Rosenzvaig nació en Tucumán el 24 de febrero de 1951. En 1978 se recibió de licenciado en Historia por la Universidad Nacional de Tucumán y en 1995, de doctor en Historia por la Universidad de Salamanca. Fue profesor de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Tucumán, secretario de Posgrado y director del Instituto de Investigaciones sobre Cultura Popular. Entre los premios que obtuvo se pueden mencionar el premio nacional Jorge Sabato del Conicet en 1989, el premio internacional de novela Luis Berenguer en 1994 y el Casa de las Américas en 1996 y en 2009.
Rosenzvaig anunció que moriría “en verano, después del aguacero”. Falleció en Tucumán, muy cerca del inicio del verano, el 8 de octubre de 2011. Publicó más de trescientos artículos académicos y entre sus más de cuarenta libros pueden destacarse los de ensayo (Los intelectuales frente a la guerra y la paz: Europa occidental, 1914-1919, 1985; La cepa: arqueología de una cultura azucarera, 1995-1999 –tres tomos, en coautoría–; Historia crítica de la cultura de Tucumán, 2008-2010 –tres tomos–), los de cuentos (La cuenta suiza, 2000; 100 plegarias no alcanzan, 2006; Menos que un recuerdo, 2009; Tantas claridades para prender una luz, 2009) y las novelas (La espalda de la libertad, La oruga sobre el pizarrón y El sexo del azúcar de 1991; El arte de perder, 1993; El pecado que enrolla la lengua, 2004; La bomba silenciosa, 2009; No le hablen al “Flaco” Menotti de esquizofrenia, 2011).
En La espalda de la libertad Rosenzvaig retoma la figura de la escultora Lola Mora para reconstruir la geografía y la sociedad tucumanas a principios del siglo XX. Corre 1904 y, mientras los obreros le ponen el cuerpo a la huelga, en los salones del Jockey Club un grupo de propietarios de ingenios discuten sobre la ubicación y orientación de La Libertad, la nueva estatua que Lola Mora realizó para la ciudad. En El sexo del azúcar, la historia del ingenio Santa Ana le permite a Rosenzvaig contar la vida de Clodomiro Hileret y de un pueblo: el destino de Santa Ana está imbricado en el destino del ingenio. Allí la escritura es una forma de la búsqueda, de la investigación que devela raíces del presente en el pasado borroso. De ser uno de los ingenios más eficientes del país, sus chimeneas llegan a perecer bajo el trotyl infame de Bussi. Rosenzvaig se reconoció como un maestro y en La oruga sobre el pizarrón narró las últimas horas y la vida de Francisco Isauro Arancibia, maestro y dirigente de la Agremiación Tucumana de Educadores Provinciales (ATEP) que se convirtió en el primer asesinado por el Proceso de Reorganización Nacional, en la madrugada del 24 de marzo de 1976. La novela expone la incertidumbre del presente de escritura (1991) en el que Bussi asoma como candidato democrático a gobernador. La luz de Arancibia queda imborrable en la memoria y la escritura de Rosenzvaig. La cuestión azucarera ocupó muchas páginas de su obra porque se vincula estrechamente con el mundo del poder y de la política. Así es como en El arte de perder se relata como uno de los miembros del clan Pose (sin una “s”, pues al adicionarla aludiría a la verdadera familia Posse) se juega en una partida de cartas el ingenio azucarero que ha heredado. Mientras tanto, en Santísimas viruelas, la voz narradora representa el mundo de las reducciones jesuitas en el Chaco, geografía habitada por pueblos originarios, siempre castigados por desatinos, guerras y catástrofes.
4.15. Ernesto Wilde: la pesadilla inolvidable llamada Bussi
Los dos protagonistas de las novelas de Wilde son periodistas que investigan crímenes en un Tucumán amenazante y caótico. Mientras en la primera obra retrata la vida en la redacción del diario La Maceta, en su segunda novela Howard Globe acude a Tucumán para cubrir el asesinato del gobernador Bussi, un crimen que a nadie parece interesarle.
