4.3. Alberto Córdoba: las sombras anónimas son protagonistas del fuego38
En dos de sus novelas, Córdoba consigue transformar la montaña en escenario de la ficción. No hay personajes secundarios y el foco del relato se desplaza entre las vidas anónimas de los obreros. En La malhoja irrumpe en la ficción el miedo de los trabajadores a desaparecer y al Familiar.39
Córdoba nació el 17 de julio de 1891 en Buenos Aires y a sus dos años sus padres se trasladan a Tucumán. Su padre, Nolasco Córdoba, era hermano de Lucas Córdoba, quien gobernó la provincia en dos períodos (1895-1898 y 1901-1904). Después del cursado en el Colegio Nacional, en donde interactuó con destacados escritores e intelectuales de la época,40 se dirigió en 1913 a estudiar Derecho en Buenos Aires, aunque por diversos problemas económicos tuvo que abandonar la carrera. Trabajó en el Ministerio de Agricultura y luego en la Caja de Jubilaciones de los Ferroviarios hasta 1949. Publicó relatos en los diarios La Nación, La Prensa y Clarín, y posteriormente algunos de ellos fueron incluidos en libros de relatos. Vivió prácticamente toda su vida en Buenos Aires, aunque no perdía oportunidad de visitar a sus familiares y amigos en Tucumán. Luego de una larga enfermedad, la muerte le llegó el 17 de agosto de 1964.41 Publicó textos de poesía, libros de cuentos (Burlas veras, 1935; Medallones de tierra, 1939, y Cuentos de la montaña, 1941) y novelas (Don Silenio, 1936; Rumbo al norte, 1942; La malhoja, 1952).
El relato de la última novela de Córdoba, La malhoja, se inicia en la falda de una montaña. Desde allí una pareja observa los avances ininterrumpidos de los hacheros y de la caña de azúcar. Entienden que se acerca un nuevo tiempo y que su hijo no podrá escapar de la telaraña que lentamente se teje desde la ciudad. Todos aquellos seres solitarios y ensombrecidos se convierten en protagonistas, se mueven permanentemente y con ellos la mirada del narrador sobre un paisaje que nunca es mero escenario sino que también cumple un rol protagónico: por sus desbordes (como en las crecientes) se define la vida de los obreros que transitan la ficción de Córdoba. Los tiempos electorales se imbrican con huelgas en plena zafra y movilizaciones hacia la ciudad. Al miedo de los obreros a desaparecer y al autoritarismo de los poderosos se le opone el relumbre de la malhoja que arde con la venganza del fuego autoral.
4.4. Walter Guido Wéyland: primeras líneas para la novela urbana en Tucumán
En sus ficciones Wéyland consiguió plasmar e imaginar la geografía de los márgenes de la ciudad de Tucumán. También, un siglo de la historia tucumana es ficcionalizada en su novela, con terratenientes, cafés, calles y la vida cultural siempre en ebullición.
Wéyland nació en Rosario, provincia de Santa Fe, el 3 de octubre de 1914. Entre 1936 y 1944 vivió en Tucumán. Fue miembro de la Sociedad Argentina de Escritores. Falleció en 1995.42 Publicó libros de ensayo (Ubicación de Don Segundo Sombra y otros ensayos, 1940), antologías (Narraciones de Juana Manuela Gorriti, 1946; Poetas coloniales de la Argentina, 1949; Roberto J. Payró, 1962; Alberto Córdoba, 1967), de cuentos (Belgrano R., 1953; El chalet de las ranas, 1968), y novelas (Áspero intermedio, 1941;43 El fuego sombrío, 1964; El descendiente, 1989).
