarle explicando cosas al aire, así que, al terminar con mi herida, cogió su cuchillo y se hizo un gran corte algo profundo en el antebrazo —dijo, y le pasó los dedos por la vieja cicatriz—. No era lo suficientemente profunda como para cortar sus venas, pero sí para requerir puntos. Así fue como aprendí a atender heridas. Cheslay me enseñó cómo hacerlo y hasta la fecha me ha sido de mucha ayuda. —Dylan levantó la vista—. Ahora, sé que ella sigue aquí, y que ha escuchado todo esto. Necesito que me diga qué hacer, porque me siento más perdido que nunca.
Los ojos de la chica estaban hinchados y rojos, y sus mejillas bañadas en lágrimas. Dylan sonrió. Cheslay lo había escuchado.
—¿Estás ahí? —preguntó.
—No es la única que está aquí —contestó Sam mirando hacia la puerta.
Ahí estaba Sander. Él, Andy y un grupo de chicos que Dylan no conocía. Se puso de pie y Cheslay lo siguió de cerca, podía sentir la tensión de la chica, por unos segundos preciosos, se sintió como en los viejos tiempos, hasta que ella lo pasó y se colocó al lado de Sander para mostrarle la palma de su mano ya curada, como si quisiera explicarle la situación sin necesidad de las palabras.
—¿Qué está pasando? —preguntó el líder mientras