Más allá del dolor. Magdalena Ierino. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Magdalena Ierino
Издательство: Bookwire
Серия: Quién soy, quién eres
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789877620566
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vez, este Job es un campeón. En mí no tiene emulación, te aseguro, y no creo que la tenga en muchos. Si Dios es bueno, pensamos, de Él solo podemos recibir lo bueno, no lo malo. No hay ninguna justificación para el mal, menos para agradecerlo, así de entrada, en caliente, diríamos. Después, a veces podemos llegar a decir como uno de los salmos: Me hizo bien sufrir (Sal 119, 71). Pero en el momento, cuando el dolor nos invade, ¿cómo vamos a agradecer? Ni pizca.

      Pero además la intervención en este drama de la mujer de Job es también bastante original. Estamos en el mundo de la Biblia, una cultura eminentemente machista y esta mujer se atreve no solo a hablar sin que le pregunten, sino que desafía e insulta al esposo. ¡Totalmente insólito! Uno se pregunta si no forma parte del castigo que justamente a ella, a la mujer, no le haya pasado nada. Más le habría valido al pobre de Job quedarse viudo que con una mujer quejosa y agresiva. Pero como todos los otros ingredientes de este fascinante relato tiene una función didáctica. Nos muestra una realidad, nos alerta sobre los caminos equivocados que podemos tomar para salir del dolor.

      Hace unos años me tocó estar cerca de un matrimonio amigo que había tenido una hijita con síndrome de Down. Estaba con ellos en la clínica cuando vinieron a ofrecerles, de la misma dirección del sanatorio, uno de los más prestigiosos de Buenos Aires, la ayuda de un psicólogo. Al parecer ellos tienen experiencia de que, muchas veces ante el dolor del nacimiento de un hijo con discapacidad, los matrimonios comienzan a tener problemas e incluso se separan. Caen en la terrible tentación de buscar “culpables” del drama entre los familiares mutuos. Hoy esto es cada vez más posible con los avances de la medicina y la decodificación del ADN. Gracias a Dios, mis amigos no cayeron en esta trampa y aprendieron a amar a su hijita diferente.

      Muchos, yo incluida y seguramente también tú, hemos crecido con una imagen de Dios juez. “Dios castiga sin palo y sin rebenque, el que las hace las paga, se cosecha lo que se siembra”, etc. Nos hicieron ver a Dios como un policía que desde algún lugar oculto e invisible estaba atento a todas nuestras trasgresiones y travesuras para venir a castigarnos o llevarnos como el viejo de la bolsa. Aún recuerdo con horror la imagen del triángulo con un ojo en el centro. ¡Cuidadito con portarte mal, aunque nadie te vea, Dios te ve! Creo que es por eso que muchas personas dicen: “¿Qué hice para que me pasara esto? ¿Por qué a mí?”. Aunque, si somos sinceros sabemos que nos hemos equivocado y en grande algunas veces, tenemos también conciencia de que “no fue para tanto”. Si el dolor es un castigo, este es muy superior al daño. Dios es injusto y cruel, pensamos. Él es el más fuerte. No hay escapatoria.

      Es lo que va a pensar también Job “con la ayuda de sus amigos”, pero lo dejo para la próxima. Si te ha picado la curiosidad, puedes leerlo por tu cuenta, está en la Biblia, es el libro de Job.

      Te dejo una pregunta como Tarea:

      ¿Te parece que el dolor es un castigo por nuestros pecados?

      Hasta la próxima.

      Magdalena

      Un mundo sin dolor

      Querida Graciela:

      Me imagino que pensarás que Job es un caso bastante original y Maite una chica muy valiente al trabajar en la cárcel. Ella, como tú, yo y tantas otras personas sentimos esta desigualdad del mundo como una afrenta. Dios debería haber creado un mundo sin dolor. Tengo dos noticias, una buena y otra no tanto. La buena es que Dios creó un mundo sin dolor. La mala es que se lo estropeamos. Nosotros, los seres humanos, desde Adán y Eva hasta nuestros días, igual que estamos estropeando el equilibrio de la naturaleza.

