El cazador. Angélica Hernández. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Angélica Hernández
Издательство: Bookwire
Серия: Mente Maestra
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788417228460
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algunos árboles del complejo militar. Corrió tanto que pronto su parte humana se cansó. No podía detenerse a tomar aire, todavía escuchaba los pasos de la Mayor y su ejército de Ciborgs siguiéndola.

      Raphael encontró la escotilla y de un rápido movimiento la levantó. Se quedó en la oscuridad cuando entró y la cerró. Siguió el túnel y se encontró con aquel donde había revisado, la última vez que buscaba a Dylan.

      Dejó la pantalla oculta entre las rocas, esperando que los chicos la encontraran algún día. Esperaba que no fuera demasiado tarde. Por ahora debía huir y se sentía culpable por hacerlo sin ellos, pero quien sabe qué le deparaba el destino.

      Salió de los túneles, borró sus huellas y corrió hacia un área de entrenamiento. Lo más alejado posible de la población.

      Charlotte lo estaba esperando. Los Ciborgs le cerraron el paso.

      —Siempre has sido muy predecible, Raphael —dijo con voz fría.

      —Me alegra no darte dolores de cabeza —respondió con sarcasmo.

      Ella apretó la mandíbula y se lanzó contra él. Raphael estaba herido, cansado, había estado perdiendo sangre. La fatiga lo estaba matando más rápido que esa mujer.

      Tomó una respiración profunda, abrió los brazos y esperó el golpe final.

      Una alarma general. Los ciborgs habían salido, pero no fueron necesarios. Charlotte había controlado la situación. Ahora ella esperaba que Magnus la atendiera. Llevaba puesto su pulcro uniforme y su cabello estaba peinado en una muy apretada coleta de caballo. Estaba exactamente igual que cuando Magnus la conoció.

      Ella dejó el documento sobre el escritorio. Magnus sabía lo que era, estaba triste por ello. No recordaba haber llorado en muchos años, pero ahora había un nudo en su garganta.

      Tomó el acta de defunción y la firmó.

      «Baja del Sargento Raphael Lousen. Traidor»

      Un traidor, así lo catalogaban. Ni siquiera lo habían dejado ver el cuerpo. Sabía que su puesto de general era solo una mentira, una faramalla. Odiaba eso.

      Renunciaría a su título después de descubrir lo que se estaba armando en ese maldito lugar. Luego podría tomar a sus hijos y darles una buena vida en la Ciudadela.

      —Magnus… —dijo Charlotte.

      —Vete, déjame solo.

      —Debes saber que actuó como un cobarde —espetó.

      —¡Lárgate! —gritó Magnus—. No es una maldita petición. Es una orden. Vete de aquí. Me importa un rábano que lo cataloguen de traidor. Era mi mejor amigo, salvó mi vida en más ocasiones de las que puedo contar. Así que vete, necesito estar solo.

      Charlotte le dedicó una mirada de desprecio y salió de la oficina del General. Cuando la puerta estuvo cerrada, Magnus se dejó caer sobre su sofá, mirando directamente el papel que le decía que su amigo estaba muerto.

      Un traidor. Su mejor amigo era un traidor.

      No quería creer eso. El General se puso de pie y se sirvió un vaso de whisky, para brindar al aire por la caída de un gran hombre.

      Magnus tomó una respiración profunda antes de llamar a la puerta ¿Cómo les diría a esos niños que Lousen estaba muerto? Él era lo único bueno que tenían.

      La puerta de madera hizo un sonido hueco cuando el General la golpeó. Fue Nefertari quien abrió. La mujer llevaba puesto un vestido café y un mandil sobre el mismo. Se secaba las manos en él para poder saludar al General. Ella frunció el ceño ante el semblante lleno de seriedad de Magnus.

      —¿Puedo ayudar en algo? —preguntó con voz temblorosa. Magnus respiró profundo y se quitó la gorra.

      —¿Puedo pasar? —interrogó cortésmente. Nefertari se hizo a un lado y lo dejó entrar.

