En este libro hablaré de “ocultismo” a fin de referirme a toda forma de creencias, prácticas, esoterismos, cultos, religiosidades alternativas... Esto conviene al contexto en el que quiero ubicarme: la demonología y el satanismo como explicación última, oculta y velada, a veces manifiesta, de lo que estamos viviendo en estos momentos de nuestra historia.
La palabra ocultismo proviene del término latino occultus, hace referencia a realidades que están escondidas y que son secretas, por lo mismo, resultan misteriosas. De esta concepción del vocablo se desprenden estas características elementales: el ocultismo trata de cosas secretas, se refiere a realidades que parecen depender de poderes que superan nuestra vida sensitiva, tiene que ver con fuerzas espirituales y/o preternaturales, se vale de mediaciones humanas, sean estas conscientes o no de ser instrumentalizadas.
Es decir, en esta obra utilizo el término ocultismo en forma genérica, como un gran paraguas que cobija varias otras realidades extrañas y contrarias al Reinado del Dios de Jesucristo en la historia humana.
El ocultismo, en última instancia, está al servicio del reinado de Satán. Es, además, totalmente diferente del culto de veneración que los cristianos tributamos a los santos y a los ángeles, ellos son miembros del Reino de Dios y solo buscan acercarnos a Él. A los santos los invocamos, y a los malos espíritus, algunos los evocan. Comenzamos ahora a entender el título del presente libro: Armas ocultas de Satanás.
Las doctrinas y prácticas ocultistas son muchas y dependen de los diferentes contextos culturales y de las diversas épocas históricas. No obstante, podemos enumerar las siguientes: la magia, el espiritismo, la brujería, la adivinación, la astrología, la quiromancia, la cartomancia, la oniromancia, la necromancia, la güija, el horóscopo y toda suerte de artificios para conocer y dominar el futuro a fin de adquirir poder y controlar a los demás. En este parcial elenco podemos incluir también a las “religiones” o cultos afroamericanos, tales como: la Santería, el Vudú, el Candomblé, la Umbanda, la Quimbanda, la Macumba... con sus prácticas espiritistas de consulta a los difuntos y el culto a los “espíritus” y a los dioses. Y agregar igualmente corrientes de pensamiento, ideologías, sectas, asociaciones esotéricas y secretas que conspiran contra el ser humano, el cristianismo y la Iglesia de Dios.
Llama la atención el creciente número de personas que se dedican al ocultismo en sus diferentes formas. Nuestra sociedad secularizada, pese a sus alardes de autosuficiencia, no ha desterrado ni a las religiones ni a los ritos ocultistas. La tecnología parece estar también al servicio de estos últimos. El ocultismo pretende solucionar los problemas de la vida y ofrece falsamente: poder, saber, placer, salud, amor, dinero... El Cristianismo, por el contrario, acompaña y sostiene en las dificultades cotidianas y encamina hacia una vida eterna y bienaventurada.
La Palabra de Dios, consignada en las Sagradas Escrituras, es taxativa respecto al ocultismo en muchas de sus diferentes formas o manifestaciones. Todas estas prácticas y doctrinas, y muchas otras más, alejan del culto absoluto debido a Dios; en consecuencia, son una grave violación del Primer Mandamiento: al Señor tu Dios adorarás y solo a Él darás culto (Mt 4:10).
El motivo por el cual la tradición judeocristiana se opone sin reservas a toda forma de ocultismo es muy sencillo: esas prácticas ofenden a Dios y abren portales a la acción de Satanás y, aún más, son su arma secreta para combatir a los redimidos por Jesucristo, es decir, a la Iglesia. Satán pretende que los adoradores del verdadero y único Dios se conviertan en adoradores que rindan culto a su diabólica persona.
Muchas doctrinas y prácticas ocultistas son un arma secreta, ocasional e indirecta de Satán para separarnos de Dios y hacernos “ciudadanos” de su reino. Santo Tomás de Aquino lo expresa así:
Ocasionalmente y por vía indirecta, el demonio es causa de todos nuestros pecados, en cuanto indujo al primer hombre a pecado, a causa del cual la naturaleza quedó tan viciada, que todos estamos inclinados a pecar. Pero esta causalidad es como la de quien seca los maderos para que luego ardan más fácilmente. (2)
No obstante, claro está, algunas otras prácticas apelan directamente a la ayuda de Satanás. En estos casos, este las utiliza para combatir abierta y descaradamente a los creyentes y a la Iglesia de Dios.
El Padre de la mentira (Jn 8:44) es asimismo el maestro de la ambigüedad y del descaro. Un buen ejemplo de esto es la conocida canción de los Rolling Stones “Sympathy for the Devil”, puesta en escena en 1968, oculta por sus intérpretes durante algunos años, y vuelta a aparecer más recientemente. Su letra, prestemos atención al estribillo, dice así:
Por favor, permítame presentarme
soy un hombre de riquezas y buen gusto
ando rondando desde hace muchos años
he robado el alma y la fe de muchos hombres.
Yo estaba allí cuando Jesucristo
tuvo su momento de duda y dolor
y me aseguré por los infiernos
que Pilatos se lavara las manos y sellara su destino.
Encantado de conocerte
espero que sepas mi nombre.
Pero lo que te desconcierta es
la naturaleza de mi juego.
Estaba cerca San Petersburgo
cuando vi que había llegado el cambio.
Maté al zar y a sus ministros.
Anastasia grito en vano.
Conduje un tanque, tenía el rango de general
cuando estalló la guerra relámpago (Blitzkrieg)
y los cuerpos hedían.
Encantado de conocerte
espero que sepas mi nombre.
Pero lo que te desconcierta es
la naturaleza de mi juego.
Miré con alegría mientras vuestros reyes y reinas
luchaban durante diez décadas por los dioses que inventaron.
Grité: “¿Quién mató a los Kennedy?”
Cuando después de todo
fuimos tú y yo.
Por favor, permítame presentarme
soy un hombre de riquezas y buen gusto.
Tendí trampas a los trovadores que murieron
antes de llegar a Bombay.
Encantado de conocerte
espero que sepas mi nombre.
Pero lo que te desconcierta es
la naturaleza de mi juego.
Al igual que cada policía es un criminal
y todos los pecadores santos
y cara o cruz es lo mismo,
llámame simplemente Lucifer.
Necesito cierto freno
así que si me encuentras,
ten cortesía, un poco de simpatía y cierta exquisitez.
Usa tu bien aprendida educación
O haré que tu alma se eche a perder.
Encantado de conocerte
espero que sepas mi nombre.
Pero lo que te desconcierta es
la naturaleza de mi juego.