Cruzó la puerta y fue directo a su lugar para dormir, necesitaba pensar, entrenar, hacer lo que fuera para mantener la mente ocupada. No se dio cuenta de que alguien lo esperaba hasta que un carraspeo lo hizo mirar a la niña. Samantha.
—No estoy de humor —dijo Dylan.
—Por lo menos deberías darme las gracias. Ayudé a convencer a Sander de que te dejaran salir de tu celda.
—Gracias —espetó Dylan y entró en su habitación, Samantha lo siguió.
Ella se sentó sobre su cama, meciéndose hacia los lados. Realmente parecía una niña pequeña, trece, quizá catorce años.
—¿Qué es lo que quieres?
—Creí que nunca lo preguntarías —respondió y sonrió—. Te llevaré a ver a Azul.
Dylan seguía a Sam por los túneles, mientras ella saludaba a quienes encontraban en el camino con toda la naturalidad del mundo.
—¿Hace cuánto tiempo que estás aquí? —preguntó él.
—Un poco de tiempo más que tú.
—¿Cuánto tiempo es eso?
La chica lo miró con ojos inquisitorios, pero hizo una mueca parecida a una sonrisa. Dylan se dio cuenta de que ella casi siempre sonreía. Tenía una actitud agradable y, más o menos, positiva. Pero algo le decía que ella tenía mucha de la información que él necesitaba y que no sería fácil extraerla, ya que todas sus respuestas eran evasivas. Se dio cuenta, durante el altercado en su celda, de que Sander tampoco confiaba por completo en Sam, y no lo culpaba. No puedes confiar en una persona que sabe lo que estás pensando pero que es un libro en blanco para ti, además todas sus acciones eras impredecibles.
A Dylan siempre se le había dado bien juzgar a las personas; sabía con quienes debía involucrarse y con quienes no. Ese era su instinto natural, su sexto sentido o como quisieran llamarlo. Pero con Samanta no sabía qué hacer, ni cómo comportarse. Él había aprendido a bloquear los ataques mentales, sabía cómo levantar escudos en su mente para evitar que cualquier dos entrara en ella. Al crecer con Cheslay, fue algo que tuvo que aprender a hacer. Ahora Sam debía estar frustrada porque no podía leer su mente; pero ella no parecía afectada, caminaba felizmente por los túneles con las manos en los bolsillos mientras tarareaba una canción e ignoraba la pregunta de Dylan.
Frunció el ceño y decidió observar los túneles a pesar de que ya se sabía de memoria algunos de los caminos. Sabía que, si doblaba a la derecha en el siguiente espacio, saldría directo al panal, pero si iba a la izquierda, descendería hasta llegar a una parte de la ciudadela; también que, si iba derecho y al final iba a la izquierda, saldría a donde estaba Dexter, el chico gay de las computadoras. Sonrió un poco al recordar su encuentro, fue gracioso que el sujeto se enfadara. Podría sacar su frustración con él si quisiera, ir y hacerlo enfadar solo para divertirse un poco; solo que ahora no, ahora debía prepararse para lo que pudiera encontrar, ya fuera a la Cheslay que se interpuso entre él y Amanda o a la que era un pequeño cachorro asustado.
Tragó saliva al darse cuenta de que lo que encontrara podía romperlo para siempre, pero aun así necesitaba verla, saber que seguía presente, porque si no lo estaba, entonces nada valía la pena; el mundo podía despedirse del ultimo uno existente.
Dylan trastabilló unos pasos cuando Sam lo cogió del brazo para hacerlo ocultarse en la oscuridad de uno de los túneles. Él no comprendía por qué, apenas iba a preguntárselo cuando ella se llevó un dedo a los labios y le indicó que guardara silencio, después apuntó hacia afuera, y unos segundos después, Dylan escuchó las voces. No reconocía la mayoría de ellas, solo la de Sander y la de Andy.
Un pequeño grupo pasaba. Dylan no reconoció a la mayoría de ellos, pero siguió observando desde las sombras.
—El último grupo de cazadores estuvo demasiado cerca… —dijo Andy.
—Lo sé. Haremos lo posible porque no se sigan acercando. Esperaremos a tomar represalias cuando los heridos del último campamento se recuperen, no podemos darnos el lujo de perder más gente —decía uno de ellos.
—Basta los dos —repuso Sander—. Nadie va a atacar a nadie ni tampoco van a morir más personas. Olivia y Regina se ocuparán de los heridos y nosotros buscaremos una manera de alejarlos. Si lo que los impulsa es el deber y no la venganza, aún tenemos una oportunidad…
—¡Están usando Ciborgs! —Explotó uno de ellos.
—… Así que nadie hará nada hasta que yo diga. Saldremos en grupo para alejarlos, eso será todo.
Dylan no pudo escuchar el final de la conversación.
—Así que os están acechando —susurró.
Sam asintió.
—Tienen más problemas de los que te imaginas. Sander hará lo posible por cuidar a estas personas. Si es posible evacuarlas a todas hacia el norte, lo hará, y Azul lo ayudará; lo que significa que tú también.
—No me conoces lo suficiente como para dar por hecho que ayudaré. —Sonrió Dylan con ironía—. Yo solo quiero a Cheslay de vuelta, y ese cachorro asustado no es ella. Si la Cheslay que yo conozco sigue aquí y quiere ayudarlos entonces la seguiré, pero a ella, no a Azul ¿Comprendes?
—Eres un egoísta.
—Tu opinión es lo que no me interesa.
Samantha suspiró profundamente, pero se estaba enfadando, Dylan pudo notarlo.
—Y tú eres la menor de sus preocupaciones. Sander no me agrada mucho, pero cree en las segundas oportunidades y por eso te deja hacer algo por ti mismo. Pero no quiere que te acerques a Azul porque cree que la lastimarás, él piensa que Azul debe recordar poco a poco, sin presiones, porque eso le hará daño, y creo que, en eso, tiene razón —sermoneó.
—Esa manera de pensar será su perdición y la de todo este lugar —concluyó Dylan.
Samantha lo fulminó con la mirada y siguió caminando por el túnel. Él la siguió en silencio, hasta que llegaron a la última puerta. Dylan percibió el olor a desinfectantes y otras cosas. Sam abrió la puerta y se encontró con una sala de curación, aquello no podía ser un hospital.
Había estantes para guardar medicamentos y vendajes, también otras cosas como plantas que Dylan no sabía reconocer. Había camas extendidas por todo el lugar, con chicos recostados en ellas. También pudo ver a Olivia correr por todo el lugar y a otra niña cuyo rostro no conocía, pero supuso que era Regina, la persona que Sander había mencionado antes. El lugar no tenía ventilación, pero sobre el suelo habían ideado un sistema de extracción, de ese modo no llamarían la atención del exterior ni se arriesgarían a una infección. Era una buena idea, debía darles crédito por eso.
Y ahí, sentada sobre un pequeño banco de madera estaba ella. Su mano aún sangraba, parecía que no le habían dado atención médica, pero viendo el desastre que era ese lugar, no le sorprendía. Algunos de los heridos tenían quemaduras graves, incluso se podía oler a carne quemada por encima de los antisépticos.
—¿Qué hacéis aquí? —preguntó Olivia cuando se percató de que estaban ahí.
—Dylan está herido. —Se apresuró a decir Sam—. Amanda lo golpeó.
—Sí, escuché los rumores. —dijo Olivia a la vez que se limpiaba el sudor de la frente con su brazo.
Ella se acercó a observarlo, Dylan fulminó a Samantha con la mirada y ella le regaló una sonrisa traviesa, esa era su venganza por lo de antes.
—Solo