Wilde nació en Tucumán el 1 de enero de 1950. Trabajó desde 1980 como periodista en el diario La Gaceta y luego en El Periódico de Tucumán. Se desempeñaba en la sección de economía, pero también colaboraba con reseñas y artículos literarios. Recibió becas y distinciones entre las que se destacan la del programa Communications Media in Bussines de la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico en 1989-1990 y el primer premio de poesía J. Dionisio Campos organizado por la Cámara de Diputados de Tucumán en 1990. Murió en San Miguel de Tucumán el martes 31 de mayo de 2011. Publicó libros de poesía (Sobre la ladera del volcán, 1972; El habitante saqueado, 1988; Tumbacabezas, 1996) y novelas (Saldos y retazos, 1993; El día que mataron a Bussi, 2000).
Jackson es el protagonista de Saldos y retazos. Trabaja en el diario La Maceta, y cualquier parecido o semejanza con un diario de la provincia no es mera coincidencia. Pero el personaje principal de la novela es la ciudad decadente, criminal, inescrutable. Jackson investiga un asesinato que lo lleva a atisbar en los recovecos más oscuros del mundo de la prostitución, la droga y el tráfico de órganos. En la última novela de Wilde, han asesinado a Bussi y nadie sabe o quiere saber nada con el crimen. Globe se vale de entrevistas a figuras como Exequiel Ávila Gallo y la “Chancha Ale”, así como de documentos históricos, como el informe de la Comisión Bicameral sobre violaciones de los derechos humanos. De este modo ingresan en la ficción otras discursividades que hablan sobre el presente de la provincia. Bussi ha muerto, pero todo parece seguir igual: esta es una de las síntesis que arroja la novela. Mientras tanto el Bussi real seguirá en el poder de la mano del voto democrático.
4.16. Osvaldo Fasolo: murmullos y silencios en una casa59
La acción fundamental de la única novela de Fasolo transcurre en una casa. Es el velorio de El Ángel y el barrio se reúne a despedirlo: la muerte es el punto de partida de la historia. En la vida de las mujeres que vivían con él se puede leer el pasado de la ciudad.
Fasolo nació en Tucumán el 12 de octubre de 1937. Pasó parte de su infancia en Rosario. Se desempeñó como locutor de radio y condujo durante seis años Perdidos en el paraíso por Radio Universidad. Colaboró como crítico en el suplemento literario del diario La Gaceta, en El Litoral de Santa Fe, en La Nación y en Noticias. En 1969 recibió el primer premio bienal Pablo Rojas Paz de narrativa. Murió en la ciudad de San Miguel de Tucumán el 15 de julio de 2012 a los setenta y cuatro años. Publicó libros de cuentos (Iván, el yugoslavo, 1969; El hombre que yo inventé, 1975), de relatos y poemas (Ajuste de cuentos, 2009) y una novela (El Ángel, 1994).
El Ángel, protagonista de la novela, ha nacido y ahora yace muerto en la misma casa. Las mujeres que trabajan de “lo otro” y su madre intercalan conversaciones con momentos de silencio. Se han reunido para “remendar historias”. A pesar de la muerte, la presencia de El Ángel atraviesa todos los diálogos, se reconstruye su historia a partir de relatos de los que lo conocieron. Se vislumbran diversas zonas de la ciudad como la plazoleta Mitre, San Cayetano, Villa Alem.
4.17. Dardo Nofal: años de tormenta en la ciudad60
En la novela de Nofal, la mirada se posa sobre los años más convulsionados de la historia de la provincia, aparecen las “comparsas del hambre” luego del cierre de los ingenios, razias, detenciones y secuestros de la policía. Los bares y cafés son los únicos refugios en la tempestad.
Nofal nació en 1938 en Quebracho Coto, Santiago del Estero. A los nueve años llegó a Tucumán junto con su familia. Trabajó como periodista en el diario Noticias y luego se desempeñó como columnista, jefe de la sección espectáculos y secretario de redacción del diario La Gaceta. Publicó durante quince años en este diario “La frase del día” que conjugaba el humor con la ironía. Murió en San Miguel de Tucumán el 30 de enero de 2017 a los setenta y siete años. Publicó las novelas Una lágrima por el cóndor (1995), La prisión de Bautista [2001] y Matar para morir [2006].
Desde el monte santiagueño, Oscar, el protagonista de Una lágrima por el cóndor, se traslada junto a su familia a un pueblo de Tucumán y luego a la periferia de la ciudad. Como estudiante secundario vive el ascenso, la represión y la caída del peronismo. Como periodista, y mientras comparte el tiempo con sus amigos