Pero más allá de todo, hay que entender que lo más grave de la intervención monetaria es que ensucia el proceso de la acción humana (en el sentido de von Mises). Y dado que la acción humana es el motor del desarrollo del ser humano y de la civilización, el control gubernamental del dinero atenta contra la fuerza y velocidad del desarrollo de la civilización, beneficiando a los que no producen en detrimento de los que generan riqueza y ejercen la función empresarial en el sistema de cooperación social llamado mercado. ¿Por qué? Porque la función empresarial, que consiste en identificar fines y medios que tiendan a satisfacer necesidades humanas y permitan coordinar desajustes sociales, casi siempre involucra intercambios (entre individuos) voluntarios de bienes y servicios que se pagan en dinero.
Por eso, en este marco, nosotros planteamos que el sistema monetario actual no solo es nefasto, sino que representa un paradigma socialista que atenta contra el individuo, su prosperidad y su vida en una sociedad libre. Los bancos centrales son verdaderos órganos soviéticos de planificación central monetaria (financiera) que no solo actúan en beneficio de un grupo pequeño y en detrimento de todos los restantes individuos que conforman la sociedad, sino que están condenados a fracasar.
Las autoridades monetarias gubernamentales no están en condiciones de hacerse de la información necesaria para pensar y aplicar la política monetaria más adecuada para cada momento. En este sentido, con los Bancos Centrales sucede lo mismo que con los viejos órganos de planificación económica soviética que, como explicaron Ludwig von Mises y Friedrich A. Hayek, no podían organizar económicamente la sociedad en base a mandatos coactivos, dado que nunca podían hacerse con la información que se necesita para dar un contenido coordinador a sus mandatos.
Por otra parte, el argumento de que “casi todos los países del mundo tienen Banco Central” no es una construcción lógica válida. Con un solo ejemplo es fácil de visualizar: nos paramos a fines del siglo XVIII y/o comienzos del siglo XIX y argumentamos: “Todos los países del mundo, incluso los más civilizados y desarrollados, tienen esclavitud; es bueno tener esclavitud, ergo; hay que tener esclavitud”. Claramente, nadie está a favor de la esclavitud a comienzos del siglo XXI. La realidad histórica ha demostrado en forma contundente (gracias a Dios) que la esclavitud está muy lejos de ser el mejor sistema de organización de la producción y de la sociedad. Estamos convencidos que sucede exactamente lo mismo con una organización monetaria construida a partir de un Banco Central estatal y monopólico (que emite moneda fiduciaria), y que actúa de prestamista de última instancia de un sistema bancario con encaje fraccionario.
En este marco, pensamos que el Banco Central y el sistema de encaje fraccionario son el corazón y la causa del problema. No hay que luchar por la independencia del BCRA. Hay que luchar para cerrar el BCRA. No necesitamos que los bancos den más crédito. Necesitamos que el crédito que den los bancos tenga respaldo en ahorro genuino. O sea, necesitamos que los bancos comerciales dejen de dar, de una buena vez y por todas, crédito inventado desde la nada misma. El crédito bancario inventado a partir del sistema de encaje fraccionario es un gran negocio para los banqueros y políticos, cuyos costos son pagados por toda la sociedad, afrontando burbujas y booms artificiales insostenibles, que inexorablemente deben ser seguidos de recesiones y/o crisis deflacionarias. Con el Banco Central, que emite dinero monopólico sin respaldo y actúa de prestamista de última instancia, y el sistema de encaje fraccionario hacen grandes negocios los políticos, burócratas y banqueros. Del otro lado estamos nosotros los agentes económicos privados, que pagamos su fiesta sucesivamente con impuesto inflacionario, mala inversión, proyectos de inversión destinados a fracasar, nivel de actividad insostenible, recesión, quiebras, crisis y deflación.
En pocas palabras, la política, sus burócratas y cortesanos asociados hacen negocios de corto plazo debido a la actual arquitectura del sistema monetario, bancario y financiero. Del otro lado, los agentes privados pagamos dichos negocios en el largo plazo, afrontando el ciclo económico de boom&bust generado por el dinero y el crédito fraudulento artificial que el sistema monetario, bancario y financiero genera en beneficio de la asociación inmoral y la complicidad solidaria existente entre políticos, burócratas y banqueros.
