La pregunta que subyace a este libro es la siguiente: ¿cómo actúa en nuestros días el Príncipe de este mundo (Jn 12:31; 14:30; 16:11; Cf. II Cor 4:3-4), oculto y encubierto en el misterio de impiedad, potenciando su influjo... (II Tes 2:3-12)?
Un inicio de nuestra respuesta creyente es esta: muchos cultos, prácticas, doctrinas, ideologías, instituciones, sectas, corrientes de pensamiento... pueden ser, y tantas veces son, armas ocultas de Satán que pretende subyugarnos como esclavos de su reino. Las primeras víctimas, claro está, son los adeptos, practicantes y discípulos de estos grupos e instituciones. Pero esto no queda aquí, también muchos cristianos son atraídos o arrastrados hacia lo falso y oculto. Sería una traición no proclamarles a unos y a otros la buena noticia de la Resurrección del Señor Jesús.
En este contexto me vienen a la memoria una palabra proféticas de San Juan Pablo II, las encontramos en su obra “Memoria e Identidad”:
Después de la caída de los sistemas construidos sobre las ideologías del mal (el nazismo y el comunismo marxista) cesaron de hecho en esos países las formas de exterminio apenas citadas. No obstante, se mantiene aún la destrucción legal de vidas humanas concebidas, antes de su nacimiento. Y en este caso se trata de un exterminio decidido incluso por parlamentos elegidos democráticamente, en los cuales se invoca el progreso civil de la sociedad y de la humanidad entera. Tampoco faltan otras formas graves de infringir la ley de Dios. Pienso, por ejemplo, en las fuertes presiones del Parlamento Europeo para que se reconozcan las uniones homosexuales como si fueran otra forma de familia, que tendría también derecho a la adopción. Se puede, más aún, se debe, plantear la cuestión sobre la presencia en este caso de otra ideología del mal, tal vez más insidiosa y celada, que intenta instrumentalizar incluso los derechos del hombre contra el hombre y contra la familia. ¿Por qué ocurre todo esto? ¿Cuál es la raíz de estas ideologías postilustradas? La respuesta, en realidad, es sencilla simplemente porque se rechazó a Dios como Creador y, por ende, como fundamento para determinar lo que es bueno y lo que es malo. (3)
Cabe preguntarse: ¿a qué se refiere el Papa cuando habla de “otra ideología del mal más insidiosa y celada”? La respuesta es hoy día fácil de dar: la Ideología de género, que se disfraza de “perspectiva” o teoría. Arma oculta de Satanás de patética actualidad, instrumento de poder que no derrama sangre humana sino que lava los cerebros y cambia la mentalidad.
Pero, como toda ideología, debido a su intrínseca falsedad, así como nació, morirá. Pero, ¿por qué permite Dios el azote de este mal? El mismo San Juan Pablo II nos ofrece una respuesta:
En determinadas circunstancias de la existencia humana parece que el mal sea en cierta medida útil, en cuanto propicia ocasiones para el bien. ¿Acaso no fue Johann Wolfgang von Goethe quien calificó al diablo como: “una parte de esa fuerza que desea siempre el mal y que termina siempre haciendo el bien? (...) Un bien que, en definitiva, tiene su fuente únicamente en Dios. Solo Dios es el Bien. El límite impuesto al mal se ha incorporado a la historia del hombre (...) por medio de Cristo (...) De hecho ¡solo en Él todas las naciones y la humanidad entera pueden cruzar el umbral de la esperanza! (4)
El Santo Padre ha citado a un clásico de la literatura universal. Resulta interesante conocer el contexto de la cita. Helo aquí en versión poética tratando de ser más fiel al original alemán:
Fausto
En vosotros, el nombre claramente,
lo que sois nos anuncia:
todo está averiguado
cuando Luzbel, espíritu malvado,
padre de la mentira se os anuncia.
¿Quién eres?
Mefistófeles
Una parte de esa fuerza
que el bien siempre produce
cuando solo en el mal siempre se esfuerza.
Fausto
¡No sé a qué tal enigma nos conduce!
Mefistófeles
Yo el Espíritu soy que siempre niega
y con razón, pues todo cuanto llega
en el mundo a nacer, no vale nada;
y mucho mejor fuera,
que nada en él naciera.
Lo que en su pensamiento,
perdición o pecado llama el hombre
aquello a que vos dais, de mal, el nombre,
es mi propio elemento. (5)
Dejando de lado cualquier juicio condenatorio de las personas, nuestro interés se centra en desenmascarar al enemigo y recordar siempre que: Dios nos libró del poder de las tinieblas y nos trasladó al reino de su Hijo querido, en quien tenemos la redención, el perdón de los pecados. Vivid como hijos de la luz y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, antes bien, denunciadlas (Col 1:13-14 y Ef 5:8-11).
Siendo imposible presentar todas las doctrinas, formas y rituales del ocultismo, expondré al menos algunos. En lo que sigue abordaremos: la Superstición-Adivinación-Magia, el Espiritismo, las Religiones Afroamericanas, la Masonería, la Nueva Era (New Age) y la Ideología de Género. Lo que más me interesa es la respuesta cristiana a todas estas realidades, en cierta medida y forma, ocultas y engañosas. La Sagrada Escritura, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia nos ayudarán a alumbrar la tenebrosidad de la confusión.
1. Para una “demonología” desde el punto de vista bíblico, espiritual, teológico y pastoral, ver: Olivera, B., Líbranos del Malo, Buenos Aires: Talita Kum Ediciones, 2018.
2. Santo Tomás, Suma Teológica, I-II, c.80, a.4.
3. Juan Pablo II, Memoria e Identidad, Buenos Aires: Planeta, 2005, 3.º ed., pp. 24-25.
4. Ídem, Ibíd., pp. 29-30.
5. Johann Wolfgang Goethe, Fausto (Parte I, escena III), Edición de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2003, pp. 105-106, traducción de: Manuel Antonio Matta Goyonechea (1826-1892).
Capítulo 1
SUPERSTICIÓN, ADIVINACIÓN Y MAGIA
Religión
El discurso sobre las supersticiones ha de ser precedido por una palabra sobre la virtud de la religión. Se podría pensar que la virtud de la religión está pasada de moda. Más aún en un mundo secularizado. Pero la religión, como respuesta a la llamada divina, por medio de ritos encarnados en una cultura, es un fenómeno universal y permanente. Humanamente hablando se trata de una forma de justicia debida a Dios, creador, providente y remunerador.
Los motivos que animan y fundamentan este culto y el cultivo de la relación con Él son dos:
Por parte de Dios: debido a su inmensa grandeza, manifestada como Creador, el culto es el reconocimiento de su omnipotencia manifestada en la creación.
Por parte nuestra: el culto es la aceptación agradecida de su grandeza, lo cual nos lleva a reconocer que nuestra vida es don de Dios y que a Él retornaremos al fin de esta vida.
En cuanto cristianos, hemos de agregar que el culto debido a Dios ha de estar informado por las virtudes teologales. Nosotros damos culto a Dios con la fe, la esperanza y la caridad. Estas tres virtudes nos conducen a adorar, agradecer, pedir, desagraviar... a Dios. Esto, a su vez, nos lleva a la entrega amorosa y misericordiosa