Más allá del dolor. Magdalena Ierino. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Magdalena Ierino
Издательство: Bookwire
Серия: Quién soy, quién eres
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789877620566
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que sí. Mientras muchos niños no conocen otra realidad que la guerra y sus vidas están constantemente amenazadas, otros niños se aburren ante una pila de juguetes. Mientras mucha gente no tiene lo indispensable para vivir, otros no saben en qué gastar su dinero. Sí, el mundo es un muestrario de desigualdad en todo sentido. Y hay un “¿por qué?” que crece en la humanidad, y muchas personas como tú, Maite y yo misma nos cuestionamos ante lo que es tan injusto y parece tan sin sentido.

      Creo fundamentalmente dos cosas: que Dios existe y que Él es justo y bueno. También creo, como una ampliación de lo anterior, que Él tiene una respuesta para todos nuestros “por qué” y que, mientras no estemos en condiciones de que nos dé su respuesta, nos da muchos elementos para que construyamos el futuro donde quizá comencemos a vislumbrar esa respuesta. Dios podría resolver todas las injusticias, pero ha puesto eso en nuestras manos. Confía en nosotros, nos ha dado la capacidad de sentir como propios los dolores de los demás, y nos da muchos dones para que construyamos un mundo más justo. Nos ha hecho sus colaboradores, si nos sustituyera dejaríamos de ser libres y esto es algo que Él quiere salvaguardar a todo precio. Además, Él tiene en María, su Madre y nuestra madrecita, una eficaz colaboradora. La Virgen está especialmente atenta a lo que sus hijos aquí en la tierra, necesitan. Muchas veces su actuación es, como en el caso del niño de Tandil, inesperada, otras actúa cuando se lo pedimos si lo que pedimos es lo que realmente necesitamos para lo que Él más quiere, nuestra realización como personas y nuestra felicidad eterna.

      Uno puede, como nos ha pasado muchas veces, enojarse, desilusionarse, abatirse, deprimirse. Hay que dar tiempo al dolor, pero después hay que poner manos a la obra, hay que seguir viviendo, salir, leer, buscar, preguntar a otros. Y también compartir con otros. No vamos solos en el camino de la vida y el poder ayudar a los demás nos ayuda a nosotros a descubrir o vislumbrar un sentido que quizás, al principio, en la fuerza del dolor, no podíamos ver. Te propongo un camino. Yo no tengo todas las respuestas, “ni me la creo” como dice el papa Francisco, pero tengo ciertas claves de lectura que me permiten vislumbrar el sendero. Mi entrenamiento, si se puede llamar así, se basa en la lectura de la Biblia y también de otros muchos libros que me ayudaron a ir descifrando, tratando de comprender, a tientas y a locas, por dónde podía ir la cosa, vislumbrando un sentido, a levantarme cuando me daba, y me los doy bastante seguido, un resbalón y a seguir adelante, que no es poco.

      La Biblia trae muchas historias, algunas no son historias reales sino pequeños cuentitos con los que Dios quiere enseñarnos algo de Él. Y me parece un camino válido, por eso te lo comparto. Yo lo he recorrido y lo sigo recorriendo tenazmente día tras día de estos casi treinta años viviendo en el Monasterio. Como algunos de estos personajes, como ti misma, interpelé a Dios y, como no me conformo con el silencio, decidí buscar, quizá enojada, pero decidida, en la espera de encontrar una pista, un sentido, no siempre fácil ni inmediato. A veces puede parecer inútil, no encontramos nada y caemos en el desaliento, pero las respuestas que realmente interesan en la vida no se consiguen en un buscador de Internet ni con un clic de la computadora. La vida no viene con manual de instrucciones ni es como esas comidas rápidas que se ponen en el horno de microondas y ya está. La vida es artesanal, es una aventura personal y diferente para cada ser humano, pero es bueno conocer por dónde han ido y van otros. Saber que otros lo han intentado y salido adelante permite estar abiertos a las sorpresas del camino.

      Si el que tiene todo en sus manos es Dios, quizás habría que empezar por intentar conocerlo, ¿no te parece? ¿Viste cuando un amigo o alguien que conocemos bien hace alguna cosa que no entendemos? Decimos: “¿Qué le pasó? Él no es así. Alguna razón debe tener para actuar así”. Y después cuando nos enteramos o nos lo dice, respiramos aliviadas: “¡Yo sabía que algo así debía haber pasado! ¡Ahora te entiendo!”. Bueno, con la vida o con las cosas difíciles que nos tocan vivir puede pasar algo así. Si Dios no actúa de otra manera, alguna razón debe haber. Convendría aprender un poco más de Él para ir captando por dónde puede ir la historia, ¿te parece? Ten a mano tu Biblia porque la necesitamos para el camino.