Por consiguiente, hay que plantearse preguntas como: ¿Puede organizarse un sistema monetario ajustado al principio de la libertad? ¿Podemos tener un mercado monetario totalmente libre, tal como existe para una gran cantidad de otros bienes y servicios? ¿Puede organizarse un sistema monetario sin Banco Central y sin sistema de encaje fraccionario; y si así fuera, qué forma se le daría? Estamos convencidos que si queremos limitar el accionar de los gobiernos y evitar los avances fraudulentos de los burócratas contra nuestra propiedad privada, libertad y (en el extremo) vida, tenemos que estudiar, pensar y proponer alternativas en este sentido.
De hecho, en este libro propondremos una reforma monetaria y bancaria tendiente a establecer y organizar un sistema monetario que se ajuste a los principios de la libertad. En este sentido, tenemos dos opciones teóricas bajo las cuales delinear nuestra propuesta de reforma monetaria y financiera: la escuela austriaca o la escuela de Chicago.
La escuela austriaca propone eliminar el Banco Central y dividir el sistema financiero en dos, estableciendo un sistema bancario para los depósitos a la vista, y otro para los depósitos a plazo. El sistema bancario para depósitos a la vista, ateniéndose a derecho y entendiendo la esencia de los depósitos en cuenta y caja de ahorro, que son un contrato de guarda, mantiene un encaje del 100%. Por otra parte, el sistema bancario para depósitos a plazo, también entendiendo la esencia de este tipo de depósitos que son un contrato de préstamo, opera con encaje fraccionario y hace intermediación financiera, canalizando el ahorro hacia la inversión. El punto es que sin Banco Central, o sea, sin prestamista de última instancia, no se socializan las pérdidas de las malas decisiones financieras.
Por otro lado, la escuela de Chicago propone un planteamiento similar a la escuela austriaca en cuanto a la organización del sistema bancario y financiero, pero mantiene al Banco Central tutelando toda la organización monetaria. ¿Qué implica? Que los referentes de Chicago como Simons, Mints, Director, Kinight; Schultz; Douglas; Douglas y Angells comprenden los problemas que trae aparejado el sistema de encaje fraccionario y la creación secundaria del dinero, pero siguen creyendo que los burócratas del Estado deben velar por la administración de la cantidad de dinero del mercado. Es decir, pretenden reducir la expansión monetaria vía multiplicador, pero continúan dejando la creación primaria de dinero fiduciario en manos del Banco Central y sus burócratas de turno, ignorando que los gobiernos y banqueros han sido socios a lo largo de toda la historia.
Nuestra propuesta de reforma monetaria y bancaria se enmarca dentro del paradigma de la escuela austriaca. ¿Por qué? Primero, porque los problemas monetarios se materializan a través de ambos canales, la creación primaria (base monetaria) y la creación secundaria del dinero (multiplicador monetario). Segundo, porque en Argentina es donde la creación primaria del dinero tiene más peso relativo en relación a la creación secundaria del dinero, ergo; no se puede dejar la emisión de base monetaria en manos de los burócratas del Estado, que siempre han emitido a mansalva para agrandar la base imponible y el producido del impuesto inflacionario. Tercero, porque los burócratas del Estado a cargo de los bancos centrales se han siempre asociado a los banqueros, brindándoles prebendas para estimular la creación secundaria del dinero a cambio de una parte de las ganancias provenientes de la intermediación financiera. Cuarto, porque en Argentina el peso no es reserva de valor, y en consecuencia siempre habrá corridas contra el sistema financiero, por consiguiente no puede haber prestamista de última instancia que socialice las pérdidas provenientes de las malas decisiones del sistema bancario y financiero.
En este marco, nosotros proponemos una reforma monetaria y financiera que elimine el BCRA y vire hacia una banca libre. La eliminación del Banco Central se terminará ejecutando estableciendo una libre competencia de monedas. La reforma bancaria y financiera establecerá dos tipos de bancos. Por un lado, habrá Bancos Almacén de Valor. Por el otro, operarán Bancos de Inversión.
En el tramo Almacén de Valor, las instituciones bancarias recibirán solo depósitos en guarda, con lo cual operarán con un encaje del 100% respetando las formas de derecho y