      Por eso, hoy quería que dejemos por un rato al pobre de Job rascándose con la teja y contarte otra historia, esta no está en la Biblia, es una pequeña obra de teatro de Gustave Thibon que se llama Seréis como dioses. Esta frase sí es bíblica, es lo que la serpiente le dice a Eva cuando le propone desobedecer a Dios. Amanda, la protagonista de esta historia, vive en un tiempo en el que, gracias a la ciencia, los seres humanos han logrado “ser como dioses”, han eliminado el dolor, la enfermedad, la muerte. Pueden vivir indefinidamente. Incluso, si alguien muere por accidente, tienen la fórmula, el ADN de cada persona y un aparato para reconstruirlo. En este mundo idílico, todo es perfecto, todo está terminado, no hay nada que solucionar, ningún enigma por resolver, ningún problema; el clima es sumamente agradable, las rosas no tienen espinas ni se marchitan y los seres humanos se dedican a pasear por las estrellas y pasarlo bien.

      Es entonces cuando surge una joven, Amanda, que comienza a añorar el mundo en el que han vivido y muerto sus abuelos. Ella se da cuenta de que los hombres han conseguido la inmortalidad pero se han privado de la eternidad, se han privado de Dios. De alguna manera, ella comprende que este mundo perfecto, sin dolor, sin muerte, acabado, es una trampa que no permite a las personas llegar a realizarse verdaderamente, llegar a ser lo que Dios pensó porque eso solo lo seremos en la eternidad. Ante el asombro de sus familiares y amigos Amanda exclama: “Renuncio a la inmortalidad que tengo por la eternidad que espero, con todo el peso de esta vida ilimitada que sufro y que rechazo, elijo la muerte. ¡Qué me importa esta vida que no se acaba! Yo quiero acabar, yo quiero realizarme. Nuestros abuelos eran efímeros y eternos. Nosotros no morimos porque estamos muertos. Ustedes no han derribado un muro, han tapiado una puerta. Todas las puertas están tapiadas para la eternidad. Estoy en el infierno sin haber pasado por la muerte”.

      Fíjate que habla de una puerta, la de la muerte, detrás de la cual se encuentra la vida verdadera, la eterna felicidad que nunca tendremos aquí, en la tierra. Thibon dice en el prólogo: “No creo que la elección se presente nunca al hombre en forma tan absoluta… pero, si un día la ciencia lograra suprimir la muerte, perpetuando indefinidamente la separación del hombre y Dios, ¿qué elegiríamos? La gran tentación de nuestra época es confundir los dos universos pidiendo al tiempo las promesas de la eternidad”.

      Pensemos por un instante qué sería del mundo si nadie muriera, si nadie hubiera muerto desde que comenzó; nosotros, hoy, no existiríamos seguramente. No al menos aquí en la Tierra. Es grande, pero no para tanto. Si Dios, evitara todo dolor, toda muerte, todo accidente, como hizo con el niñito que se cayó desde el cuarto piso, en pocos años la tierra reventaría como un huevo. No está pensada para eso. Y por lo que hasta ahora sabemos, no hay otro planeta que tenga las condiciones para que la vida humana sea posible. No tan cerca que podamos llegar, al menos por ahora. Dios debe tener algún otro plan para la humanidad, de hecho nos promete cielos nuevos y tierra nueva (Ap 21, 1).

      El relato de la Creación del universo dice que Dios saca todo de la nada. Hoy los científicos, mucho más los astrónomos, saben que el universo está en expansión. Esto significa que, en algún momento, estuvo concentrado. Podemos pensar que “antes” de eso no existía. El Big-Bang no está reñido con la fe, lo mismo que las teorías evolucionistas. Algunos se refugian en la ciencia para negar la existencia de Dios. Pero la ciencia no puede comprobar ni la existencia ni la no existencia de Dios. Son dos terrenos diferentes. Sin embargo, todos estamos de acuerdo en que hubo un comienzo. Y habrá un fin. Me asombra la coincidencia de lo que los astrónomos describen como el final de la vida del sol, la tierra y de todos los planetas con lo que la Palabra de Dios dice muchos siglos antes de estos descubrimientos. Te lo compartiré en otro momento, no quiero desviarme del tema.

      En ese comienzo del universo que nos narra el primer libro de la Biblia, el Génesis, el ser humano, la humanidad, recibió la vida y junto con ella la libertad. Adán y Eva, nombres simbólicos para hablar de la realidad corporativa de la humanidad, eran seres perfectos, muy bellos, muy sanos. Poco inferior a los ángeles (Sal 8, 6), dice la Biblia. Y el diablo, nombrado en este relato como la serpiente, se acerca a Eva y le pregunta con fina ironía: ¿Así que Dios les ordenó que no comieran de ningún árbol del jardín? (Gn 3, 1). Eva cae en la trampa y acepta el diálogo, algo que nunca hay que hacer porque es muy astuto el