      Mientras, te dejo Tarea para el hogar, como cuando íbamos a la escuela. Ya sabes que sigo teniendo mi corazón docente:

      ¿Te has preguntado alguna vez lo que se preguntaba Maite? ¿Ves las cosas buenas que hubo y hay en tu vida? ¿Te parece posible intentar conocer algo más de Dios?

      En la próxima empezamos.

      Magdalena

      Job, el paciente

      Querida Graciela:

      No te acobardaste por la tarea que te propongo, puede parecer ardua al principio, pero se aligera, a medida que se avanza, ya verás. No voy a seguir un orden cronológico ni el que aparece en la Biblia. Al final te daré una lista ordenada.

      Cuesta un poco leer la historia de Job del que mucha gente alaba su paciencia, pero también la pierde, no creas, se enoja con Dios y cuestiona. Me parece que podemos vernos reflejadas en él. A veces el lenguaje y las imágenes que utiliza el relato pueden causar estupor e incluso irritación, por eso te la cuento resumida y con mis agregados, “versión libre”. Después de cada carta puedes leer el original en tu Biblia.

      Job es una especie de jeque oriental que tiene de todo: tierras, ganados, hijos e hijas. Lo pasa maravillosamente bien. Que tenga tantas cosas materiales puede desconcertar, pero es la forma que la Biblia tiene de hacernos saber que es un hombre honrado y estos bienes materiales son la expresión de los mejores bienes, los que realmente cuentan para nuestra vida, los espirituales. Job cree en Dios y cumple sus mandamientos y aquí comienza lo desconcertante, porque se supone que si uno “hace buena letra”, es decir, si se porta bien, debe irle bien, ¿no? ¡Yo me llevé tantos chascos por creer eso! Puede que al contrario las cosas se pongan muy difíciles, pero eso no es porque Dios nos quiere castigar o estemos errando el camino, todo lo contrario. Dios poda el árbol que da fruto para que dé más. A veces quisiéramos que no podara tanto, pero así es. Hay una santa muy simpática, Teresa de Jesús, que le decía a Dios: “¡Con razón tienes pocos amigos, si los tratas así!”.

      Porque después de este prometedor comienzo, el libro cuenta que un día se encuentran Dios y Satán. Esto ya es insólito. ¿Dios y Satanás en reunión? Como si esto no fuera inusual se relata un diálogo entre ambos: Dios alaba ante el Satán a Job, lo bueno y recto que es, habla como si fuera así por obra suya. Y Satán le contesta que es porque Él, Dios, lo ha protegido y llenado de riquezas y de todo lo que un ser humano puede ambicionar para ser feliz, y concluye con un desafío:

      —Seguro que, si le quitas sus cosas, te maldice en la cara.

      O sea que acusa a Job de ser interesado. Si se porta bien es porque tiene muchas cosas materiales que, se supone, se las ha dado Dios como premio. Si pierde todo lo que tiene, el Tentador —que eso significa el nombre de Satán— sugiere que Job despreciará a Dios.

      Entonces Dios “le da permiso” a este personaje para que hiera a Job sin quitarle la vida. Es decir que lo haga sufrir sin matarlo. Aquí ya te empiezas a rebelar, ¿no? Estarás pensando: “¿Cómo es esto? ¿No me dijiste que Dios es bueno? ¿Y hace sufrir? ¡Le da permiso al malo?”. ¡Paciencia! No hemos llegado al final del relato, como tampoco hemos llegado al final de nuestra vida que es cuando entenderemos muchas cosas, como les pasó a algunos de los personajes de los que te hablaré. El oro se prueba en el crisol.

      Dios y Satán se separan y el cuentito sigue: comienzan a sucederle a Job una serie de calamidades. Sus campos son arrasados, sus animales robados, sus siervos capturados o matados y sus hijos mueren al desplomarse el techo de la casa en la que estaban reunidos. ¡No le falta una al pobre! Y, sin embargo, permanece impertérrito, es más, finalmente dice: Desnudo salí del vientre de mi madre, desnudo volveré allí. El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó. Bendito sea el nombre del Señor (Job 1, 21).

      Creo que nadie, salvo Job, es capaz de decir algo así. Cuando el dolor sobreviene gritamos, como te pasó a ti, como me pasó a mí. Pero Job, hasta aquí, al menos, es un valiente. Cuando ya pensamos que nada más podía pasarle una especie de sarna hace presa de él, que se llaga todo el cuerpo rascándose con una teja. Entonces se le acerca la esposa y le dice: Maldice