      En el suelo había regadas varias cosas, sillas, libros, hojas de papel con muy buenos dibujos en ellas. También galletas a medio comer. Aquello parecía una zona de guerra.

      —Lamento el desastre —dijo Nefertari mirando al suelo— Dylan acaba de salir del hospital y tuvimos una pequeña fiesta. Él y Cheslay están arriba, leyendo el nuevo libro de la niña… ¿Busca a mi esposo? —preguntó la mujer un tanto nerviosa, frotaba sus manos.

      —No. Vengo a ver a los niños —respondió Magnus.

      —No pueden llevárselos, Dylan aún no se ha recuperado del todo de sus heridas…

      —No vengo a llevármelos. Tengo una noticia para ellos y me gustaría que tú también estuvieras presente. —Nefertari elevó la vista y se encontró con que el General tenía la mirada perdida ¿Qué pudo haber sido tan horrible?

      —Los llamare enseguida —dijo y subió por las escaleras.

      Nefertari llegó a la habitación de Dylan, solo para encontrarla vacía. Salió al balcón y vio que los chicos habían saltado hacia el tejado de la casa.

      —Dylan. Cheslay —gritó y ambos asomaron sus cabezas— Es hora de entrar, el General Lanhart quiere verlos.

      —Estamos ocupados —replicó la niña—. Eponina acaba de decirle a Marius que…

      —Eponina y Marius pueden esperar —contestó la mujer con tono firme. —Segundos después vio cómo Cheslay saltaba hacia el balcón y Dylan la seguía. Los dos niños estaban de pie frente a ella—. No deberían hacer estas cosas hasta que estés completamente recuperado— regañó la mujer a su hijo —Dylan se encogió de hombros.

      —Me curo rápido. Ya puedo correr y saltar —aseguró con una sonrisa arrogante.

      Nefertari quiso responderle, pero era hora de que bajaran, así que mejor los apuró. Ella iba detrás de los niños… No, se corrigió. Ya no eran unos niños. Dylan tenía catorce y Cheslay doce. Estaban entrando en lo que sería una de las etapas más difíciles de sus vidas, y sin embargo seguían comportándose como antes. Cuidando el uno del otro sin que nada los afectara. El mundo podía seguir girando si Cheslay y Dylan estaban bien. Entraron a la sala los tres juntos. Magnus los esperaba de pie junto a la ventana.

      —Será mejor que tomen asiento —dijo el General con una seriedad de ultratumba.

      Los chicos intercambiaron una mirada y no obedecieron al hombre. Nefertari se quedó de pie al lado de ellos.

      —Me parece que así estamos bien —dijeron los chicos al unísono.

      Magnus se sorprendió ante la respuesta de ellos. No era el hecho de las palabras, si no el tono y la coordinación con el que las dijeron. El General respiró profundo antes de hablar.

      —El día de ayer me fue anunciada la baja del Sargento Raphael Lousen —dijo con tono frío y ceremonioso.

      Los tres fruncieron el ceño.

      —¿Renunció? —preguntó Dylan— No, él nunca se iría sin nosotros… —Se quedó callado cuando la realidad de las palabras lo golpeó.

      Nefertari se llevó las manos a la cara y rompió a llorar. Mientras que Dylan no podía tomar una respiración profunda. Las lágrimas no acudieron a sus ojos, tampoco estaba triste, solo no sabía cómo se sentía, parecía estar vacío, hueco. No le importaba nada.

      Cheslay mantuvo la mirada en el suelo, viendo los pies del General. La niña temblaba de los pies a la cabeza. No decía nada, solo miraba hacia abajo, como si el suelo tuviera todas las respuestas.

      —Mentiroso —dijo Dylan después de un momento.

      Magnus había peleado en muchas guerras. Había conocido a una mujer de la que se enamoró y luego ella resultó ser un monstruo. Él había perdido a su mejor amigo. Magnus había visto y escuchado cosas horribles