A pesar de que Wéyland escribió su primera novela en Tucumán, la acción de esta transcurre en Buenos Aires. Raúl Caviedes es el protagonista de Áspero intermedio y en la novela se relata, como en una Bildungsroman (novela de formación), su búsqueda de un camino propio lejos de los mandatos paternos. Su mirada se nutre con el dibujo y la pintura. Mientras para Raúl el suicidio será el modo de enfrentarse al mundo, para Evaristo Gambarte, protagonista de El fuego sombrío, será el crimen la única manera de huir de una pesadilla de falsedades. El mundo y la vida se revelan para ambos personajes como ámbitos ásperos y sombríos. Tanto Evaristo como su amigo Santos Coria, un matón triste y solitario, transitan por las geografías de un San Miguel de Tucumán que, a finales de la década de 1930, se comienza a perfilar como una metrópoli, entre prostíbulos, cafés y bodegones. Hay un intento por capturar el lenguaje de los diferentes estratos de la sociedad y se representan las imposturas y la doble moral en una ciudad que se debate entre la falsa religiosidad y lo profano. Mientras tanto, en El descendiente, a partir del relato de la vida de Norberto Osores, miembro de la dinastía azucarera de los Vásquez Millán, se reconstruye más de un siglo de la historia tucumana. Norberto se ha dedicado toda su vida a escuchar los relatos de su tía abuela que le transmite los orígenes de su familia materna y recovecos de los sucesos, entre guerras de independencia, resistencias federales, epidemias de cólera, enfrentamientos políticos. Luego, desde su mirada y las notas que acumulará en sus cuadernos, registra huelgas azucareras, intervenciones de los poderosos industriales en la política provincial, la Década Infame, el apogeo y la caída del peronismo, hasta llegar a los años de la guerrilla y la represión. Como miembro de su clase, y más allá de ser un terrateniente, Norberto observa desde una óptica diferente para develar huellas de otra historia.
4.5. Julio Ardiles Gray: la potencia del periodismo, la cultura y la literatura44
En simultáneo con su decisiva e inigualada tarea cultural al frente del Consejo Provincial de Difusión Cultural, Ardiles Gray construyó una importante obra periodística y literaria. En sus novelas son protagonistas niños, hombres y mujeres del pueblo, aquellos personajes mínimos en los que vibra un mundo lacerante y profundo.
Ardiles Gray nació en Monteros el 6 de mayo de 1922. Realizó estudios en San Juan y se recibió de maestro normal y bachiller. Luego fue maestro primario y profesor de literatura española y argentina. Periodista del diario La Gaceta, redactor y jefe de la página de espectáculos durante más de veinte años, a lo que se agrega su tarea como secretario general de Primera Plana, secretario de redacción del diario La Opinión y editor del diario Convicción. Estuvo a cargo de la Subsecretaría de Cultura de Tucumán en 1958 y fue el creador y presidente del Consejo Provincial de Difusión Cultural (1958-1960), organismo que brindó un fuerte impulso cultural en la provincia y cuyo legado, aquel que sobrevivió a los desmontajes del autoritarismo y la incompetencia, pervive hasta el día de hoy. En la década de 1940 fue uno de los fundadores del grupo La Carpa junto con Eneas Díaz, Raúl Galán, María Adela Agudo, María Elvira Juárez, Nicandro Pereyra, Sara San Martín, Raúl Aráoz Anzoátegui, Manuel J. Castilla, José Fernández Molina, grupo que marca un antes y un después en la vida cultural de la provincia y de la región. Tradujo del francés al castellano, y viceversa, obras de teatro, poemas y tangos. Murió en Buenos Aires el 19 de agosto de 2009 a los ochenta y siete años. Sus cenizas corren hasta el día de hoy por el arroyo El Tejar en Monteros, lugar de su infancia inolvidable.45 Publicó libros de poesía (Tiempo deseado, 1944; Cánticos terrenales, 1951), cuentos (Cuentos amables, nobles y memorables, 1964; Historias de taximetreros, 1976; La noche de cristal y otros cuentos, 1987; El casamentero y otros cuentos con viejos, 1997), teatro (Égloga, farsa y misterio, 1961; Vecinos y parientes, 1970; Fantasmas y pesadillas, 1983; Personajes y situaciones, 1989; Delirios y quimeras, 1993), historias de vida (Memorial de los infiernos, 1972; Historias de artistas contadas por ellos mismos, 1981) y novelas (La grieta, 1944; Elegía, 1952; Los amigos lejanos, 1956; Los médanos ciegos, 1957; El inocente, 1964; Las puertas del paraíso, 1968; Como una sombra cada tarde, 1980).
En La grieta, que puede leerse también como una Bildungsroman o novela de aprendizaje, surgen personajes que reaparecerán en obras posteriores: Santiago Renn, Lucas, el periodista Werner.46 En Elegía se retorna a los años de la infancia y se cuenta la historia de un niño que no quería seguir creciendo y su enfrentamiento con el mundo de los mayores; son los niños los únicos que pueden ver las verdades de los otros, notan